Resultado y crónica del Baxi Manresa-Unicaja

Y aquí no pasa nada (90-83)

  • El Unicaja completa otro ejercicio de impotencia en Manresa, donde cae siendo inferior al equipo rival

  • No se atisban soluciones con los jugadores y el técnico que hay

Waczysnki bota el balón.

Waczysnki bota el balón. / Efe

El Unicaja es un equipo muerto, en descomposición, encefalograma casi plano. Parece que aquí no pasa nada, no hay broncas de la afición en el Carpena y quien quiera se puede meter bajo la manta, pero esto no va a mejorar si no hay medidas drásticas. Lo peor es creerse que no pasa nada y que la hinchada se anestesie y ya no le importe perder, cunda el desapego y que no le incumba nada. Y que, cuando pase la pandemia, que pasará, sólo haya 2.000 en el Palacio. La temporada está en un tris de irse a pique. La imagen final de Luis Casimiro, con un impostado y poco creíble enfado con los árbitros después de que durante el partido se le señalara una técnica y protestara repetidamente con vehemencia, es un indicio más de que el técnico está sobrepasado. El equipo se le ha caído. Encomendarse a San Alberto, de vuelta antes de plazo, puede resultar a futuro, pero no hoy. Lo que transmite el Unicaja es pena. Un club grande, envidiado en su día, que empequeñece sin parar. Y es algo estructural. Quien no mete el bisturí en esta situación es cómplice de lo que ocurre en la pista.

En Manresa volvió a encajar 90 puntos y metió 83. Con una defensa con desaplicaciones intolerables para el baloncesto profesional, para un equipo de élite. Es cierto que la plantilla está descompensada y que hay carencias atléticas y físicas. Pero si alero rival, que volvía tras lesión, coge 14 rebotes es síntoma del erial defensivo que hay. Las luces de la impagable irrupción de Yannick Nzosa, de los puntos de Alonso, del regreso de Alberto, del partido concreto de Abromaitis, son puntos pequeñitos en la noche profunda en la que está el Unicaja.

En estas situaciones en las que la confianza y la autoestima está por los suelos, hay que construir desde el esfuerzo, el sudor y la defensa la reacción. No como hizo el Unicaja en el tramo final del primer cuarto, en el que se abandonó atrás tras empezar decentemente. El desacierto manresano en el triple impedía un distanciamiento mayor, pero la salida de Sajus, que trituró a Guerrero y Gerun alimentado por Dani Pérez, encendió la alarma. La defensa es un concepto colectivo pero en el que es innegociable la actitud individual. Y si no se muerde, el Unicaja es un equipo vulgar y vulnerable, al que cualquier equipo mete 90 puntos sin tener un día especialmente brillante. “Hace falta ser físicos, hay que poner el cuerpo”. “Nos dejamos de tanto bote y pasamos la bola”. Eran los mensajes en el tiempo muerto de Luis Casimiro, con un punto de desesperación creciente.

El panorama parecía oscuro (23-15), pero se despejó algo con la entrada de Yannick Nzosa. El joven congoleño es indispensable a día de hoy. Se pudo entender que Casimiro respetara roles y quisiera recuperar jugadores en los primeros compases. Pero la diferencia de nivel defensivo, con los lógicos errores que comete por su impericia e inexperiencia, es sideral cuando él está en pista. Cubre campo, no es menos inteligente en pista que Gerun o Guerrero, y contagia con su actividad además de rectificar tiros y matar espacios. Poco después salió Alberto Díaz . El plan a principios de semana era que viajara, pero para intentar volver en Mónaco. respondido bien al entrenamiento y su regreso era extremadamente necesario. Se notaron esos cinco minutos, junto con Nzosa en pista, en que el Manresa se llevara minutos sin anotar con fluidez. El parcial fue de 6-18 para arrancar (29-33), aunque una vez el Manresa ajustó defensa y pasó por el diván de Pedro Martínez, el Unicaja volvió a sufrir (39-36).

Casimiro colocó de salida a Alberto Díaz tras el descanso, en un intento por dar agresividad y marcar el nivel desde el inicio. Pero la salida fue desoladora, difícilmente comprensible para un equipo que necesitaba la victoria como el comer. Por encima de los 10 puntos de ventaja, el Manresa gobernó sin grandes problemas. Algún impulso cajista, porque talento hay, propiciaba que se apretara el marcador (69-65). Pero con un timonel de categoría, Dani Pérez, en la pista y otro excelso en el banquillo, Pedro Martínez, el Manresa volvió a hundir un poco más al Unicaja, camino a ninguna parte. El vehículo se ha quedado sin gasolina, no arranca. Pero aquí parece que no pasa nada.

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