Unicaja

Faverani, fuego amigo

  • El primer canterano del Unicaja en jugar en la NBA será hoy rival en Vitoria

  • Reclutado por el Barcelona hace un mes, el impacto en el equipo de Bartzokas ha sido bastante positivo

A Vítor Luiz Faverani Tatsch (Sao Paulo, Brasil, 1988) le delata un acento que aún conserva dejes malagueños. Su castellano es casi perfecto. Lo moldeó en un lustro en la Costa del Sol, en el que se le vio como un jugador de época y acabó siendo indemnizado para salir después de que se agotara la paciencia y de que ni Aíto consiguiera hacerle constante. Hoy será uno de los rivales del Unicaja sobre el parqué del Buesa Arena.

La historia de Faverani es la de un talento guadianesco, reclutado por el Unicaja desde Brasil a mediados de la década pasada. Ha vivido explosiones cíclicas. Ha pasado por Murcia dos veces, donde ha relanzado su carrera. Una vez fue a Valencia, lanzadera para jugar en la NBA, en Boston nada menos. Los problemas de rodilla frenaron la carrera del primer canterano de la historia del Unicaja en militar en la mejor liga del mundo. Después llegó Kuzmic y, ahora, Álex Abrines y Domas Sabonis, que justo la próxima madrugada jugarán en el Rising Stars Challenge del All Star. Regresó a Europa y jugó la pasada campaña en el Maccabi Tel Aviv, donde los problemas de rodilla le dejaron fuera de combate. En Murcia volvió a renacer. Y el Barcelona, ávido de juego interior, le reclutó hace poco más de un mes.

Ha sido duda estos días por un esguince de tobillo que se produjo el domingo ante el Manresa, pero él mismo confirmó que estará hoy ante el Unicaja. "Los doctores me dieron un par de días de descanso para que estuviera a tope en la Copa. Ya me entrené perfectamente", dice Vítor, que vino a Málaga después de que en Brasil le viera el que ahora es entrenador del Unicaja Rincón Fertilidad de edad junior, Paco Aurioles. "Nos comunican, a través de sus agentes, que hay un chico muy interesante en Brasil. Jugaba en un club muy humilde y pequeñito, en Araraquara, en el estado de Sao Paulo. Entré al pabellón y lo vi y me parecía de ciencia ficción. Un chico tan altísimo con 15 años manejando el balón, de campo a campo botando. Me acuerdo que no lo vi hacer un ejercicio más, llamé a Ramón García [entonces y ahora director de cantera] y le dije que mandara un billete", explica Paco Aurioles, que recuerda que "yo fue en abril y vino en verano al Campus. Desde que lo vimos todos estaban de acuerdo en que era imponente. Lo coordinado que era y el manejo ambidiestro que aún exhibe le hacía algo especial".

"Es un chico al que la ha costado adaptarse a la disciplina del baloncesto profesional", reflexiona Aurioles, que tiene un cariño especial por Faverani, le considera uno de los mejores jugadores que ha entrenado, incluyendo los del primer equipo: "Siempre ha tenido un buen momento, pero no ha terminado de ser un jugador acabado, en el sentido de completo. Se perdía por esas puertas abiertas. En Málaga hizo cosas interesantes. Me acuerdo de que en el Clínicas llegó a tener 60% en triples con dos metidos por partido, ahora ves esos datos y dices ¡Qué barbaridad!. La gente que estuvimos con él quizá nos equivocamos, siempre con la mejor intención. Cederlo a un club como Zaragoza igual no fue la mejor idea. En Valencia consiguió ser un jugador muy importante. Dar el salto a Boston en la NBA no esta al alcance de cualquiera. Las lesiones le han lastrado. En alguna parte de su carrera quizá no estuvo motivado, pero parece que se recarga cuando viene a Murcia. La última vez que vino, con el Murcia en Eurocup, hablé con él y transmitía mucha paz, tranquilidad. Y el Barcelona le ha venido en el momento idóneo. Desprende ganas, energía, ganas, motivación, intensidad y competitividad que le ha faltado otras etapas".

En esas puertas abiertas o agujeros negros quizá influya la difícil infancia de Faverani, con una familia en la que tuvo que ejercer de padre de hermanos pequeños desde niño y ayudar en la hamburguesería que tenía su madre. "Yo no quería venir a Málaga, pero me acuerdo de la escena perfectamente. Tenía a mis tres hermanitos delante sentados y a los perros tirados por la casa. Me querían firmar por mucho tiempo. Tenía ilusión por jugar allí en Brasil con el público lleno y ni me imaginaba lo que había aquí en España. Pero miré y los vi a todos con los ojos brillando y dije, 'venga, dame el boli'", rememoraba Faverani en este periódico en 2008 cómo se decidió a dar el salto al Unicaja. También rememoraba sus inicios en el baloncesto. "Destacaba como lateral izquierdo al balonmano. Saltaba mucho y tenía un buen brazo derecho Con 13 años ya medía 2,01 metros. Había muchos entrenadores de baloncesto que me insistían, pero yo lo veía un deporte muy aburrido. Un día me convencieron y no me pareció tan mal. También me quería el entrenador de natación, porque a los de mi edad le sacaba 30 centímetros y ganaba siempre. Jugaba al fútbol, en mi calle al fútbol americano... A cualquier deporte que me digan yo he jugado".

"Sin duda es de lo mejor que pasó por Los Guindos", afirma rotundo Aurioles: "A Vítor le tengo un cariño especial porque le veía un potencial infinito. Viví anécdotas en el primer equipo de jugadores de máximo nivel alucinando con él. '¿Este tío qué hace aquí? Es de NBA', recuerdo perfectamente que me dijo Haislip. Pepe Sánchez, recuerdo, en su debut en el Palau empezó a darle balones y formó un destrozo. Es un talento privilegiado. Y un buen tío, cariñoso y entrañable".

Faverani (28 años y 2.13 metros) se ha tomado con la misma ilusión de un niño este viaje a Barcelona tras el atajo murciano para regresar a la superélite. En su primer partido fue capital para ganar al Anadolu Efes. Promedia en la ACB 10 puntos y 4.2 rebotes en 16 minutos en los tres partidos que ha jugado. Tiene dinamita en las manos y es un factor a vigilar para los interiores. Vítor Faverani es fuego amigo. Que suele ser peligroso.

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