Unicaja
  • Fallece a los 72 años mientras contemplaba el partido del Unicaja

  • Figura capital en el desarrollo y el crecimiento malagueño en el último medio siglo

  • Su último torneo

José María Martín Urbano, maestro de vida y baloncesto

Martín Urbano, en una imagen de archivo. Martín Urbano, en una imagen de archivo.

Martín Urbano, en una imagen de archivo. / M. H.

2022 es un año implacable con la historia del baloncesto malagueño. Han fallecido Alfonso Queipo de Llano, Javier Imbroda y José María Martín Urbano. Podría decirse perfectamente que la Santísima Trinidad de la canasta en esta provincia, constructores y arquitectos de lo que es hoy el baloncesto en Málaga. Martín Urbano murió este miércoles 19 de octubre mientras contemplaba al equipo de su vida, el Unicaja. Tenía 72 años. Había tenido algún problema de salud en las últimas semanas pero parecía recuperado. Sus últimos minutos de vida fueron contemplando al club que consiguió crear 45 años atrás siendo pieza clave para convencer a la Caja de Ronda para que contribuyera al baloncesto, de donde ya no salió.

Entrenador, contable, relaciones públicas, confesor y padre de muchas generaciones de baloncestistas profesionales que llegaron desde Málaga a la élite del baloncesto nacional, europeo y mundial. Ahí están los casos de Berni Rodríguez y Carlos Cabezas, que lloraban amargamente mientras se intentaba reanimar el cuerpo ya sin vida del legendario entrenador malagueño.

Desde el nacimiento del club en 1977 estuvo ligado técnicamente al Unicaja Martín Urbano. Como ayudante de Alfonso Queipo de Llano, Ramón Guardiola, Moncho Monsalve, Ignacio Pinedo, Arturo Ortega, Moka Slavnic y Mario Pesquera, intercalado con algunos periodos en los que fue primer entrenador, en 68 partidos. Dirigió en el Unicaja cadete por última vez en el club, a la generación de los juniors de oro con Berni, Cabezas y Germán. El pasado verano tuvo una última puesta en escena conduciendo al combinado del Unicaja +60 en el Europeo de veteranos FIMBA que se celebró en Málaga. “El grupo ha respondido maravillosamente, ha arreglado los horarios de su despacho o su consultas para no fallar a entrenar. Con una ilusión extraordinaria, es bárbara. Tenemos preparadas la defensa de zona, al hombre, ataque contra pares, impares, uno abierto... Demasiado incluso (risas). Hemos intentado prepararnos a tope. A algunos les cuesta subir y bajar, dependeremos un poco de los contrarios, si van y vienen. El objetivo, aunque queramos ganar, lo hemos conseguido. Si ganamos un partido será enorme y ganar el campeonato...”, relataba entonces en estas páginas contando cómo era una experiencia que disfrutó como un niño pequeño y que unió aún más a un grupo de jugadores de una generación esencial para la consolidación del baloncesto en Málaga.

Martín Urbano, con Queipo de Llano y Rafa Pozo. Martín Urbano, con Queipo de Llano y Rafa Pozo.

Martín Urbano, con Queipo de Llano y Rafa Pozo. / M. H.

Siempre cariñoso con el joven, fuera jugador, periodista o alumno. Fue profesor de trabajo durante toda su vida, trabajando en colegios, algunos en zonas desfavorecidas, en los que dejó huella y educó. En las últimas décadas ejerció como comentarista televisivo y también articulista de Sur. Tras cada partido escribía a mano sobre papel su análisis del partido antes de dictarlo a los compañeros, en un ritual que se repetía cada semana y que, de alguna manera, entroncaba con el periodismo clásico que se pierde.

Siempre a la última en tendencias y análisis del juego, no era el típico entrenador que siempre sostenía que cualquier tiempo pasado fue mejor. Antes del inicio de la ACB relataba con entusiasmo cómo había visto completos los 60 partidos del último Eurobásket y los había paladeado. “Ha sido maravilloso, el mejor baloncesto que vi en mucho tiempo. Qué jugadores y qué entrenadores”, confesaba con una vitalidad contagiosa mientras presumía de su buen amigo Sergio Scariolo. “Es el mejor, no hay discusión”, sentenciaba tras el gran oro de España.

Se marcha otro pedazo grande de la historia del baloncesto con la figura de José María Martín Urbano. Como refería Ibon Navarro, era poéticamente triste que su adiós fuera una pista de baloncesto. Una vida en la que la pelota naranja ejerció de hilo conductor. Contagió entusiasmo y sabiduría a todo el que tuvo la fortuna de estar cerca de él y conocerle. Siempre clarividente para desentrañar las carencias y fortalezas de rivales y propias, era un placer escuchar sus disecciones en directo mientras contemplaba los partidos y tomaba sus notas. Descanse en paz José María Martín Urbano, maestro de vida y baloncesto.

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