Unicaja - Joventut: Un mensaje muy potente (113-91)

El Unicaja arrasa al Joventut en un gran partido que corta la racha de tres derrotas y muestra la mejor versión del equipo de Ibon Navarro en un momento delicado

Así vivimos el partido

La victoria del Femenino

Jonathan Barreiro celebra.
Jonathan Barreiro celebra. / Acb Photo / M. Pozo

El Unicaja salió a jugar con sangre en el ojo y rabia acumulada y trituró (113-91) al Joventut de Badalona, un equipo de su nivel, semifinalista también en las tres competiciones el año pasado. La Penya palideció ante la versión cajista de la temporada 2022/23. Un equipo voraz, vertiginoso, al mismo tiempo estético y esforzado. Una delicia que enamoró como no se podía imaginar a la Málaga baloncestística. Es sólo un partido e igual que tras tres derrotas seguidas no se podía matar a un equipo campeón tampoco se puede cantar victoria. Pero es un mensaje potente. Ese equipo, ese espíritu y esa idea está ahí. No todos los días habrá el acierto marciano que tuvo el equipo de Ibon Navarro este sábado por la noche, pero sí es una base y un recordatorio, para dentro y para fuera, de que este es un gran Unicaja, un equipo ganador y que debe ir hacia arriba y acelerar. Dos semanas de entrenamiento consecutivas sin partido entre semana han permitido ensamblar piezas y mejorar estados de forma de varios jugadores claves. Los partidos de Kalinoski o Alberto, por ejemplo, fueron de otra dimensión distinta a los anteriores.

Fue el grupo y fueron los individuos. A un excelso partido colectivo también se unieron actuaciones personales excelentes. El Unicaja encontró situaciones con bloqueos a media pista de los pívots para que Perry volara y castigara a Tomic y Onuaku de manera continua. A partir de ahí, el explosivo base de Florida fue un generador continuo de ventajas. En un partido de tanteo altísimo, el Unicaja gobernaba en las dos canastas. Muchas posesiones y mucho acierto, pero también con situaciones que se buscaban. Por ejemplo, agradó ver seis puntos de arranque casi seguidos para Kravish. Lástima que el de Illinois no tuviera continuidad, que le hace falta para coger ritmo, por cargarse de faltas. El Unicaja estaba en ventaja siempre (23-22 al final del primer cuarto), pero en el segundo cuarto fue un recital de baloncesto. Alberto Díaz puso un ritmo infernal en defensa y se permitió regalar incluso algún pase de lujo. Como Perry, con dos asistencias de pura fantasía. Ritmo, ritmo, velocidad, velocidad. Mejores piernas, más chispa para ganar balones divididos... Todo fluía al descanso (57-46) después de meter 35 puntos en el segundo cuarto, pero había que rematar.

Y liquidó el duelo el Unicaja con un tercer cuarto sensacional también (29-18 de parcial) con la misma receta. Carles Duran intentaba cambiar estructuras de quinteto, pero no había manera y se iba ya por encima de los 20 puntos al final del tercer cuarto. En esencia, el Unicaja disfrutaba en la pista y contagiaba, algo que no había sucedido en los tres partidos de peaje en los que entró alguna duda. “Hemos perdido la humildad”, decía Ibon. Es casi imposible repetir una temporada tan idílica como la anterior y, si había un momento para pasar dificultades y mentalizarse de que esto no es Jauja, era este comienzo de temporada. Era un partido en el que una derrota podía convertirse en algo más serio, pero el Unicaja reaccionó con la solvencia y la autoridad de un gran equipo que no duda, que casi se motiva más en estas situaciones en las que hay exigencia y necesidad.

Los más de 9.000 fieles que acudieron al Carpena pudieron disfrutar de un magnífico partido. Ya el último cuarto fue a beneficio de inventario, aunque Ibon mantuvo la intensidad. Era una victoria necesaria, balsámica y buena para la autoestima, 40 minutos redondos. Hay que mostrar continuidad para volver a la línea recta, pero el Unicaja habló alto y claro ante un igual como la Penya. A este equipo no se le olvidó jugar al básket de manera fantástica.

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