Unicaja

Un desastre para empezar (103-89)

  • El Unicaja arrancó la Liga con un primer cuarto sublime en ataque (35 puntos) que acabó siendo su condena antes de ser vapuleado duramente por un Baskonia muy superior

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Dylan Osetkowski, jugador del Unicaja, con Dani Díez.

Dylan Osetkowski, jugador del Unicaja, con Dani Díez. / ACB Photo

10 minutos para soñar y 30 de las peores pesadillas. Otras caras y camisetas, pero el mismo resultado. El Unicaja acabó vapuleado en el estreno de la Liga Endesa en el Buesa Arena (103-89). Después de un arranque esperanzador (35 puntos en ataque en 10 minutos), el equipo de Ibon Navarro fue atropellado por el Baskonia. No era la broma del Den Bosch o el Levice. Era un equipo de Euroliga, también en formación y con muchos jugadores nuevos, pero con más espíritu. Y un gran acierto. La diferencia esencial es que el Baskonia supo agarrarse cuando el Unicaja arrancó el partido sin fallar un tiro en nueve minutos. El equipo malagueño empequeñeció hasta el mínimo cuando el rival empezó a meter y a competir de verdad. Es sólo un partido, pero fue muy preocupante la imagen. Eso es lo que no se perdona y de ello ha habido sobredosis en las últimas campañas. Ha existido un voto de confianza colectivo al nuevo proyecto del Unicaja. Se asume que se perderán partidos y no será fácil. Pero casi tres cuartos de partido fueron infames e intolerables. Achicarse cuando el rival exige en un gran escenario no es buen síntoma. Un maquillaje final, que no viene nada mal pensando en el average copero, no oculta lo que se vio durante 25 minutos no se puede repetir.

El Unicaja había metido 35 puntos en el primer cuarto tras no fallar un tiro a canasta en los nueve primeros minutos, en un recital de acierto y puntería. Compartiendo bien el balón, pasándoselo con criterio y con un divino porcentaje, pero con algún desajuste defensivo que explicaría lo posterior. En el minuto 17, Ibon Navarro pedía de manera desesperada su segundo tiempo muerto del cuarto porque el Baskonia se escapaba. Un minuto después había encajado un demoledor parcial de 35-7 en apenas ocho minutos (55-42), 15-0 en el arranque. Se demostró que el edificio cajista aún es de cartón piedra. El Unicaja se sintió cómodo, con la barriga llena gracias a ese acierto marciano, metiendo sus siete primeros triples. Parecía imposible que se fallara, fueron 11 canastas sin fallos Y se olvidó de defender. Fue venenosa esa puntería porque le hizo despreciar lo que hay que hacer para ganar en una pista como es el Buesa Arena, con 15.500 personas y un ambientazo. Concedió demasiados tiros y penetraciones sencillas, confiado en que en ataque metía. Y, aun dominando el partido por 15 puntos, dejaba translucir que la diferencia no era real porque el acierto era insostenible. Cuando el Baskonia, era de esperar, elevó el nivel físico atrás y aún más el acierto (Howard pasó extrañamente por encima de Alberto Díaz para meter 15 puntos en siete minutos), lo que se había construido salió volando con un soplido local.

Si se habían metido 35 puntos en el primer periodo, en el segundo se recibieron 37. Las buenas maneras ofensivas del primer cuarto desaparecieron en la segunda. Circulaciones más espesas, juego más alejado del aro (el acierto en el triple hizo alejarse del centro de gravedad), más pérdidas y canastas sencillas para el rival. Es uno de los reversos de la teóricamente buena amplitud de plantilla de la que dispone Ibon Navarro, tardó en volver el quinteto con el que había despegado el equipo, lo hizo ya con la decena de puntos abajo. Es la competición la que irá ajustando poco a poco la idea del entrenador. Así que el equipo que había impactado y gobernado el partido durante 10 minutos se fue al vestuario tras una tormenta importante (59-47) y riesgo de colapso porque el contrario se había recuperado.

Lo que se vio en la segunda mitad fue un ejercicio de impotencia. No volvió al partido el Unicaja, el Baskonia ya le había dado el toque de gracia y los malagueños no se levantaron del suelo. Fue una imagen fea porque el rival pareció a años luz, igual que ha estado en la última década. No estaba la cosa para hacer un látigo a lo Bodiroga y perder el balón, como Barreiro. O para volver al trote en las transiciones constantes tras las numerosas pérdidas que se sucedían, el balance fue muy pobre. Perdió la brújula el equipo malagueño, que tardó 26 minutos en sumar los 35 puntos que había metido en los primeros 10. Llegó a perder por 25 puntos el Unicaja (88-63) y maquilló afortunadamente. No hay tiempo para lamerse los arañazos. En menos de 48 horas, el Gran Canaria aparece por el Martín Carpena.

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