Unicaja

La emotiva despedida a José María Martín Urbano de su sobrino

José María Martín Urbano, con José Ramón Rodríguez.

José María Martín Urbano, con José Ramón Rodríguez. / M. G.

La muerte de José María Martín Urbano el pasado miércoles mientras contemplaba el Unicaja-Dijon ha golpeado al mundo del baloncesto y a la sociedad malagueña. Su sobrino, José Ramón Rodríguez, escribió una bonita y sentida carta para recordar su figura más cercana con la familia que reproducimos a continuación:

Buenos días, tito

Esta mañana me he despertado, tras la resaca de las últimas 24 horas, con tus palabras bombardeando mi cabeza y golpeándome el corazón. 

El mensaje que cada Domingo de Ramos enviabas desde calle Parras en el momento que la Pollinica salía: “A lomos de un pollino, Jesús entra triunfante. Feliz Semana Santa. Síguelo hoy y siempre” y que ya no recibiremos. Domingo de Ramos en el que nos acompañaban amigos que “solo nos aguantan un rato, no nos siguen el ritmo”, y así era. Domingo de Ramos de bocadillo de jamón. Domingo de Ramos de llegar al aparcamiento, buscar el coche y confesar: “Vaya borrachera llevo, Ramón, estoy fundido”. Y al día siguiente: “Dice tu tía que estuvimos ayer en la calle 17 horas… ¡de traca!”

“Joserra, dime cuántos rebotes ofensivos y cuántas pérdidas ha tenido el equipo” y así me enseñaste, como buen maestro, a leer las estadísticas y a entender un partido de baloncesto. 

“Esta tarde, te recojo, vamos al pabellón. Cuando termine te vas al sitio de tita y cuando yo acabe de escribir, me esperáis con el motor en marcha, que nos da tiempo a ver la procesión”: cuando había partido y procesión lo planificabas como si fuéramos a robar el Banco de España.

“Piensa, piensa… ¿Cuál es el camino más corto para aparcar en el Cine Avenida, a ver si llegamos al encierro”, cuando nos dedicábamos a ver las ilegales cruzando Málaga y encontrando siempre la forma de llegar, el aparcamiento en el último momento… “Espectacular”.

“Mira, quiero escribir: “El Unicaja, más agresivo”. ¿Tengo que poner coma después de Unicaja?” Y tras la breve explicación, me decías que creías que lo había entendido pero que me volverías a llamar la próxima vez que tuviera esa duda. “Es que yo pongo muchas comas”.

“¿Qué pasa, que este año no hay convite el día de la Virgen del Carmen?”, preguntabas cuando se acercaba cada santo, cada cumpleaños… tu familia siempre lo primero.

Cada año me preguntabas: “¿Tienes vacaciones en Semana Santa?” ¿Toda la semana?” ¡Vaya pelotazo!” Todos los años me lo preguntabas sabiendo que todos los años, lo primero que hago al empezar el curso, es pedir esa semana libre; pero te encantaba preguntarme para, sobre todo, alegrarte por mí y me gusta pensar que para saber que tu socio iba a estar contigo disfrutando juntos y cargando de épica nuestras maratonianas jornadas.

“Es increíble lo de la catedral, no se puede entrar… para una vez al año que la gente se acerca a la Iglesia”. No lo entendías, no te entraba en la cabeza, y la misma pasión que ponías en un tiempo muerto la ponías cuando te encontrabas con quien tú pensabas que algo podía hacer… y se lo decías, y se lo repetías, no porque fuera un incordio para nosotros --como esas vallas que nos hicieron la puñeta los últimos años-- sino por el potencial que la Semana Santa tiene de atracción al mensaje de Jesús: ese eras tú.

“Ramón, manda las fotos a las sucursales de Montilla, de Logroño y de Zaragoza”. Cuántas personas se han enamorado de nuestra Semana Santa gracias a que tú les contagiaste tu pasión. Los enganchabas porque tú enganchabas.

“Carlitos, tócame el himno de España.” “Soy el único que ha comprado dos sillones relax, uno para mí y otro para mi mujer, que la gente normalmente compra solo uno.” “Esa es de Escámez, espectacular”. “Este Cristo es de Buiza, ¿no? Búscalo, verás como es de Buiza.” “El día de San José me ha felicitado media Europa: mira, mira…” “Hay dos actividades perfectas para la educación y para transmitir valores a los jóvenes: el baloncesto y las bandas de música.” La motivación lo es todo.” Cada una de tus frases era reflejo de tu personalidad, tan excepcional y única. Cada una de tus frases era una enseñanza.

Me has transmitido --y me consta que no solo a mí-- nada menos que la centralidad vital de la familia, la pasión casi enfermiza por la Semana Santa y el placer por el baloncesto de verdad. Y en todo, la entrega incondicional y generosa.

No hay nada que me haga más feliz y más orgulloso que la gente me identifique como “el hijo de Pepe” y “el sobrino de Jose Mari”. Te imagino ahora abrazado a la abuela y a papá y enfrascado en conversaciones con Paco y Alfonso. Nos has dejado un legado maravilloso y es nuestra responsabilidad seguir viviéndolo y transmitiéndolo.

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