La Laguna Tenerife-Unicaja: El juguete de Marcelinho (95-79)
Una paliza que mostró la gran diferencia que hay a día de hoy entre los equipos más cuajados de la ACB y el malagueño, aún lejos de lo que fue en años anteriores
Así te contamos el partido
El Unicaja fue un cooperador necesario para la aplastante victoria de La Laguna Tenerife (95-79). Los malagueños fueron un juguete en las manos de Marcelinho Huertas (42 años) y su pandilla, que parecen haber bebido el elixir de la eterna juventud. Qué manera de jugar al baloncesto, qué manera de madurar, qué manera de abusar de un rival que está lejos a día de hoy de lo que fue. Hay atenuantes, explicaciones y argumentos en el análisis, pero eso no quita que la distancia sea abismal en este inicio de temporada.
Perder se puede perder cuando se va a las islas, lo malo es el regusto que deja después de plantar cara al Barcelona en el Carpena. A los nuevos les está costando cogerle el rollo y algunos de los veteranos se contagian a veces de la incapacidad global. Tiene momentos en los que se rebela el Unicaja, claro, es parte de su ADN. Y merecen paciencia el proyecto, Ibon y los fichajes. Pero que no se entienda como una carta blanca. No puedes tirar el prestigio por el camino mientras intentas llegar a tu destino.
Siempre es un reto visitar Tenerife. Vidorreta y sus viejos rockeros son un grupo perfectamente afinado que cuando lleva el partido a su terreno te obliga a ir casi siempre a descompás. A este Unicaja en estado de cocción le costó pese a un prometedor arranque de encuentro.
Un quinteto enérgico y con colmillo. Un triple de Kalinoski y tres tiros libres de Alberto Díaz. Un viento agradable. Luego llegó el atasco. Casi cinco minutos sin encestar y Tenerife facturando sin prisa y sin pausa. El 17-8 empezaba a ser cosa seria. Emergió Webb, acompañado por Balcerowski, para nivelar el asunto (19-17).
Con todo medio preparado para finalizar el primer parcial rondando las tablas, Scrubb -el más inspirado de los locales en el inicio- le sacó un 3+1 a Barreiro. El tercero de los Webb logró un triple para el 24-20. Ni tan mal.
En el segundo parcial llegó el momento de Balcerowski. Cerca de tres minutos en los que sacó su catálogo y fue el único capaz de anotar en el Unicaja (pudo ser más pero se dejó algún libre por el camino). Penetrando, imponiendo, finalizando un alley oop. Bien el cinco, que sin embargo en la otra canasta veía cómo los tinerfeños encontraban con pasmosa facilidad a Guerra.
Pedía más ritmo, más velocidad Ibon Navarro a sus hombres, pero los anfitriones tenían las muñecas calientes. Generaba Tenerife los espacios necesarios para favorecer lanzamientos desde el perímetro. Además, quien más quien menos acertaba. Sastre, Doornekamp, Marcelinho, Giedraitis y Fitipaldo, que puso el 46-32.
Tyson Pérez tomó el testigo, asegurando el rebote. Tuvo algunas segundas opciones el Unicaja gracias a las capturas de ataque, pero sin acierto era imposible. Lo intentó Duarte, incapaz de culminar sus buenas intenciones salvo algún tiro libre.
Para colmo de males, Kravish se fastidió el tobillo a 25 segundos del descanso después de perseguir a Marcelinho. El pabellón, que había escuchado sus descosidos gritos de dolor, le despidió con ovación mientras se marchaba auxiliado por dos hombres.
Entró como un rayo el Tenerife, con un 8-0 de salida (55-36). Tuvo que pedir Ibon tiempo muerto para evitar un descarrilamiento absoluto. Con sudor y esfuerzo, compensó con un 0-9 (55-45). Tiempo chicharrero.
Estaba defendiendo de una manera reconocible el Unicaja, pero Marcelinho sacó otro conejo de la chistera y se aprovechó de cierta ingenuidad de Balcerowski. 2+1 y vuelta a la normalidad. A partir de ahí se puso todo raro nuevamente y el equipo más hecho fue quien mejor lo gestionó.
Otra vez más el Unicaja era Sísifo y el Tenerife la montaña. A cada amago de reacción, un hachazo. La puntilla la puso Shermadini, que se vengó de un tapón de Balcerowski con baile para un 2+1 que supuso la máxima ventaja (73-52).
Rompió Alberto con un triple la dinámica (73-55). Pero Ibon se paseaba con las manos en los bolsillos viendo cómo eran incapaces sus chicos de meterse en el partido. Faltas evitables en ambos lados del parqué. Tiros sucios o desesperados, como el de Duarte desde ocho metros sobre la bocina que le concedió el base malagueño para ver si había un chispazo que cambiase el errático encuentro del dominicano.
El último cuarto iba camino de ser puro relleno (75-55). No había un sólo gesto en el Unicaja que hiciese pensar que estaba en condiciones de discutirle su supremacía al Tenerife.
Le pegó algún pequeño mordisco el Unicaja a los canarios, que siempre terminaban por devolver la afrenta a nada que se lo proponían. Sobre todo con un Marcelinho dominante que hizo lo que le dio la gana.
En mitad de la celebración local, anotó Duarte al fin su primera canasta. Un triple que celebró por lo mucho que le costó meter una canasta en juego. Pero las caras de los jugadores de banquillo eran un poema. No está acostumbrada esa plantilla a repasos de tal calibre.
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