A lomos del pelirrojo

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Alberto Díaz impulsa al Unicaja a forzar el tercer encuentro ante el Bayern (82-67)

Cinco jugadores, por encima de los diez puntos

Smith, Fogg y Musli dan un paso adelante

Alberto Díaz se tira al suelo para robarle la bola a Johnson.
Alberto Díaz se tira al suelo para robarle la bola a Johnson. / Reportaje Gráfico: Jaiver Albiñana

04 de marzo 2017 - 02:07

No es el más alto. Tampoco el más rápido ni el que mejor lanza a canasta, aunque no le asusta tirar un triple cuando hay que hacerlo. Rara vez dará un titular altisonante o llamará la atención por algo fuera de la pista. No va de estrella, aunque su juego brilla con luz propia. Así es Alberto Díaz, el pelirrojo, el que ayer cambió el panorama del encuentro desde el corazón. Con él en pista, el Unicaja supo cómo sostener a un Bayern que venía a Málaga a rematar la eliminatoria. Con Alberto, el que regresó a Málaga con calzador, el Unicaja es más Unicaja. Con Alberto, los de verde mandaron la eliminatoria al tercer y definitivo encuentro después de una gran noche (82-67).

Y eso que a Plaza le costó entrar en razón. El técnico catalán se empeñó en darle galones a Lafayette y este demostró una vez más que no merece minutos, absolutamente desanimado y desatinado. Le faltó mando para comandar el inicio de un Unicaja algo atropellado, pendiente del acierto individual para anotar los primeros puntos. Para colmo, Nedovic cometió su segunda personal con sólo cinco minutos de juego. A regañadientes y con Smith y Fogg asumiendo responsabilidad, el Unicaja ajustó el tanteo aunque el que sonreía al final del cuarto era el Bayern (17-19).

Sin embargo, la actitud era la acorde a la situación. El equipo mordía más de lo normal alentado por una grada que, esta vez sí, recordó a la de las grandes noches europeas. Faltaba la guinda para agitarlo todo. Plaza tiró de Alberto y todo cambió. Ovacionado por una afición que hace tiempo que lo vislumbra como un hombre hecho y derecho, Alberto pisó la cancha con dos tiros libres de Lucic que colocaban el 23-25. Tras ellos, un triple de Kleber obligó a Plaza a pedir tiempo muerto. Y fue Alberto el que impulsó de nuevo al Unicaja. Arrojó alma y cerebro a sus compañeros, contagió hasta a los guardas de seguridad e hizo pequeño al Bayern, que vio cómo un pequeño pelirrojo se lanzaba al suelo para recuperar un balón y poner caliente el Carpena.

De eso se aprovechó Fogg, de repudiado a vital en cuestión de días. El americano se colocó como escolta y todo fluyó con más sentido. Ocho puntos en el segundo cuarto llevaron su firma. La solvencia y fuerza atrás dio paso a la apertura de mentes en ataque. Musli supo sacar partido de sus centímetros y Fogg de su talento. Así, en apenas 4 minutos, el Unicaja le endosó un parcial de 18-3 a un Bayern atenazado. El Carpena subió sus revoluciones y los de verde se iban lanzados al vestuario con diez de renta, la máxima (41-31).

Aguantó Plaza a Alberto hasta que al malagueño le llegaba la lengua al suelo. Lógico teniendo en cuenta que Nedovic tuvo que pisar más de lo debido el banquillo. Lo primero que logró el pelirrojo fue sacarle una personal en ataque a Booker. Después recuperó un balón y anotó al contraataque. Todo parecía encarrilado con el equipo moviendo bien el balón, sabiendo sacar ventaja a sus jugadores altos y acertando cuando la pelota más quemaba.

Pero Lafayette tuvo que dar resuello a Alberto y Nedovic cometió una cuarta falta, una de esas evitables pero que jamás se hubiera pitado el martes anterior. Por si a alguien le quedaban dudas, Lafayette -otra vez-, volvió a mostrarse como un neonato en esto del baloncesto. Entró con +15 y rápidamente el Bayern redujo a ocho la desventaja. Afortunadamente, Jamar Smith asumió el papel de líder con un triple clave y ayudando desde el tiro libre las dos técnicas que señalaron los colegiados a Dedovic y Zirbes, que no fue ni la sombra del que vimos en el Audi Dome. Restaban diez minutos y eran 13 los puntos que el Unicaja tenía que mantener. El momento de la verdad, el de medir a la plantilla.

Volvió Alberto Díaz con Jmar Smith, Díez, Suárez y Omic, al que todavía no se la ha podido ver nada de lo que demostró en el Herbalife. Dedovic y Gavel devolvieron la desventaja a menos de diez puntos (69-61). ¿Y quién apareció? Sí, de nuevo Alberto Díaz. Esta vez con un triple desde la esquina, de esos que requieren valentía. Y el canterano la tiene. Por eso lo convirtió.

Respondió Dedovic también desde la larga distancia y Alberto perdió un balón por buscar una desventaja bávara dentro de la zona. Plaza se lo recriminó y, lejos de agachar la cabeza, engrandeció su noche con un nuevo triple. Qué lejos quedan aquellos días en los que pensar en Alberto Díaz era hacerlo en un chaval que se labraba un nombre lejos de su ciudad. Ahora, en marzo de 2017, resulta complicado pensar en un Unicaja sin el cerebro, la valentía y el arrojo de su pelirrojo. El siguiente paso quizá sea una llamada de Scariolo, pero eso es ahora otra historia.

El partido se afeó y sirv ió para ver a un gran Musli, que le puso el temperamento que se dejó en el vestuario en la primera mitad. Se agarró el Unicaja a su torre, aunque lo que tocaba era bajar al barro para conservar la ventaja. El Bayern comenzó a pensar en el tercer encuentro y decidió que el último intento de remontada tenía que llegar desde el triple. Pocos puntos en los últimos minutos, pero esta vez eso hizo sonreír al Unicaja, que necesitaba escuchar de nuevo el "Sí se puede" de su afición.

Porque se puede, claro que se puede. Y se debe. Por historia y por necesidad. Por muchas cosas, pero este equipo se juega afrontar un nuevo horizonte el próximo miércoles. En Múnich, con un Audi Dome a reventar. Allí, en Baviera, le llega la hora al Unicaja de dar un puño en la mesa.

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