Unicaja

El otro Saint-Supéry: un buen estudiante, un carácter competitivo y el ejemplo de Magic Johnson

Mario Saint-Supéry, a su llegada a la estación María Zambrano.

Mario Saint-Supéry, a su llegada a la estación María Zambrano. / pepe

Mario Saint-Supéry Fernández (Málaga, 2006) es el nombre que suena en todos los rincones del baloncesto europeo. Sus mágicas acciones recorren las redes sociales y acumula decenas de miles de reproducciones. El Campeonato de Europa sub 16 ha sido un boom para este joven rinconero de 16 años. En Skopje ha cerrado la temporada de su vida. "Estamos en agosto, hace un año y poco entrenaba con el cadete del Novaschool y ahora ha jugado una final del Europeo", recuerda su padre, Kiko Fernández, al teléfono desde la capital de Macedonia. En estos meses ha vivido lo que muchos jugadores no harán en toda una carrera. Se convirtió en el más joven en debutar con el Unicaja y lo termina como el MVP del torneo y con una plata sobre el cuello más de 70 partidos después. Como se suele decir ahora, de locos. 

Su progenitor ayuda a conocer y entender cómo surge este talento tan especial, se recuerdan pocos de este calibre en Los Guindos últimamente. Ahora dará su paso a la etapa junior y en unos días se incorporará a la pretemporada del primer equipo cajista, donde Ibon Navarro le tiene reservado un hueco. Pero para adentrarse en la historia del joven hay que ir mucho más atrás, al principio. Ha habido muchos cambios desde entonces, pero siempre un hilo conductor. Un ascenso continuo y sin descanso. Con cuatro años empezó en El Palo, por consejo de un amigo de su padre. "Corría y botaba mejor que los demás, físicamente siempre tuvo ventaja", asegura Kiko Fernández, que cuando tenía 6/7 le planteó al club paleño que se entrenara con pequeños de mayor edad. "Veía que se aburría", asegura. Recibió la negativa y se marchó a la Escuela de Baloncesto del Rincón de la Victoria, su lugar de origen. Ahí ya jugaba con niños tres años mayores. "Se divertía", apostilla.

De ahí pasó al Novaschool y vuelta a El Palo en minibásket. "Vamos porque creo que es el reto que le toca", razona. Tras ese año deciden volver al club rinconero, aunque llega la llamada del Unicaja y lo cambia todo. "Empezó siendo el último del equipo y acabó el primero", cuenta el padre. Una etapa donde inclusó llegó a jugar con el cadete federado. "Él siempre jugó con gente mayor y es lo que le ha traído hasta aquí", reconoce Kiko, que  hace hincapié en que en infantil en Los Guindos fue el único año que jugó con sus coetáneos. En 2020 tuvo el escaparate de la Minicopa en Málaga, aunque no salió bien pese a haber conseguido varios MVP los meses de antes. Y de ahí dio el paso al Novaschool de nuevo. Pero llega el COVID-19, que corta la temporada. "Para mí fue muy importante en el desarrollo de Mario porque él está en un instituto público y cuando empiezan las clases presenciales van un día sí y uno no y le permite ir a entrenar dos horas por la mañana. Tuvo mucho tiempo para trabajar individualmente", explica. 

Mario Saint-Supéry lanza a canasta en el Carpena en ACB. Mario Saint-Supéry lanza a canasta en el Carpena en ACB.

Mario Saint-Supéry lanza a canasta en el Carpena en ACB. / acb photo

Tras esa primera campaña de cadete, el Unicaja vuelve a llamar a su puerta. Su salida, ya con el precedente de la de Rubén Domínguez aunque por causas diferentes, había escocido. Fue una fuga de talento grande. "Se llega a un acuerdo, se hacen las cosas de otra manera y volvemos", dice Fernández, ya satisfecho con que su hijo debutara en EBA: "Hablo con Mario y le digo que cinco minutos y a tope en defensa. Va a jugar contra hombres y tiene 15 años. Ha hecho un año que no me esperaba en absoluto y lo de la ACB fue el remate". De entonces a hoy jugó en Basketball Champions League, en ACB, fue segundo de España en clubes en cadete, rozó el ascenso a Leb Plata y acaba con plata y MVP en el Europeo sub 16. Nueve equipos en casi los mismos meses en un fenómeno sin mucho parangón

¿Pero como es el niño prodigio del baloncesto malagueño? "Es un niño muy normal, muy dicharachero. Es muy sensible, como se le ve en la pista", cuenta su madre de fondo en la llamada de este periódico. "Fuera de la pista es bastante parecido a dentro. Muy dinámico, buen estudiante, le encanta estar con sus amigos... Todo gira en torno al baloncesto. Tiene una vida un poco corta porque el tiempo... él iba al instituto de ocho a tres de la tarde, comemos juntos siempre y luego se iba a entrenar. Le gusta jugar a la play, pero tiene rachas que no puede. También al Fortnite, queda con los amigos de la selección". Ese niño que cayó de pie en el vestuario cajista, con jugadores que le doblan la edad. "Sorprendentemente bien. Nosotros estábamos preocupados porque meterse en un vestuario profesional con 15 años... por suerte conocemos a Francis Alonso y Alberto Díaz y lo que nos llega es que se comporta muy bien. Juanma nos dice que lo hace genial a nivel de comportamiento. Esa es la adaptación más difícil", admite Kiko, que asegura que mantiene su grupo de amigos de su edad. 

Su padre reconoce que hay un importante trabajo detrás para que todo continúe como siempre pese a este petardazo deportivo. "Nosotros siempre estamos poniéndole los pies en el suelo, con 15 años a veces se le va un poco la cabeza como es lógico. Para mí es muy importante que le encanta jugar. Él ve poco baloncesto, diría que nunca ha visto un partido completo. Ve highlights en el móvil, pero le apasiona jugar. Él cuando está en la pista sonríe muchísimo. Disfruta jugando. Ese es el factor para que haya sido capaz de adaptarse a todo", afirma, para contar una anécdota en la que incluso se muestra emocionado: "Cuando nos fuimos del Unicaja él nos demostró que ha madurado muchísimo, él lo llevó muy bien. Estábamos temerosos de sacarlo del mejor sitio, nos dio una demostración de madurez. Sorprendidos por su capacidad mental para asumir todos los cambios". 

Mario Saint-Supéry, con sus compañeros al fondo. Mario Saint-Supéry, con sus compañeros al fondo.

Mario Saint-Supéry, con sus compañeros al fondo. / fiba

"Tiene que terminar Bachillerato, eso es innegocibable", añade de Saint-Supéry, que dará un paso más al estudiar online desde septiembre para así poder entrenar por las mañanas después de acumular casi 200 faltas en este curso en el instituto. Pese a todo, seis notables y tres sobresalientes. "Ha sido una locura y ha dispuesto de poco tiempo. Este verano ha ido 2/3 veces a la playa. Lo lleva bastante bien. Todo el esfuerzo que tiene que hacer por seguir mejorando. Lo tiene muy claro, le ayuda su ultra competitividad. Hay días que me dice que no tiene ganas de ir a tirar, pero me lo ha dicho un día de 100. Hace mucho trabajo fuera de lo que es el Unicaja", desvela su progenitor, que se centra en otra de las claves. Su ética de trabajo. "Con el ACB el trabajo individual es mínimo porque trabajan otras cosas. Yo he tenido claro que él tenía que construirse como jugador a partir del tiro. En casa teníamos una canasta y ha echado mil horas tirando. Pero tengo que buscarle que compita porque si no se aburre. Desde muy pequeño el tiro fue el pilar sobre el que construir todo su juego. Sólo de tiro desde que es pequeño ha podido hacer 300/400 horas extra, también trabajamos mucho bote. Nunca hemos trabajado físico, cero físico. Es un superdotado físico. Tenemos fotos con dos años saltando a la piscina que es una pasada, no tiene grasa, es genético. Su único déficit es la elasticidad, es algo en lo que tenemos que trabajar. Yo siempre he intentado que sea todo técnico, él hace muchas cosas que los demás no hacen. Es porque lleva muchas horas de entrenamiento". 

Aunque exhibe mucha madurez en la pista para su edad, detrás hay una labor importante. Alba López, la psicóloga del club cajista, tiene mucho que ver. "Cuando era más pequeño trabajaba mucho con él con el tema de la frustración, él es hiper competitivo", reflexiona: "Tiene un carácter fuerte y trata de aplacarlo, de bajarle los humos cuando sube con los mayores y que se mantenga humilde con los de su edad. El tema de la humildad lo trabajamos mucho porque es difícil que no se le suba a la cabeza, es obvio". Su padre lo tiene claro. "Diversión y humildad, le repito esas dos palabras. Se trata de que se divierta, si no mal vamos. Yo empecé con 16 y me divertía como un loco. Si no no tiene sentido nada de lo que hace. Es un niño de 16 años. Es muy poco tiempo para muchas cosas. Por su personalidad siempre estamos muy encima para que esté con los pies en el suelo. Lo importante es que sea feliz, no muy bueno. De mi boca no sale que sea el mejor. Le decimos que no se compare con nadie, se trata de criar a una buena persona". 

El Principito, como se le empieza a apodar por su relación lejana con el autor del famoso cuento, lleva con calma ese boom en las redes sociales. "Él es muy extrovertido, a veces incluso demasiado y ha cometido errores de que se le suban los humos. Han sido cosas puntuales. Los vídeos y las redes sociales fue incrementando, aunque este año ha sido el boom. Poco a poco lo ha visto como algo normal. Le repetimos mucho que no es mejor ni peor que nadie. Le decimos que se trata de ser buenas personas. Él hablará con sus amigos lo que él quiera y a veces se saldrá del tiesto, pero forma parte de su formación. Vamos a poner el 100% para que no se le suba y sea humilde. Quiero que sea consciente que ha hecho un trabajo muy grande y que se merece estar donde está", asegura Kiko: "Que es circunstancial porque si el día de Montenegro (el segundo partido de la fase de grupos tras perder el primer partido) podríamos estar del 9 al 16. Para mí Mario sería el mismo. La Minicopa le sirvió mucho y en el Adidas Next Generation de la Euroliga vivió una situación muy dura. Yo no pude ir, no pudo apoyarse en mí. Lo expulsaron con dos técnicas en seis minutos en el partido más importante, tuvo que irse al banquillo sólo a canalizar esa frustración. Eso le aporta más que ganar. Lo gestiona bastante bien porque ha ido in crescendo y si no estamos nosotros ahí detrás para vigilar, a veces hay que darle un toque". 

Mario Saint-Supery, en su etapa en El Palo. Mario Saint-Supery, en su etapa en El Palo.

Mario Saint-Supery, en su etapa en El Palo. / @kikoarion

Kiko Fernández es un ferviente seguidor del baloncesto. Él mismo admite que ve mucho más que Mario. "Siempre le he hecho ver que el baloncesto es un juego de cinco, a mí me gustaba mucho Magic Johnson. En El Palo él metía 30 puntos de 35 del equipo y por cada asistencia le daba una chuche. El hecho de que sea de los mejores asistentes del campeonato es muy significativo. Él reparte mucho juego, la gente sólo ve lo que anota. Aunque él no ve, yo veo muchísimo lo paro y lo llamo. Lo hacemos mucho con Rudy Fernández en las ayudas del lado débil", cuenta el padre, que reconoce que de aquí en adelante van a dar un paso más en su carrera. Le ayuda a la familia la cercanía con la jugadora de pádel Bea González, un caso similar pero en otro deporte. "Le hemos inculcado que lo que importa este año, que del futuro nos preocupamos su madre y yo. Yo estoy muy centrado en este año. El objetivo número uno de su vida es estudiar y terminar sus estudios. Nosotros hemos cambiado, al baloncesto le hemos dado mucha prioridad", asegura. 

¿Piensa mucho en el futuro el joven? "Quiere ser jugador profesional, pero no lo piensa. De hecho te diría que no piensa en el ACB. Piensa en el EBA, en trabajar, en mejorar y en disfrutar del camino", expresa el padre: "No tengo ni idea donde va a llegar, está siendo un camino increíble. La palabra carrera no la hemos usado con él porque tiene 16 años. No tiene por qué ser jugador de baloncesto. Tiene claro que ganar es un accidente. A lo mejor nosotros hablamos más si crece algunos centímetros, él quiere ponerse fuerte, por nuestra parte está prohibido, yo le digo que tenga paciencia, se trata de ser el mejor jugador con su físico. Estamos viendo un proyecto de jugador y cuando tenga 18/19 ahí veremos el jugador que puede ser. Yo todavía no tengo claro si va a ser un 1/2 o vaya a ayudar al 3. Me fliparía que fuera 1. Si tengo claro que va a trabajar para ser lo mejor". Es el otro Mario Saint-Supéry, un genio con el don de jugar de maravilla al baloncesto en el cuerpo y en la mente de un niño de 16 años. 

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