Barcelona-málaga

Rendidos a la exquisitez (4-1)

  • El Málaga sólo duró ocho minutos en el Camp Nou, el tiempo en que Iniesta abrió el marcador. Asenjo evitó una goleada mucho más abultada y el Barcelona bajó el pistón ante la facilidad.

Casi no hubo tiempo de soñar, ni de desgajar los planes previstos para intentar descomponer al Barcelona. El Málaga fue ocho minutos de aparente combate en el Camp Nou. Cuando Iniesta hizo trizas cualquier esperanza, el equipo blanquiazul entró por un agujero negro y quedó a merced de la ambición azulgrana, por suerte ayer dosificada. Aun así, los de Guardiola aplicaron el castigo supremo, su fútbol exquisito, efectivo y que configura un panorama de excelsos futbolistas que parecen jugar con esmoquin ante otros desnudos y desesperados corriendo tras el balón intentando tapar sus vergüenzas.

A excepción de Mallorca y Hércules, los únicos supervivientes del Camp Nou esta temporada, el Málaga también se marchó apocado. Consigue este Barcelona que el rival derrotado genere la sensación de haber bajado los brazos antes de empezar el encuentro, haciendo imposible detectar dónde está la línea que separa el martirio azulgrana de la rendición visitante. Sí que cabe achacarle al equipo un mal histórico en el Camp Nou, que apenas fue competitivo un par de veces en más de una década, el año que asaltó el estadio azulgrana (1-2) y la resistencia liderada con Arnau hasta que Ronaldinho engañó con un penalti ficticio al infame Puentes Leira. Recibiendo menor castigo que el Betis, su imagen fue bastante peor que la de los verdiblancos.

La clave estribaba en ver cuánto tiempo sería capaz de aguantar el Málaga con su marco a cero. Iniesta borró la incógnita a los ocho minutos y planteó más pronto de lo esperado el problema supino ante el Barcelona: qué hacer para remontarle un marcador en su casa. O peor aún, inutilizó a los blanquiazules con ese elixir que inocula a su rival cuando consigue estrenar la portería. Por esa parálisis han pasado el Real Madrid, el Atlético, el Valencia... Y comenzó un martirio de 82 minutos, esa eternidad que se cierne cuando el equipo azulgrana tiene la ventaja y el balón en su poder. Quedaron tan aturdidos los de Pellegrini no aparecieron más.

Por la detectada superioridad, quizá también acusando la lesión de Alves, que en este equipo total es perder a un hermano, el Barça dosificó su munición. Si Villa y Pedro abrieron la brecha hasta el descanso fue por sus interminables ganas de diversión; si el agujero no se hizo más grande fue por los méritos de Asenjo ante Messi, a quien frustró dos veces. Fue un Barça de tráfico horizontal y tranquilo, pero incisivo cuando quiso.

Quedaban 45 minutos con el partido resuelto pero un gran problema a cuestas: Messi no había marcado. Estaba por ver hasta qué punto el argentino, siempre insaciable, se encontraba enfadado por ello. El encuentro ofreció una tregua: el equipo blanquiazul no mordió para no enfadar al Barcelona y el equipo de Guardiola no buscó la humillación.

Pero Duda la rompió. Dejó su impronta en Can Barça con un tanto de bandera. Una falta perfecta para su mirilla sacó lo mejor de su zurda, un golpeo seco que se arqueó sobre la barrera y dejó a Valdés plantado en el sitio. Salvada la honra, a los catalanes no les hizo gracia. Volvieron a engrasar la máquina y Villa, el mejor azulgrana anoche, le dio a Asenjo el mismo resultado que la última vez que pisó el Camp Nou. También aquella noche fue el mejor. Y ya se sabe lo que significa que el guardameta sea el más destacado ante un grande.

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