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Con nueve y contra doce (4-3)

  • Frustrante Rubinos Pérez expolió a un Málaga muy valiente y combativo, que sufrió dos rojas pero hasta dos veces remontó en inferioridad Increíble Los de Pellegrini sólo hicieron siete faltas en el encuentro

Gloria al Málaga, nevera a Rubinos Pérez, el mejor de un Valencia casi actor secundario en la pelea blanquiazul contra el colegiado. El equipo de Pellegrini debió salir de Mestalla pisando la alfombra roja a la que le hizo acreedor su fútbol valiente y descarado. Buscó el triunfo desde el arranque, con una gran parada de Guaita a Baptista a los 38 segundos, y sólo pudo ser tumbado en el minuto 90. Empató un 3-2 con nueve hombres, nunca dejó de buscar al meta valencianista e hizo vibrar a Piqué desde su casa. "¡Increíble el Málaga. No me creo que con nueve puedas empatar un partido en Mestalla. Tiene mucho mérito!", twitteó el catalán a poco del final. Pero se marchó expoliado, con sus consejeros levantándose del palco dos minutos antes del final hartos del martillo pilón que fue el silbato de Rubinos Pérez, con Pellegrini, el hombre tranquilo, fuera de sí y expulsado por segunda vez en España, con los dos centrales en la calle, uno en su primera falta y el otro sin haber hecho ninguna. Debió ser un atracón de goles, pero se quedó en un atraco. El Málaga fue un equipo de categoría ante el blanco del Valencia y sucumbió al rojo de Rubinos. Hizo un fútbol de quilates y sólo siete faltas. No hay motivos para tal castigo.

No es fácil disociar el enojo del análisis, básicamente porque ambos van de la mano. En la roja a Demichelis, último hombre y penalti, cabría maldecir más al reglamento, pues ya los once metros parecen suficiente penar. Pero las demás decisiones de Rubinos Pérez fueron tan desastrosas que dieron pábulo a los que pensaron que resultó premeditado. Convirtió un gesto de Helder con el dedo índice en un corte de mangas, obvió las cartulinas para los locales (Aduriz se marchó sin tarjeta tras dos duros plantillazos, uno de los cuales generó en la expulsión de Pellegrini). Y Dealbert hizo penalti a Eliseu en la primera mitad. Todas esas trabas no fueron minando la brava actitud malaguista, que fue capaz de aislarse de la humillación a base de goles, contragolpes letales, un despliegue absoluto. Valiente Pellegrini; ni con diez ni con nueve dejó de tener dos delanteros en el esquema.

Ya en los diez minutos de inicio el Málaga dibujó todos los sueños que se pretenden para este equipo nuevo, un equipo ambicioso sin mirar el rival enfrente ni las gradas arriba. La pronta expulsión de Demichelis amagó con reducir los méritos a los 15 minutos de gloria de Warhol, pero no. Qué va. El conjunto blanquiazul siguió tejiendo un fútbol elegante y rápido y se marchó al descanso volviéndose a adelantar en la primera inferioridad.

Obviamente, Emery revolucionó todo al descanso, no le quedaba otra. Hizo lo lógico, Soldado arriba para fijar a los dos centrales, Banega para dar amplitud a la circulación y Mata a la banda para poner centros más geométricos que los escasos de Jordi Alba. Fue otro equipo. Que obligó a replegarse a los de Pellegrini y que dio la vuelta al electrónico. Era cuestión de tiempo. Pero apareció Recio, para aguantar hasta el momento justo para servir a Baptista la redención que pretendía. Golazo ajustado al poste y golpes de pecho. "Soy Baptista", gritó a la grada. Ya ahí los méritos eran antológicos. Pero la lógica de la superioridad trajo el centro al que se aferró el Valencia para encontrar el milagro. El gran fútbol del Málaga mereció más respeto y mejores réditos.

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