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Poniéndole cara a Garraza

  • La exposición en la galería Isabel Hurley pone de relieve a un artista que dedica su obra a reflexionar acerca del arte y la figura del artista como icono social

Por fin, y gracias a esta exposición, conseguimos poner cara a un pintor del que apenas sabíamos en la península hasta que hace poco. Entonces ocurrió algo parecido a cuando a Ángela de la Cruz se le nominó al Premio Turner por su exposición en el Camden Arts Center, que cundió la sorpresa y el despiste por no haber valorado y manejar toda la información posible sobre una de nuestras artistas en el extranjero. El mainstream artístico patrio salió noqueado. Ciertamente, Kepa Garraza ha sido hasta hace muy poco una figura un tanto misteriosa y con una obra casi inaccesible. Sabíamos que había estado prácticamente desde los primeros setenta en todos los escenarios del arte, desde Nueva York a Berlín pasando por Londres, compartiendo momentos con los más importantes artistas y personalidades de las últimas cuatro décadas. Todas las imágenes aquí recogidas por orden cronológico, de un veinteañero Garraza al maduro sexagenario que ahora es, certifican esa suerte de omnipresencia: su amistad con artistas como Schnabel, Bacon, Basquiat, Hirst, Haring, Koons o Barney; las juergas con Iggy Pop, Mick Jagger y Martin Kippenberger; el posible affaire con Kate Moss, lametón incluido (la imagen no engaña), ¿o era un posado robado?; la asistencia a galas solidarias de la mano de Claudia Schiffer o Lady Di; momentos de complicidad en el estudio de Joseph Beuys o en la Factory junto a Warhol; sus relaciones con los influyentes y poderosísimos David Rockefeller, Donald Trump, Charles Saatchi o Leo Castelli.Todo lo que cabe esperar de un gran artista, o cuanto menos de un artista mediático.

La vida social, la trama de amistades, desde luego no han hecho de Kepa Garraza un artista nacido bajo el signo de Saturno. Frente a la melancolía y lo atormentado -demodé absoluto-, el glamour, los saraos y las farras.

Estimado lector, todo lo que hasta aquí ha leído es una farsa. Todo no, casi todo (lo de De la Cruz y la melancolía saturniana es cierto). A veces, la escritura se convierte en un acto de mimetismo, de modo que este crítico ha decidido secundar la fabulación, la farsa, lo apropiacionista de la estrategia del pintor Kepa Garraza. Sí, existe, no se me líen (nació en Berango en 1979), aunque haya simulado un (otro) Garraza nacido en los cincuenta y con una vida de verdadero frenesí social.

Garraza viene consagrando su obra a una reflexión acerca del arte y, especialmente, acerca de la figura del artista. En esta ocasión, el pintor vasco se centra en el artista como icono, como figura de relevancia social; al margen queda cómo se obtiene esa relevancia, si es por lo que de indispensable y trascendental tiene su obra para la Humanidad y la propia Historia del Arte, por mediación e intereses del establishment artístico o por la pericia del artista para manejar los tiempos y resortes de los medios y estructuras. Como pueden intuir, a la luz de la frase anterior, en este proyecto verdaderamente divertido e irónico, subyace la que puede ser una carga crítica a la figura del artista mediático y de los actores y poderes que intervienen en el ecosistema del arte. No conocemos la obra de ese popularísimo Garraza, parece ser lo menos importante. Pero es un tipo con suerte. No creo que sea casual la elección de algunos autores junto a los que se autorretrata a diferentes edades; autores en algunos casos controvertidos o que han hecho de su imagen pública y de su vida social una extensión de su faceta artística. Sin embargo, en su primer proyecto, Fallen Angels (2006-07), recreaba los escenarios en los que artistas de todos los tiempos habían muerto de una manera trágica o bien decidiendo poner fin a sus vidas pues parecían no tener sentido. Garraza vislumbraba el lado atormentado del creador, lo contrario a lo que ahora hace, y se adelantaba, en cierto modo, a la poética que ha desarrollado Dexter Dalwood, quien imagina los míticos lugares donde personalidades han muerto.

Por si no he sido lo suficientemente claro, Garraza se mimetiza según el tiempo y el entorno en el que se autorretrata. Se apropia pictóricamente de fotografías de esos personajes en las que se inserta, pasando a posar junto a ellos con una evidente complicidad, siempre en actos públicos, sociales y de puro y dislocado esparcimiento. Para ello, en pos de la verosimilitud, el artista rejuvenece y envejece o acepta las modas imperantes al cambiar el vestuario o corte de pelo. Su pintura es, por tanto, de clara raíz fotográfica, llegando incluso a jugar con el blanco y negro en las que recrea los años más alejados.

Aunque dentro de las prácticas de camuflaje, mimetismo y ocultación, como síntomas sociales, que caracterizan el arte último -fundamental es el estudio Camuflajes de Maite Méndez en Siruela-, la noción del disfraz es una estrategia análoga. En rigor, Garraza no se apropia de la identidad de otros ni se disfraza, como harían Yasumasa Morimura, Cindy Sherman o Richard Prince al replicar obras de arte o imágenes publicitarias e históricas, ni siquiera crea una suerte de heterónimo o alter ego como pudieron hacer Duchamp con Rrose Sélavy o Dalí con Avida Dollars. Garraza se adentra en unos terrenos próximos a la ucronía. Esto es, que reconstruye el pasado, una biografía, la vida de un pintor que lleva su mismo nombre, de modo que origina un posible relato histórico que podría haber sucedido. Para ello, llega a apoyarse en sendas portadas de revistas que hagan pasar por verdadero ese perfil vital del Garraza ucrónico; portadas que anuncian la importancia del personaje. El que esto escribe no puede evitar rememorar la farsa o broma que originó el escritor Max Aub en 1958. Con ayuda de su pequeña hija hizo pinturas y cuadernos de un tal Jusep Torres Campalans, supuesto pintor del que hizo una exposición en México y publicó una biografía que lo situaba junto a Picasso y Braque en el nacimiento del cubismo. Ese relato ficticio, toda una suerte de descubrimiento, hizo que se cernieran dudas sobre el origen mismo de tan capital estilo pictórico.

Lo burlón y la incontenible sonrisa que nos procura Garraza no pueden silenciar ciertos temores y dudas: ¿Qué es el éxito en el mundo del arte? ¿Artistas o celebrities?

Escuela de San Telmo Galería Isabel Hurley. Paseo de Reding 39-bajo, Málaga. Hasta el 30 de junio.

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