Cultura

Fuengirola exhibe la visión del mundo taurino de Picasso y Goya

  • Un total de 66 ilustraciones muestran la relación del hombre y el animal

La Tauromaquia de Goya y Picasso es el título de la nueva exposición de grabados que acogió ayer la Casa de la Cultura de Fuengirola y que estará presente hasta el próximo 27 de noviembre. En horario de 9:30 a 14:00 y de 16:30 a 22:00 los interesados podrán disfrutar de una muestra única e irrepetible de los pintores más universales de la historia que ofrece una visión artística del mundo del toreo. La exhibición, por cortesía de Banca March, cuenta con un total de 66 ilustraciones, de las cuales 40 pertenecen a Francisco de Goya y 26 al malagueño Pablo Ruiz Picasso, artistas que, a pesar de tener diferentes estilos, han centrado su temática dentro de la cultura española en el enfrentamiento entre el hombre y el animal.

En el caso de Goya (1746-1828) la razón por la que optó por esta temática pudo ser el regreso de Fernando VII en el año 1814 y su persecución a los afrancesados. Debido al impedimento de publicar una serie de grabados denominada Desastres empezó a dibujar sobre otros asuntos que no tuvieran ningún compromiso político, pero que a la vez estuvieran muy ligados a la cultura española. La serie que ahora se puede ver en Fuengirola data entre los años 1814 y 1816, que estuvieron a la venta en octubre de 1816. De hecho el pintor consiguió llegar a los matadores de mayor renombre como Martincho y Pedro Romero, entre muchos otros. La colección de grabados de este pintor finaliza con la trágica muerte de uno de los matadores, Pedro Illo, que tuvo lugar en la plaza de Madrid el 11 de mayo de 1801.

Por su parte, Pablo Picasso (1881-1973), también ilustró la figura de Pepe Illo en el año 1959 mediante la muestra La Tauromaquia o el Arte de Torear, reeditado por Gustavo Gili. Para el artista malagueño el mundo de los matadores de toros no era nada desconocido, ya que formaban parte de su vida, tanto la que vivió en España como más tarde en Francia. Sus grabados se realizaron en el año 1957 después de asistir a una corrida de toros en la plaza de Arles, donde por fin pudo reflejar lo que siempre le había llamado la atención: los juegos de sol y sombra y el rito de la tradición de la tauromaquia.

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