Luces y sombras

Antonio Méndez

Un tren que suena a quimera

NO debería primar en la política el paisanaje pero no hay un solo dirigente que no te reconozca que, por ejemplo, contar con un ministro en el Gobierno supone una bicoca. Y si está al frente de una cartera con posibles, mejor. Supongo que será irrepetible para Málaga una etapa similar a la que se vivió con Magdalena Álvarez al frente de Fomento.

La provincia avanzó en esos años varias décadas. Pese a la compleja personalidad de la política malagueña y su estilo del "conmigo o contra mí". Ahí están el AVE, el nuevo aeropuerto, la hiperronda, el provisional tercer carril de la ronda Este, la circunvalación de San Pedro, el desdoblamiento casi total del Cercanías a Fuengirola y la autopista de peaje de Las Pedrizas. Hasta la reforma del mercado de Atarazanas se hizo con cargo a sus fondos en esa orgía económica vivida en esa etapa de bonanza. Sólo quedó pendiente el carril para autobuses desde Torremolinos. Sería de ilusos atribuirle sólo a ella el mérito de la lluvia de infraestructuras que hemos disfrutado, porque casi todas esas actuaciones necesitan varios lustros para gestarse y conseguir su ejecución pero en su periodo se terminaron o lograron encarrilarse de tal forma que no hubo posibilidad de dar marcha atrás cuando llegó la crisis porque el daño hubiera sido mayor.

Sólo quedó pendiente el acuerdo sobre el tren litoral, aunque también cumplió su parte del pacto inicial alcanzado por la Junta. Era al Gobierno andaluz al que le correspondía ejecutar el nuevo tramo desde Fuengirola a Marbella. Pero a la hora de la verdad se decidió que mejor apostar por una conexión de alta velocidad que por un Cercanías, como siempre defendió Fomento con su ministra a la cabeza, que no quiso firmar un nuevo acuerdo.

Al final el uno por el otro y esta vía se ha quedado sin barrer. Luego llegó un ministro de Fomento que miró hacia el norte. Su plan de infraestructuras excluía el paso por la costa del corredor mediterráneo que desemboca en el río Guadalquivir. Tras la protesta se ha intentado modificarlo. Pero Bruselas no admite a los gobiernos cambalaches de conveniencia. No parece una postura muy seria. El tren suena a quimera.

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