José Luis Toledo / / Responsable De Comunicación Del Área De Seguridad Del Ayuntamiento

Al policía local Álvaro Giral

OCURRIÓ de madrugada. La casualidad, el sino..., hizo que lo que iban a ser dos parejas de policías locales en el turno de noche del Distrito Cruz Humilladero se convirtiera en un trío. El cuarto agente sufrió un contratiempo. Los otros tres realizaban su labor de patrullaje como otras tantas veces. Venían de Guadalmar, donde un jugador de baloncesto se encontraba implicado en un caso de presuntos malos tratos hacia su pareja, cuando observaron como un todoterreno había sufrido un accidente y se encontraba en la mediana de la avenida Andrés Llordén, a la altura del Carrefour Alameda.

Acudieron en auxilio del conductor. Tomaron todas las medidas de seguridad oportunas y avisaron a la grúa, que llegó instantes después. Todos los vehículos que por allí pasaron lo hicieron sin problemas. Todos, menos uno. Se trataba de un conductor novel que dio positivo por alcoholemia. A pesar de que aquello parecía una feria: luces de la grúa y del vehículo patrulla, reflectantes, linternas también reflectantes, conos..., el conductor impactó primero contra el coche policial y éste, a su vez, contra uno de los agentes que tomaba medidas de los daños ocasionados en el quitamiedos. Salió lanzado y sufrió la rotura del peroné.

Luego, sin dejar huella de frenada, llegó culebreando hasta Álvaro, al que atropelló contra la grúa, a la cual estaba auxiliando. Perdió masa muscular del gemelo y cayó a plomo al suelo. Perdió mucha sangre. Al principio parecía que iba a ser necesario amputarle la pierna. La intervención médica resultó vital para evitarlo y su posterior recuperación. Después de aquella vinieron otras muchas operaciones.

Al principio, casi nadie creía que Álvaro volvería a vestir el uniforme. Casi nadie, excepto él. Desde el primer día dijo que se repondría y que sería policía. Ese era su sueño, por el que había luchado, y no estaba dispuesto a dejarlo pasar. Después de su particular calvario, Álvaro cumplió su promesa. Y así, hasta el día de hoy. Si alguien se merece esta condecoración y representa los valores que conlleva el enfundarse este uniforme, es él.

El tercer agente, el que resultó milagrosamente ileso, nunca olvidará, al igual que sus otros dos compañeros, lo ocurrido la madrugada del viernes al sábado del 15 de noviembre de 2003.

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