EL alcalde de Málaga ha aprovechado el debate de esta semana sobre el Estado de la Ciudad para anunciar un proyecto que como mínimo podemos calificar de ilusionante: el deseo de que la capital de la Costa del Sol acoja una gran muestra internacional dedicada a los avances de las nuevas tecnologías. Una iniciativa a largo plazo oportuna y de acuerdo con las potencialidades y los valores que la ciudad pretende proyectar en el exterior. Por supuesto que la propuesta de Francisco de la Torre en el pleno del Ayuntamiento es una simple declaración de intenciones y que el recorrido que falta es muy largo. Pero el anuncio se realizó en el foro adecuado y también en sus justos términos. El regidor evitó dar detalles y emplazó a un acuerdo con la oposición y la sociedad malagueña sin el cual sería absurdo embarcarse en una iniciativa de esta magnitud, que además precisa del respaldo del Gobierno central y de la Junta antes de presentar la candidatura ante el Bureau International des Expositions (BIE) en París. La expo de Málaga no sería posible antes de 2023, porque es necesario que transcurran al menos quince años desde la última vez que España acogiera un evento de esta naturaleza y Zaragoza ha sido este año escenario de uno similar. Pero esa circunstancia no debe ser obstáculo para que los responsables de liderar esta actuación no comiencen a trabajar de inmediato en ella. Es más, puede favorecer que escape de la perversa lucha partidista de miras cortoplacistas. El escepticismo fue una de las reacciones más comunes que este periódico pudo comprobar cuando preguntó por la acogida de esta idea. Y ése es el principal impedimento que hay que superar ahora. Son muchos los planes, los proyectos y las promesas capaces de despertar la ilusión en Málaga que tras el descorche del oportuno anuncio oficial tuvieron un corto y frustrante trayecto hasta aterrizar en el cajón del olvido. Es lícito por tanto el poso de desconfianza que se percibe, pero también grande la expectación generada y la posibilidad de que con esfuerzo se traduzca en entusiasmo. ¿Quién puede oponerse a que Málaga se convierta por unos meses en la sede universal en la que el futuro nos desvelará sus cartas?

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