Letra pequeña

Javier Navas

Silicona en la cerradura

SE puede cerrar un Ayuntamiento, aunque sea por quiebra? ¿Se le puede poner el candado a un local donde por lo normal quienes están fuera quieren entrar y quienes están dentro no quieren salir? Es la intención de Francisco Ruiz, alcalde de Gaucín. La institución a su cargo anda tan mal de dinero que o la salvan otras instituciones -el Estado, la Diputación, la Junta, Cáritas Diocesana, la protectora de animales- o echa la llave. Ni nacionalistas cazurros ni nadie; el que de verdad va a pinchar la pelota si no se juega como a él le gustaría es Ruiz. Con un par.

Declarar el tinglado público en bancarrota viene de lejos. Felipe II presentó la suspensión de pagos de la Hacienda Real tres veces, pero fue lo bastante listo como para reanimar posteriormente el cadáver con préstamos extranjeros y estrujando a la Iglesia. Y tenía la dignidad de no llorarle a la Junta. O pensemos bien: Ruiz no amenaza, sólo quiere poner orden sellando el local, que nada se cuele ni escape para recuperar la compostura, eliminar el caos, la entropía consistorial. Quizá crea que el modelo perfecto para su Ayuntamiento (un alcalde que decide cerrarlo sólo puede pensar que el Ayuntamiento es suyo) es atrancar la puerta desde dentro, quedándose solo para subir el volumen del hilo musical a su antojo, acabar con la última taza de café sin necesidad de reponer la cafetera, chorrarse por los pasillos subido a la silla con ruedas y hurgarse libremente la nariz en el Salón de Plenos. Sin más contacto con el exterior que el móvil, internet y el balcón del edificio para dar explicaciones al pueblo en plan Pepe Isbert. En caso de que esté interesado en explicaciones. El alcalde o el pueblo, tanto da.

Lo de cerrar un Ayuntamiento suena a fantasmada. Lógico, pues las casas consistoriales siempre han tenido algo de casa fantasma. Uno no puede montar su negocio, dar puestos de trabajo y luego declararlo en quiebra sin buenas justificaciones. Los sindicatos te comen, y con razón. Una empresa privada tiene una función social: sacas dinero ofreciendo un producto a la comunidad, la comunidad se beneficia de tu producto, proporcionas empleo, los empleados te proporcionan riqueza... Pero que hago hablando de empresas, productos y empleos. Lo de Gaucín es un Ayuntamiento, la institución pública por definición. Se dice que los ciudadanos la consideran la más cercana, incluso cuando han de soportar su halitosis. Un alcalde no lo cierra como el proverbial cortijo; hasta para cerrar un cortijo hay que llegar a una situación extrema. Si Ruiz no es capaz de gestionarlo para facilitar la vida a los vecinos, ha fracasado. Pero si lo hunde su gestión no sólo ha sido inútil: ha sido dañina. Y eso comporta responsabilidades. A lo mejor tapiar la puerta y cegar las ventanas no es del todo una mala idea; siempre que quienes lo llevaron a un estado tan crítico se queden dentro.

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