Play off · previa

Sin red pero con fe

  • El Unicaja pretende ratificar en 40 minutos el trabajo de ocho meses ante un combativo Gran Canaria desprovisto de presión Se espera ambientazo

"Win or go home", es un recurrente lema en los play off de la NBA, en plena efervescencia antes de la final que empieza este jueves, Miami-San Antonio. La versión española del "ganar o para casa" americano se vive esta noche en el Carpena con un Unicaja-Gran Canaria que revive la angustia previa a las grandes alegrías. Sólo se saborea un triunfo si antes hay inquietud y dolor de estómago. "Cuando dejó de molestarme la barriga antes de los partidos y ya no me ponía nervioso entendí que se había acabado", decía Zan Tabak, varios años técnico ayudante de Joan Plaza, cuando se retiró.

Ahora que se acerca un Mundial de fútbol, también está el trascendente "Vincere o morire" que Mussolini mandaba por telegrama a sus jugadores antes de cada partido del Mundial de Francia en 1938, que acabó con el segundo título azzurro de la historia tras derrotar a Hungría (4-2). Tras la final, el portero magiar, Szabo, dijo aquello de "me han metido cuatro goles, pero al menos he salvado 11 vidas". Para que vean que lo que hoy parece que se nos va de los manos, las pasiones que desata el deporte, no era muy distino un siglo atrás.

Evidentemente, y afortunadamente, no hay un Mussolini que mande telegramas al vestuario del Unicaja. Pero sí existe la necesidad y la pasión por jugar las semifinales de la Liga Endesa, donde el Unicaja no pisa desde 2010. En la década previa sólo no se estuvo entre los cuatro mejores de España en 2007, año en el que se fue el tercer mejor de Europa. Pero esa fiabilidad, que se valora más ahora cuando no se exhibe, se evaporó. El trabajo de Joan Plaza y sus jugadores ha sido merecedor de un lugar entre los cuatro mejores. Por victorias, por juego. También porque la ACB necesita a un Unicaja potente y cabecero. Sin menoscabo de un enorme Gran Canaria que ha realizado una temporada soberbia y que hoy no venderá sencillo el triunfo. Desde los bases vestidos de diablillos amarillos, Oliver y Bellas, hasta el gigante Tavares, un bloque con empaque y sólido, que sabe competir con denuedo y que niega cualquier derrota por amplio margen.

En el vestuario cajista existe plena consciencia de lo que hoy se pone sobre el parqué. La sensación colectiva es que se dejó escapar una oportunidad dorada en el Gran Canaria Arena, pero la certeza es que el trabajo de ocho meses ha valido para que este partido se juegue hoy aquí, en el Carpena, y no en otro lado. Sería injusto decir que todo el trabajo de la temporada se juega en 40 minutos, pero es verdad que la nota final sí que depende de lo que acontezca esta noche sobre las tablas del Palacio. Tras tantos meses entre los cuatro mejores, no ocupar ese lugar ni en la Copa ni en la Liga dejaría un cuerpo extraño en una temporada en la que se ha recuperado el hábito de la victoria continuada.

La mentalización va por ese camino y tanto Plaza como los jugadores se han preocupado de solicitar por los distintos cauces que el Carpena sea hoy la pista que conocieron un día como rivales. En esencia, más que la cantidad, que se valora mucho, se aprecia la intensidad de los que pueblen hoy las gradas. Si dan un giro más de tuerca a lo que apoyaron el pasado jueves todo será más sencillo. Es decir, más vale 8.000 enchufados que 10.000 pasivos.

Pero, por más que se solicite apoyo y éste sea influyente, el partido se gana en el 28x15 y en los banquillos. Ya no quedan demasiadas naves por quemar ni demasiadas tretas que inventar. Dos equipos que se han jugado su supervivencia en dos partidos a cara de perro en pocos días no han escondido demasiado. El Granger imperial de los dos primeros encuentros es un factor absolutamente determinante, por más que necesite un relevo de calidad de Calloway para combatir a dupla Oliver-Bellas. Igualmente se necesita a la muñeca engrasada de Toolson, la sapiencia de Vidal, el brío de Urtasun, la intendencia de Suárez, el talento de Kuzminskas, la determinación de Caner-Medley, la pincelada de Sabonis, la frescura de Hettsheimeir, el poderío de Fran y el trabajo lustroso de Stimac. Y la clarividencia de Joan Plaza. Todo aderezado con el público tejerá una red que no existe para multiplicar la fe en el pase a semifinales. Este equipo se lo ha merecido durante ocho meses. Debe demostrarlo en 40 minutos.

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