Crítica de Teatro

La mujer, instrumento espléndido

En 1984, Ingmar Bergman estrenó Después del ensayo. En esta película conocemos a un viejo director de teatro que se enfrenta a dos actrices: Ana, su actual protagonista y Raquel, el fantasma de su madre. Bergman era ya uno de los grandes exponentes del cine de autor.

Sin embargo, ya entonces habían salido voces disonantes. Autoras como Joan Mellen, Pauline Kael o Birgitta Steene pusieron en jaque su representación de la mujer: protagonistas histéricas o hiper-emotivas, que fracasan porque son incapaces de satisfacer su sexualidad femenina. En su cine, las mujeres son instrumentos espléndidos que sirven para articular una construcción masculina de la subjetividad femenina.

Esta adaptación teatral es un fiel reflejo de la original, con una puesta en escena convencional de un drama de alcoba. Emilio Gutiérrez Caba se convierte en el trasunto de Bergman, con un cansancio vital que a veces es del personaje y a veces del actor. Chusa Barbero irrumpe con un ritmo necesario en el segundo acto, dando vida a Raquel (mujer-instrumento uno), una actriz alcoholizada porque es demasiado mayor y su único recurso es ofrecer su cuerpo al director. Rocío Peláez está a la altura del resto del elenco, encarnando a Ana (mujer-instrumento dos), celosa de las actrices que la han precedido o precederán y que también quiere tener sexo con el director por el bien de su carrera. Entre tanto frenesí e interés sexual por el anciano, irrumpe una voz en off que revela los pensamientos de él y descubre que en realidad las detesta a ambas.

A estas alturas, me pregunto si era necesario respetar tanto una dramatugia en la que los personajes femeninos son tan denostados. Ojalá se hubiera "profanado el texto y violado al autor" (como dice disfrutar nuestro director) en busca de unos personajes más poliédricos. Aunque el amor al teatro que emana el texto, al menos eso, sí lo compartimos.

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