Cultura

"El silencio es hoy apenas un concepto, es imposible encontrarlo; sólo hay ruido"

  • El músico italiano, una de las máximas figuras del minimalismo y el paisaje contemporáneo, llega el lunes al Teatro Cervantes con 'Piano solo', el formato al que ha dedicado sus mayores esfuerzos en la última década

Ludovico Einaudi (Turín, 1955) es uno de esos músicos a los que le llueven las etiquetas, aunque él prefiere evitarlas. A lo largo de sus treinta años de trayectoria ha compuesto piezas para piano, para orquesta, de cámara, para cine, teatro y ballet, hasta convertirse en referente internacional para la música clásica, la música contemporánea, el minimalismo y el new age. Públicos adscritos a todas estas tendencias han aplaudido sus obras en los primeros escenarios del mundo (su legendario concierto de 2003 en La Scala fue registrado en uno de sus álbumes más emblemáticos), y aunque Einaudi únicamente ha mostrado cierta simpatía por su definición como minimalista, su música constituye todo un reto para los amantes de la clasificación. El próximo lunes 26 a las 21:00 comparecerá en el Teatro Cervantes con Piano solo, un formato desnudo al que desde la publicación de I Giorni en 2001 ha dedicado sus mayores esfuerzos.

-¿Se siente un músico más clásico cuando sale solo al escenario, o tal vez más contemporáneo?

-No lo sé. Cuando toco no pienso en etiquetas, sólo en la música. No presto atención a cómo llamar al lenguaje, sino al lenguaje. No me interesa meter la música en cajas.

-Usted ha compuesto mucha música para cine y teatro, pero ¿piensa siempre en imágenes cuando escribe sus partituras?

-No tanto en imágenes, sino en conceptos. Continuamente obtengo motivos de inspiración en el pensamiento de los grandes filósofos, como Heráclito. Lo que más me interesa de este pensamiento es el modo en que su interpretación del mundo se ajusta como un guante a la actualidad. Es algo seductor.

-Heráclito afirmó que nadie puede sumergirse dos veces en el mismo río. ¿Puede alguien escuchar dos veces la misma música?

-Seguramente, no. Cada escucha es desde luego diferente, porque nunca pueden darse dos interpretaciones iguales. Y también porque cada persona muestra en el fondo una disposición distinta a la hora de escuchar música, aunque esa música sea la misma.

-¿Y no cree que el estudio de grabación ha terminado liquidando esa espontaneidad, al menos en una música de inspiración clásica como la suya?

-No lo creo. Un disco representa una forma muy distinta de conexión con el público. No tiene nada que ver con tocar el directo, es una experiencia, si quieres, más lineal. Pero no creo que lo uno vaya en detrimento de lo otro.

-El silencio constituye un elemento fundamental en su obra. Quizá, de hecho, contiene los momentos más reflexivos. ¿Piensa en cada silencio del mismo modo en que piensa en cada nota?

-Sí. La idea de que algo no termine de expresarse del todo, de que una parte se quede dentro, añade a la música una dosis importante de misterio, y eso ayuda mucho a conectar con el oyente. Es una especie de estrategia, sólo que forma parte del mismo lenguaje.

-Pero imagino que el silencio del estudio o el que le acompaña durante la composición es muy distinto al que percibe usted en el escenario, donde el sonido que emite el público no se apaga nunca, por contenido que sea.

-Así es. Pero el silencio no es sólo imposible en el teatro, es que, directamente, no existe. Es muy difícil, por no decir imposible, encontrar algo de silencio hoy día. Apenas se trata de un concepto, sólo eso. Hay ruido por todas partes, y nadie puede abstraerse.

-¿Y no le inspira también el ruido? ¿Cree que podría hacerlo al menos en el futuro, como ambiente propio de la vida cotidiana?

-Sí, puede ser. Hace poco, de hecho, estuve leyendo unas entrevistas con John Cage en las que reflexionaba sobre eso, sobre el interés que tenía en incluir en su música algunas nociones de ruido a modo de acercamiento a la realidad. No descarto hacerlo, por qué no.

-Antes hablábamos sobre imágenes y conceptos, pero también ha compuesto usted música para ballet. ¿Cree, de todas formas, que la música está asociada al movimiento en todas sus formas?

-Sí. La música está íntimamente conectada al movimiento. Es un fenómeno presente en todas las culturas, también en aquéllas donde presuntamente se da una mayor separación entre danza y ejecución instrumental. El mero hecho de tocar un instrumento ya implica la puesta en marcha de un movimiento que se produce a instancias del ritmo. Así que no creo que pueda entenderse lo uno sin lo otro.

-¿A qué compositores, clásicos o contemporáneos, señalaría usted como sus maestros?

-Es difícil responder a eso. Durante mi periodo de formación estudié algunos años junto al compositor Luciano Berio, y aunque mi música tiene poco que ver con la suya, ya que él se acerca mucho más a la experimentación y a la electrónica, me enseñó un montón de cosas importantes, especialmente en lo relativo a la expresión musical de distintas culturas. Él me inculcó una visión de lo universal y lo particular que me ha sido muy útil.

-La crítica se empeña en distinguir en su obra una mirada a la música popular. ¿Comparte esta idea?

-El término música popular hace referencia a un término muy vasto, en el que caben demasiadas cosas, así que tal vez me sienta próximo a algunas y alejado de otras. Lo que en Europa pasa por popular, por ejemplo, no tiene nada que ver con la música popular de África, donde he pasado varias temporadas y de cuya tradición he aprendido mucho. El pop es una evolución lógica de esta tradición. Me gustan mucho The Beatles, pero insisto, hablamos de un mismo abecedario para muchos lenguajes distintos.

-¿Cómo puede contribuir la música en esta época de cambios?

-Proponiendo una visión justa, hermosa y adecuada del mundo.

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