Réquiem con piano en el patio
La casa en la que hace medio siglo fundó el PSA es un hotel de cuatro estrellas Adiós al partido que encargó el logotipo a Alberto Corazón
"El pasado tiene un futuro con el que nunca contamos". La frase pertenece a la novela Así empieza lo malo, que Javier Marías sitúa en la España de 1980. Ese año conoció José Luis Villar a Alejandro Rojas-Marcos. "El 11 de agosto cogí mi bandera y el autobús de La Línea y me fui a Ronda, donde el PSA conmemoraba el aniversario del fusilamiento de Blas Infante". En Ronda, Alejandro le firmó un ejemplar de La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado Libre de Andalucía, libro del notario de Casares que se convirtió en biblia del andalucismo.
Con los años, aquel andalucista barbilampiño, "cuatro días después cumplí veinte años", se convirtió en la mano derecha de Rojas-Marcos. Portavoz andalucista cuando éste llegó a la Alcaldía tras las municipales de 1991, martillo de herejes cuando le relevó Soledad Becerril. Hay un poso sentimental en la política al evaporarse sus utopías. Villar volvió ayer a ser portavoz oficioso cuando apareció Alejandro pletórico de memoria y de cuádriceps. "Ha estado machacándose en el gimnasio".
La casa donde hace cincuenta años, en 1965, Alejandro Rojas-Marcos y otros cuatro locos pusieron las bases del Partido Socialista Andaluz, es desde hace un mes el hotel de cuatro estrellas Casas de El Arenal. Mientras el líder del andalucismo se sometía a sus propias preguntas, "¿cómo dice usted eso?", dos limpiadoras tocaban con los nudillos en la habitación 17. El hotel cuenta con 27 habitaciones y una clientela internacional, a juzgar por algunos de los periódicos repartidos por las mesas: un ejemplar de The Times, otro del The Mail con Jeremy Corbyn en la portada.
Corbyn es un político que llega y Alejandro uno que se va. Perder es cuestión de método. Así tituló el colombiano Santiago Gamboa una novela muy celebrada. A la derrota la llama Rojas-Marcos dignidad. Bodas de oro y funeral sin Hugh Grant en los carteles. Un piano en uno de los patios, por si alguien se atreve a interpretar las notas de un réquiem. El hotel lo apadrina la Fundación Alhambra, que fundó Rojas-Marcos en 1982, tras una de sus dimisiones. Un guiño a la ciudad de Granada cuya permuta en el cambio de cromos de 1979 le dio al PSA la Alcaldía de Sevilla, el Alamo de Alfonso y Felipe.
El PSA se fundó en lo que era el despacho de Alejandro Rojas-Marcos Díaz de la Cortina, padre del político andalucista. Está en la calle Castelar, el último de los cuatro presidentes de la Primera República de once meses de vida, hasta que Pavía entró en el Congreso. A Rojas-Marcos le tocó vivir la entrada de Tejero. Como en la fundación, también eran cinco los diputados andalucistas. No es ése el origen del logotipo del extinto partido. Primero fue un olivo, después una mano abierta, finalmente un diseño de Alberto Corazón. La despedida le da un poso de melancolía a la vieja casa, al nuevo hotel, con esa fragancia decadente de la casa de los Gentile que Alfonso Grosso retrataba en Florido Mayo.
Beatriz Igartua, esposa de Alejandro, observa discreta el oráculo de Castelar. Apellido de futbolista rubio del Athletic, hermana de un Igartua que jugó al balonmano y fue olímpico en 1972. El año en el que Paco Cortijo fechó el cuadro del peón de albañil, Belmonte proletario, de la colección de pinturas de la casa. Hay en las hemerotecas estampas impagables: Alejandro echado a la piscina vestido en el Mundial de Natación; llevado en volandas tocando el tambor cuando el Betis subió en 1994; sirviendo mojitos en el festival de las Naciones que cinco alcaldes después vuelve, como Ilona, con la lluvia.
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