Bienal de flamenco

La vieja escuela de la fusión

  • El Auditorio de la Cartuja acoge esta noche un concierto colectivo con algunos de los grupos y solistas emblemáticos del llamado 'rock andaluz', entre ellos Smash, Lole Montoya, Pata Negra y Alameda

El paso de los años ha acabado confiriendo al llamado rock andaluz, dudoso desde su misma denominación, un espejismo de cohesión. Unidos indiscutiblemente sólo por su origen geográfico, y a partir de finales de los años 60, una serie de grupos y solistas tuvieron la valentía de sortear las celosas ortodoxias del flamenco y del rock para fabricar un híbrido entre los dos ámbitos. Los resultados fueron desiguales; también la manera de envejecer de cada uno de ellos. Distintos fueron asimismo sus puntos de partida: desde la psicodelia al blues, desde el jazz fusión de bandas como Weather Report al rock progresivo o sinfónico, desde los ligeros exotismos árabe e indio a las estructuras breves y cerradas del pop.

La Bienal de Flamenco rinde este año homenaje a toda una generación de "pioneros", como la mayoría de ellos se definen, representados esta noche, en el Auditorio de la Cartuja (23:00), por Lole Montoya, Cai, Guadalquivir, Tabletom, Imán, Alameda, Pata Negra, Smash (con Manuel Molina como invitado) y la "colaboración especial" de Eduardo Rodríguez Rodway, único superviviente de la formación original de Triana, la banda que abanderó el movimiento con particular carisma y exportó el sonido al resto del país. Aunque hubo señales bastante más tempranas (Smash estaba ya en activo en 1967), Sombra y luz, el tercer álbum de la banda sevillana, fue uno de los avisos más exitosos de este temblor en la música popular, cuyos goznes saltarían por los aires con el portazo que supuso La leyenda del tiempo, de Camarón, editado el mismo año, 1979.

"Ni el rock ni el flamenco que escuchamos ahora serían como son si no hubieran existido estos músicos", dice Domingo González, director de la Bienal. A su lado están Antonio Smash, Henrik Liebgott y Gualberto García y Manuel Molina (Smash), Lole Montoya, Manuel Imán y Roberto González, cantante de los malagueños Tabletom. "Puede que no seamos los mejores, pero sí somos los abuelos", dice Molina. Su compañera de viaje en Lole y Manuel se siente "orgullosa de haber allanado un camino" hecho "entre todos" y en "tiempos que no fueron fáciles".

Ese "capital artístico", en palabras de Imán, "ahora no sabe aprovecharse", opina Manuel Molina. "La culpa -sigue- no la tienen los músicos, sino las casas de discos, que no entienden que no se trata de mezclar, sino de fundir, de haber mamado la música desde pequeños. También falta miedo bonito, ese miedo que se tiene cuando se hace algo con mucha dedicación. Cuando se te quita ese miedo, ya puedes montar una zapatería".

Hoy, en este "bonito reencuentro con los amigos", como lo llama Gualberto, tendrán en el recuerdo a algunos de los ilustres desaparecidos de este movimiento, entre ellos el inefable Silvio y Jesús de la Rosa, fallecido en accidente de tráfico en octubre de 1983, suceso que precipitó el final de Triana y dio a su cantante, teclista y compositor el estatuto de estandarte trágico y atemporal del rock andaluz. Antonio Smash, por su parte, anuncia "algunas novedades y algunas sorpresas", pero no precisa más, al igual que Roberto Tabletom, que afirma -no queda claro si en broma- que no sabe todavía lo que hará su grupo sobre el escenario del Auditorio.

"¿Jóvenes? Sí, un montón. Sobrinos y nietos tenemos casi todos", dice entre carcajadas el cantante malagueño sobre el público que espera ver esta noche en el concierto-homenaje. Parece reconocer, sin decirlo, el extraordinario peso de la nostalgia en este tipo de reuniones. Otras denuncias que se escuchan en las misma mesa -y que hablan de "productos empaquetados" y "artistas sin personalidad"- confirman que en muchas ocasiones a los "pioneros", quizás por falta de perspectiva, se les nubla la mirada.

En registros muy diferentes, el casi siempre controvertido y a veces espléndido cruce de miradas entre el rock y el flamenco sigue vigente en nuestros días. El caso de Omega, el disco grabado en 1996 por Enrique Morente y Lagartina Nick, es desde entonces un paradigma. También desde coordenadas estrictamente indies ha habido casos sorprendentes, como el de Sr. Chinarro y su giro meridional o el de Los Planetas en La leyenda del espacio, un disco que asume el flamenco en su propia estructura (los palos) por encima de clichés y recursos manoseados. Pero ésta es otra historia. La de hoy va de los comienzos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios