El Betis pincha el globo (0-2)

Málaga-betis

El Málaga se ahoga en su falta de puntería y continuidad ante un rival que sacó petróleo de sus dos únicos tiros a puerta y tuvo en Fabricio a su héroe Fe El equipo no perdió el estilo, pero no halló la inspiración.

Santa Cruz de encara con Salomón Rondón. / Migue Fernández
Santa Cruz de encara con Salomón Rondón. / Migue Fernández
Jl Malo

Málaga, 31 de marzo 2012 - 23:52

Sonaba en la gramola de La Rosaleda el himno de la Champions una y otra vez. Lo de anoche fue como si alguien sacara de cuajo el disco y hoy sólo queda en la cabeza ese súbito sonido rayado. Porque el Betis aguó la fiesta cuando pocos sospechaban que realmente pudiera ocurrir. Los de Mel le cambiaron el cuento a los de Pellegrini y también el final, dieron el cambiazo a las perdices por Fabricio. En él se acabó siempre el partido del Málaga, que jugó en otro carril distinto al de los verdiblancos, un carril lento pero seguro. Justo asido a lo que tanto se le achaca, el oficio, cambió el cable rojo por el negro en su rival.

No es que la tercera plaza diera vértigo, es que casi nada salió bien. Si los de Mel hubieran salido a jugar con sólo dos balas, también habrían ganado. Puede que los de Pellegrini realmente se hubieran enchufado con menos castigo al descanso o acertando con alguno de los muchos melones que le tiraron a Fabricio. Al menos, el equipo nunca se terminó de desgarrar, fue fiel a su manual de estilo más allá de los vaivenes tácticos en el tramo final y no acabó descosido a contragolpes, como suelen terminar estos encuentros.

Puede que un punto de suficiencia sobrevolara la cabeza de todos cuando el equipo se fue aproximando continuamente sin tino ante la meta adversaria. Rondaba el gol, pero los méritos nunca se canjean por tantos en esto del fútbol. La guasa es que tuviera que ser el Betis quien firmara esa sentencia. Beñat endiabló una falta y Rubén Castro apareció entre la bruma con la defensa en calzoncillos. Su cabezazo no desvió la trayectoria, pero sí funcionó como un spray de pimienta en los ojos de Kameni.

La noche volvía a pedir remontada. A diferencia de las cuatro precedentes en los últimos seis partidos, ésta exigía un triple mortal con tirabuzón. Por la distancia de dos goles y por el puyazo sicológico. En seis minutos, el segundo de ellos en la prolongación, el Betis se marchó al descanso con más petróleo que recipientes para contenerlo. La opción de la ruleta rusa estaba en el guión por la propuesta de Mel, aunque los réditos llegaron a balón parado. Dorado recordó aquellas pesadillas de la primera vuelta en las que el Málaga se flagelaba en cada falta lateral, en cada córner.

Los torpedos fueron dolorosos, pero no hundieron el barco. Con Duda por Eliseu en la reanudación, al fin Pellegrini le encomendó una misión de revulsivo, el equipo volvió como un huracán del vestuario. Del campo sólo se usó una mitad, a Fabricio se le acumularon los vecinos en el área. En pleno rugido de La Rosaleda, Duda mandó contra el meta bético lo que todos veían como el inicio de la remontada. También Mel, que enseguida desenfundó a Iriney por Beñat. Otro escudo por una espada. Luego se sabría que en ese remate estaba escondido el punto de inflexión que no llegó.

Duda se intentó redimir con un latigazo que sólo pudo acompañar con la mirada. Ya con Van Nistelrooy para hacer de boya, el estadio empezó a tener más fe que su propio equipo, que se quedó sin la propulsión de un amenazante y tempranero 1-2. Pellegrini vio que el ánimo estaba tan bajo que transformó a Monreal en Buonanotte. No había nada que perder, de ahí la apuesta por cuatro delanteros. Mel, que había alineado otros tantos en el inicio, sólo podía desandar ese camino. Apuntaló el juego con Juanma y Matilla para empatar en acumulación de centros por el embudo.

El Málaga glorioso de marzo sólo fue reconocible a la media hora. En ese tramo empujó al Betis hacia Fabricio, pero con menos tino que siempre y durante apenas cinco minutos de combustión. Isco hizo todo bien menos levantar la cabeza en el área. En Cazorla el problema fue otro, anudarse bien la bota derecha. En dos posiciones de francotirador usó pistola de agua. Tampoco parecía el día para la cabeza. En dos minutos se comprobó que le faltaba tres en uno en el cuello: en el primero lo giró demasiado, en el segundo poco. En el tercero, la última gran oportunidad a siete del final, se acordó de los dos anteriores. Lo que debería recordar el Málaga es cualquier partido anterior al de ayer, apenas un borrón en el mullido colchón europeo que conserva.

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