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Jannik Sinner lleva a hombros a Italia a semifinales de la Copa Davis en Málaga

Jannik Sinner golpea de derecha.

Jannik Sinner golpea de derecha. / ITF

Más de siete horas de eliminatoria, un tobogán de emociones. Las ruidosas hinchadas de Italia, con pegadizos cánticos para cada jugador y una fila de tambores inasequible, y Países Bajos no entienden de madrugones y desde primera hora aprietan. Azul y naranja. También se oyen algunos colegios invitados en la sesión de peor horario de las siete previstas en esta Copa Davis de Málaga. Entre todo emerge la esbelta figura de Jannik Sinner, el niño que iba para esquiador, nacido en la frontera con Austria, en San Cándido, un pueblo de 3.000 habitantes nevado gran parte del año. El número cuatro del mundo, que hace 10 días ganaba en Turín a Djokovic antes de caer con el serbio en la final del Masters. A sus hombros llega Italia a semifinales por segundo años consecutivo, esta vez con una bala de plata que es el fino jugador del Norte de Italia.

La eliminatoria comenzaba con un preámbulo durísimo entre Matteo Arnaldi y Botic Van den Zandschulp. Número 44 contra número 51 del mundo. Alineaba Volandri, capitán italiano, al joven de San Remo (22 años), la ciudad del festival de música y de la llegada de la Classicissima, en el lugar de Lorenzo Musetti, otro joven talento italiano (27 del mundo), algo irregular pero con calidad a espuertas. El partido fue un parto, casi tres horas y tensión por las nubes. Tras un primer set en el que dominó el italiano en un tie break disputadísimo (8-6) sin ningún break previo. Sí lo hace el bombardero Van den Zandschulp en el octavo juego de la segunda manga para encarrilarla (6-3). Parecía KO Arnaldi, que entrega su saque, pero lo recupera (4-3). En el tie break, el italiano tiene tres bolas de partido (con 6-4 y 7-6), en una de ellas hace una dejada un tanto incomprensible. Y Van den Zandschulp no perdona.

El turno era para el pelirrojo Sinner, que viene de una temporada en la que ha rebasado su nivel como tenista. La manera de pegar, la frialdad con que juegan los puntos claves. Otro escalón diferente y superior. El primer set es bastante competido ante Griekspoor, número 23 del mundo, muy correoso y con las ideas claras. Aprieta a Sinner, pero este no pierde la compostura. Y gana el tie break el transalpino con 7-3. El segundo set es un vendaval de Sinner, que pasa por encima del rival. En 15 minutos se coloca 5-0. Unos instantes después, 6-1. Viene con confianza y con ritmo, aunque a estas altura de temporada se está cansado. Y el partido se le queda corto y pide jugar el doble.

La misma decisión toma Griekspoor con Países Bajos, con ánimo de revancha aunque su lenguaje corporal en el set definitivo del individual no fuera el óptimo. Juega el especialista Koolhof a su lado. En Italia, Sonego, otro de los numerosos jugadores italianos tricolor colocados entre los 50 mejores del mundo. Existe siempre el debate sobre qué harían en el circuito de dobles las estrellas del individual. Hay mecanismos y tácticas propias de la especialidad, pero es el mismo deporte. Y Sinner muestra que su nivel es superlativo, jugando las derechas cruzadas para sortear al rival en la red y voleando tras moverse como un gato. Rompen los italianos en el momento preciso del primer set para colocarse 6-3 y rematar. Operación similar en el segundo set. Rotura para colocarse con 4-3 y saque. El último lo tiene el propio Sinner. Y no vacila, Italia está en semifinales montada en sus hombros.

Suena de fondo el clásico italiano Ma il cielo è sempre più blu, versionado hasta la saciedad y eternamente d moda. Baila Sonego y le mira sonriendo Sinner. Es una generación italiana que, con Berrettini lesionado, tiene varios jugadores menores de 22 años y que seguramente ganará tarde o temprano una Davis para unirse a la solitaria de 1976. Y quieren hacerlo en Málaga, a lomos del egregio Jannik Sinner.

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