Málaga · Athletic

Llega la resiembra (1-1)

  • Al abrigo de los nuevos, el Málaga da un giro en su fútbol hacia la cohesión. Pese a que el gol de Demichelis dejaba los puntos en casa, Javi Martínez empató en la última acción del encuentro.

Antes de que Javi Martínez, que juega como un ángel y remata como un demonio, llegara con la guadaña al área, sólo hubo tiempo para aplaudir e imaginar un futuro mejor. A Demichelis como el alcalde que no había, ordenando el terreno a su alrededor y asignando a todos su cometido. A hacer debates sobre cuáles de los buenos que aguardan desde el banquillo deberían entrar. A Camacho parando el tráfico, convirtiendo a Sandro Silva en una pesadilla pretérita. A Apoño reconvertido al fútbol, olvidado de excesos, viviendo sólo para esas cosas que tan bien hace vestido de corto. El final cruel, en la orilla, dejó un último trago amargo, de derrota. Pero esparcidas sobre el césped, junto a los añicos del esfuerzo hecho por el triunfo, quedaron las semillas de un nuevo Málaga, mejor o peor clasificado, pero solvente, entregado, reconocible para la afición.

Queda mucho tiempo (y falta Baptista) para hacer buenos los propósitos que trae este Málaga de nueva fachada. Los nuevos han entrado con buen pie y galones. Maresca se fue del partido a los 57 minutos porque hacía falta el GPS de Recio; los demás completaron todos los minutos, pese al cansancio del pasado jueves. Pellegrini quiere que sean importantes desde ya. Las pinceladas iniciales gustaron a la grada, por más que el tanto extemporáneo del Athletic sólo dejara frustración y caras de tonto.

Cabe reconocer la aceptación de los aficionados cuando Demichelis voló al primer palo para hacer el que se presagiaba gol de la victoria. Ahí llegó a su punto álgido el buen gusto que estaba dejando el Málaga. La continuidad traerá los alardes, la mejora ya está aquí. Más conducción del esférico, más alternativas de juego, más presencia en el área rival. La falta de definición por ahora sigue siendo compañera, pero la suerte no siempre va a ser esquiva. No si el equipo la sigue buscando como ayer.

La figura del central argentino representa a la perfección ese cambio. Le gusta el protagonismo, quiere el esférico, lo asoma hasta la medular y lo juega en largo. Intimida cuando sale como un poseso a cerrar ángulo a un rival, va al suelo con la misma facilidad con que arranca hacia arriba en busca de sus peligrosos remates a balón parado. Y con el mejor Demichelis puede venir el parabién siamés del mejor Weligton. Entre ambos aplacaron bien a Llorente, todo un hueso, aunque en sus primeros trazos siempre quedará el borrón de quién iba a por Javi Martínez en el empate.

Algo similar está ocurriendo con Apoño, que se ha puesto las pilas ante la llegada de Maresca y Camacho. Ambos fueron los nuevos encargados de la medular. Si el malagueño no se fue al banquillo fue por su grado de compromiso en Gijón. Ayer le dio continuidad porque quiere dejar de ser el chico que amenaza con volver a romperse en cualquier momento. Y mira por dónde el invento de alinearlo en una banda descubre nuevas prestaciones en su fútbol: la llegada al área en sorpresa desde el ángulo contrario y el chut desde la segunda línea, gran virtud que ayer no le acompañó. Los fichajes le han escarmentado, una noticia espectacular.

El Málaga también seguirá creciendo en torno a Rondón. No está, se ha diluido en los últimos partidos, pero se le espera. Lo sabe el venezolano, que últimamente a cada fallo paga su frustración golpeando de rodillas el suelo, el habitual síntoma del delantero desesperado. Se entiende su rabia por el gol que falló con un cabezazo en plancha a los 72 minutos. Por ese momento costaba pensar en el gol de Demichelis, mucho más en el de la igualada.

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