Málaga-Nàstic (1-2): La Rosaleda flaquea

LA CRÓNICA

Lastre- Dos goles a balón parado, el segundo en fuera de juego, hacen estéril el tanto de Paulo Jorge y dan la victoria al Nàstic· Dato- En los seis últimos partidos en casa se han escapado diez puntos, por los siete de las primeras 27 jornadas de Liga

Carlos Pastor /Málaga

11 de mayo 2008 - 08:00

La Rosaleda, el escenario llamado a ser la base y el sustento del ansiado ascenso del Málaga, el principal reflejo de la tiranía con la que el conjunto blanquiazul lleva regentando la primera o la segunda plaza de la clasificación desde el inicio de la temporada, está dejando de ser el fortín que asustaba a todo aquel que le tocaba visitarla. La Rosaleda, infranqueable casi todo el campeonato, ingobernable para los visitantes, sinónimo de derrota casi segura y fiesta cuando arrancaban un empate, sufre al ver cómo disminuye su encanto.

Si hasta la visita del Numancia nadie se había llevado un punto, ahora el que viene se encuentra con un chollo, seguramente inesperado si se tiene en cuenta que en 27 jornadas únicamente volaron siete. Pero es que en las diez últimas se han ido diez de Martiricos. Y es que en estos últimos seis encuentros en casa, desde el empate sin goles ante un Poli Ejido hundido, hasta ayer, la derrota contra un Nàstic que llevaba seis meses sin ganar fuera, el Málaga sólo ha sumado 8 de 18 puntos. Estas dos últimas derrotas consecutivas en feudo propio no son más que el reflejo de la evidencia de que lo que era un colchón respecto al cuarto clasificado hoy se puede quedar en una esterilla si es que a la Real Sociedad le da por ganar al Cádiz en el Ramón de Carranza.

Pero ya no son sólo los datos los que están dejando de ser tan amables como hasta ahora con el equipo blanquiazul, sino que las sensaciones van por el mismo camino. Volviendo a la visita del Poli y pasando por estos últimos rivales que se han llevado los diez puntos antes citados (Elche, Albacete, Sporting, Real y Nàstic), las principal imagen que permanece en la retina es la de que todos ofrecieron algo más palpable que el esfuerzo.

Una vez más, todo empezaba con una tranquilidad, que no sería justo confundir con apatía, que se ha convertido en demasiado habitual en las últimas jornadas en las que se espera una salida en tromba del Málaga, aunque fuera para asustar. Será que la inercia que arrastra no es positiva, sobre todo en el control del juego, o que la gasolina escasea cada día más. Unos factores que, unidos, tienen un cierto peso. Pero, realmente, parecen livianos ante la mejor colocación de las piezas (más idóneas) para hacerse con un control que no dejó en todo el envite de los hombres de César Ferrando.

Lo cierto es que parecía que el conjunto atenazado por la presión del descenso era el blanquiazul y, especialmente por su juego, el que buscaba ascender era el Nàstic. Rubén Pérez, su portero, sólo se veía inquietado a base de los arranques de casta que se han convertido en el principal sustento de un Málaga al que da la impresión de que el fútbol le está abandonando progresivamente. En uno de esos arreones, en una jugada aislada, Paulo Jorge adelantaba al conjunto blanquiazul cuando menos se esperaba. Era el primer gol de libre directo de la temporada.

Resultó un espejismo, como el arco iris que se visionaba en ese momento en La Rosaleda. Pues, casi sin tiempo para saborearlo, y cuando la grada se había despertado y comenzó a botar, el Nàstic empataba. Apoyado en la mala fortuna de un despeje de Helder que se convirtió en asistencia a Abraham, los de Muñiz encajaban un palo por partida doble con el primer tanto del Sporting en Tenerife.

La reanudación del choque fue una sucesión de los hechos anteriormente relatados (con otro gol asturiano), con la diferencia de que los empujones de casta malaguistas apenas sirvieron para tener una ocasión de Peragón y un despeje del meta catalán al larguero a una falta botada por Calleja. Sin embargo, al Nàstic, su control total le valió para perdonar dos manos a manos de Campano y Adrián y, sobre todo, para marcar otro gol, aunque en fuera de juego de Mairata. De nuevo, el Málaga se veía superado a balón parado, su mal endémico.

Ni el efecto Sandro, mayoritariamente reclamado por los aficionados, pudo al menos igualar un encuentro que ayer se llevó merecidamente el conjunto catalán. Un partido que deja un poso muy similar a la anterior visita de la Real. Hasta que se mira la clasificación y se ve que, pase lo que pase, el Málaga seguirá segundo. Y, si la Real pierde, mantendrá los cinco puntos de distancia en cinco jornadas por jugar. Qué amarillo se vuelve uno al pensar en ello.

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