El Málaga está desnudo (1-2)
Málaga - real sociedad · la crónica
La segunda derrota seguida en casa, con síntomas muy parecidos a la del pasado sábado, baja al equipo de su nube y lo aleja de su versión chisposa. Gris debut de Onyewu en una noche complicada.
Los avisos se han confirmado. El Málaga está desnudo. Le han quitado armas y escudos, ahora camina desprotegido por la jungla de la Liga. Es vulnerable, más que nunca, y es incapaz, más que nunca. Sin ello, sin ejercer esa tiranía sobre el rival y su hipnosis al balón, se ve despojado de su sexto sentido futbolístico. No crea, no conecta, no tira. No es esa maravilla que a todos enamora. Y se ve obligado a correr tras el cuero. Puede que ése sea el escarnio más insoportable para un equipo que se quiere definir desde la excelencia. Así que casi ni importa quién haya delante. El daño no son las derrotas ante dos a priori inferiores, Rayo Vallecano y Real Sociedad. Es ver cómo se desangra el conjunto porque la cabeza pide un desempeño que las piernas ya no son capaces de sostener. Pesa el listón encima, que se le ha caído a Manuel Pellegrini en la cabeza y le va a dar jaqueca un buen rato.
Otro problema es que han volado seis puntos de La Rosaleda en un visto y no visto. Seis puntos que eran un abono para vivir las campanadas de 2013 acurrucado en el nido de los mejores. La curva vira hacia abajo; ahí debe emerger otro Málaga. Que cambie el frac por el chaleco salvavidas. Con el paréntesis de Milán, en Europa los súperpoderes aún se invocan exitosamente, el cuadro blanquiazul ha sido incapaz de reconvertirse de héroe a sufridor. El guión asusta por parecido al del sábado anterior. Otro día de la marmota.
Es tan ambicioso y perfecto lo que pretende Pellegrini que cualquier mínima pieza que falte puede hacer saltar su entramado. Se evidencia desde la ausencia de Monreal. Es más que una tendencia paralela al bajón de fútbol del equipo. Sin el navarro falta casta, rigor defensivo, apariciones casi fantasmagóricas para la defensa rival, el buen radar de sus centros. Si encima hasta Isco falla pases y controles fáciles... La saturación de balones al malagueño y a Joaquín ofrece otro síntoma de la mella física. Ellos no pueden hacer todos los deberes. A los 60 minutos ya estaba roto el equipo, los cuatro de arriba bajaban a defender andando. Tampoco ayudó la baja de Demichelis en su doble vertiente: se echó de menos su capacidad para arrancar el motor cuando los del centro no encontraron las llaves y tiró en medio de la plaza a Onyewu, que no necesita un capote sino una puesta a punto. Ni arropado por Jesús Gámez ni tras el descanso con Sergio Sánchez, mucho peor esta pareja, sel nortemaericano conisguió alcanzar la velocidad a la que circulaban el partido y las balas de Montanier, especialmente Carlos Vela, un tormento.
Al menos la Real Sociedad tuvo el detalle de no jugar de farol. Pegó antes de avisar. El partido empezó como una remontada copera, 0-1 cuando más de la mitad de los jugadores no había tocado aún el balón. 48 segundos corrieron de reloj, aunque fue un relámpago la triangulación Chory-Ifrán-Vela. Cuando los pies zurdos se asocian de esa manera, el fútbol se convierte en billar de carambola.
El día del Rayo se rehizo el Málaga, anoche costó hacer la digestión. Porque se ha perdido duende, es indudable. Ya no avanza tan cantarín, ahora ve telas de araña donde antes encontraba precipicios, la duda se ha sentado en el sitio de la chispa. La adaptación blanquiazul a ello está siendo pragmática. Si no se puede masacrar en continuidad, queda concentrar los esfuerzos en latigazos de inspiración. La lección se observó en el gol de Saviola. El córner en el que él marcó llegó en la primera combinación de verdad, un misil salvado in extremis cuando los de Pellegrini se desperezaban. Fue oportuno para desconectar el cortocircuito y para liberar quintales de espesura. Aunque resultara accidental.
Xabi Prieto, en una clara lección de lo que supone la obligación de alinear a alguien sin minutos, paseó por el área hasta empujar a placer. Como antes de eso no hubo ni un susto del Málaga, no cabe hablar de frustración. Con unos cambios de Pellegrini más propios para reaccionar desde el aire que desde el piso, solo Isco escapó del callejón a 15 del final, cuando canjeó un mal control por un zurdazo que murió en los pies de Zubikarai. Con el trío de arriba donostiarra zumbando como avispas en los oídos de Sergio Sánchez y Onyewu, lo raro no fue que el Málaga no empatara, sino que no llegara el tercero.
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