El Málaga ganó muchos partidos esta temporada con una precisión en el manejo de los tiempos propia del equipo veterano que no es. Perdonó en no pocas ocasiones, pero no lo pagó con el resultado cuando no sentenció con rentas cortas. Ayer sí abonó ese peaje de inocencia ante la Real Sociedad. Ese gol a favor que no llegó para dar la tranquilidad llegó en contra a pocos minutos de final. En un partido quizá demasiado abierto, que se ha visto ya otras veces en victorias caseras, cuando se exigía un poco de control, una dejada de Finbogasson la enganchó Rubén Pardo con un ajustado y lejano disparo lejos del alcance de Kameni. Y volaron dos puntos.
Fue, no obstante, un notable Málaga, del nivel de sus mejores noches. Fue constante, gobernó el partido durante la mayoría del encuentro, tuvo la actividad y la frescura habitual en La Rosaleda. La perspectiva dice que hoy el octavo, el Athletic, está un punto más lejos, a seis. Más de dos partidos de diferencia por el average ganado. Y quizá, si el Villarreal pierde en Mestalla, los amarillos un punto más cerca. Va una obviedad, pero tres puntos son mejor que uno y uno mejor que ninguno. Puede tener su valor este punto cuando se visite el martes a Eibar. Mejor puntuar que perder como ante Almería o Espanyol. Va en el proceso.
Quizá la mejor noticia del partido fue que la versión más devastadora de Nordin Amrabat se volvió a contemplar. Es difícil delimitar entre los cuatro atacantes malaguistas, ayer el euroafricano en vez de Horta, cuál es su posición, no la tienen fija. Amrabat estuvo muy presente. Forzó tres tarjetas amarillas, culeó como suele y ayer no se le vio nada desquiciado sino mucho más centrado, con la mente en el césped y no en otra parte, ni siquiera en el árbitro. Se concentró en ser dañino para el rival y no para sí mismo o para su equipo. Dejó algún fantasma personal en Marruecos y ayer se vio al Amrabat que vale tres millones de euros y más.
Tras el gol de Recio, después de que el Málaga saliera con el diapasón tan alto como al inicio, se pudo sentenciar. No pasó grandes peligros, había tenido más agobios Kameni en la primera mitad, al repeler dos duros trallazos de Canales y Chory. Pero vivía más plácidamente en la segunda mitad el meta camerunés, aunque esos pecados de inocencia se vislumbraban en alguna contra o rechace de saque de esquina no culminado que generaban ataque realistas. Cuando ese equilibrio se iba rompiendo Gracia activó el banquillo. Quizá no es una medida popular pero a lo mejor convenía un cambio de Tissone por alguno de los de arriba. Si salía mal se le podía haber acusado de conservador. Pero en ese momento, otras veces salió bien no cambiar, igual se pedía más temple y corte. Las contras, llevadas con buen criterio esta vez por Amrabat, no salieron por detalles. La Real se conformó con el empate después de que Pardo encontrara un hueco imposible entres defensas y portero. El empate supo a poco. Pero es síntoma de cómo piensa este Málaga. Y el martes puede ser mejor.
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