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"Siempre gané a Rudy Gay en el instituto, éramos los dos mejores jugadores de Baltimore"

  • El ala-pívot, uno de los hombres del momento en el Unicaja, se crió en las duras calles de una ciudad famosa mundialmente por la serie 'The Wire' "El día a día es una pequeña rivalidad entre el este y el oeste", dice sobre la vida en su localidad natal

Más allá de la exactitud cartográfica de los mapas, los lugareños consideran Charles Street como la franja que divide la ciudad de Baltimore en zona este y oeste. La oeste se hizo mundialmente famosa por la imperdible The Wire. La serie de la HBO intenta retratar de forma realista la vida en las calles de la ciudad más poblada del estado de Maryland. Si es bien célebre la pugna entre las costas este y oeste de Estados Unidos, esta rivalidad es absolutamente feroz a nivel local entre ambas áreas de Baltimore. Will Thomas, uno de los hombres del momento en este ilusionante Unicaja, se crió en la parte más occidental de Baltimore. En el oeste también crecieron estrellas como Carmelo Anthony o Rudy Gay. Contra el alero de Sacramento protagonizó duelos memorables en sus tiempos de instituto Thomas, un trotamundos casi desconocido hasta que se reveló como un jugador inteligente, fajador, de notables fundamentos y amplio conocimiento del basket.

"Éramos los dos mejores jugadores en Baltimore", asegura Thomas. "Todo el mundo hablaba sobre quién era el mejor jugador en la ciudad en esa época, durante esos dos años. Era algo entre él y yo. Mi equipo siempre le ganaba al suyo, por el campeonato y durante la temporada regular. Era una rivalidad, todo el mundo lo convirtió en eso y cada vez que jugábamos lo marcábamos en rojo en el calendario", cuenta el ala-pívot tras el entrenamiento de ayer. El cajista, entonces, lideraba el equipo del Mount Saint Joseph. Gay, por su parte, era la referencia en Archbishop Spalding. El periódico local Baltimore Sun describió y retrató periódicamente esas batallas entre Thomas y Gay.

Thomas siguió brillando en su época universitaria, en George Mason, pero no fue drafteado. Nunca dio el salto a la NBA. "En la NBA saben lo que quieren. Da igual lo que hagas que, si quieren a otra persona, van a ir a por ella. Puedes intentar hacerles cambiar de parecido pero supongo que tengo que darme más a conocer y hacer que me vean más, jugar a un nivel más alto. Pero simplemente no funcionó", se resigna el interior cajista, que llegó en George Mason a convertirse en el jugador con más partidos (131), tercero con más rebotes (993) y octavo con más puntos (1.564). Tampoco le valió en su último año de carrera ser subcampeón en las categorías jugador del año y jugador defensivo de su conferencia. Ni siquiera participar en una Final Four de la NCAA. "Fue genial, una experiencia que nunca olvidaré. Muchos jugadores no llegan a jugar ningún torneo de la NCAA. Ninguno esperaba que nosotros fuéramos capaces de hacerlo y fue divertido, una experiencia diferente, imposible de explicar. No hay nada como aquello", asegura con emoción.

Thomas terminó la universidad y puso rumbo a Bélgica, donde pasó tres años entre el Belgacom Liege y el Ostende. Luego estuvo una temporada en el turco Pinar Karsiyaka, de Izmir. "En Turquía juegan más lento, los jugadores son de tamaño parecido y hay equipos que tienen grandes presupuestos y otros que no", señala. Su siguiente año en el Army Sport Klub Tbilisi le granjeó un pasaporte georgiano que resultó clave en su fichaje por el club malagueño, aunque Thomas no tiene especial buen recuerdo: "Sobre Georgia prefiero no hablar, fue algo que tuve que hacer durante un año y nada más". Jugó la campaña pasada la Lega italiana con el modesto Avellino. "En Italia era un poco salvaje, todo el rato para arriba y para abajo, los bajitos tiraban todo y los grandes hacían bloqueos e iban a la canasta. No hacían otra cosa", explica.

Thomas reconoce la dureza de las calles del Baltimore, situada entre las diez ciudades estadounidenses con mayor índice de criminalidad según un ranking elaborado hace un par de años. Esta clasificación apuntaba 1.417 asesinatos, violaciones, robos y asaltos por cada 100.000 habitantes. Lo encabezaba Detroit, con 2.137. La Agencia Antidrogas (DEA) de Estados Unidos apunta que el 10% de la población de Baltimore es adicta a la heroína. Thomas admite lo crudo del día a día, aunque intenta restarle gravedad a la versión que ofrece The Wire. "Algunas partes de la ciudad eran peores que otras. Mucho crimen, asesinatos, drogas… Ese tipo de cosas. Si te movías por los sitios adecuados, no tenías que preocuparte por ese tipo de temas", afirma el ala-pívot, que durante el instituto recibió una educación muy ligada a la religión y lo espiritual. "Baltimore es como cualquier otra ciudad. Cuando hay drogas y dinero de por medio suele haber bastantes crímenes, pero mucha gente piensa que si vas a Baltimore te van a asesinar y eso no es así. Es parecido a la serie, pero si estás dentro de ese tipo de vida puedes acabar en la cárcel o muerto como en cualquier otra ciudad", explica.

Thomas se hizo mayor al oeste de Baltimore, pero no hace demasiada patria de sus orígenes. Carmelo, por ejemplo, es todo lo contrario: se tatuó en el hombro izquierdo el logo de la Warner Bros porque sus siglas hacen referencia al West Baltimore. "El día a día allí es una pequeña rivalidad entre el este y el oeste pero yo no tenía nada que ver con eso. Simplemente vivía en la ciudad y no me metía en ese tipo de cosas", comenta el norteamericano, al que el basket no le viene de sangre: "Cuando nací dijeron que sería alto. Mi padre me introdujo en el baloncesto cuando tenía 7 u 8 años y he jugado desde entonces. No vengo de una familia deportiva o de baloncesto, soy el único atleta de mi familia a nivel profesional".

Aunque luce unas letras en el antebrazo izquierdo, Thomas se sale del arquetipo de jugador de baloncesto embadurnado de tatuajes. Eso no obsta para que cada vez que salta a la cancha lo haga cargado de cierto simbolismo por el dorsal 10 que porta en la espalda. "Cuando estaba en la universidad, en verano de 2007, un amigo con el que jugaba cuando era joven fue disparado y asesinado en Baltimore. Por eso lo llevo siempre. Intento llevarlo siempre pero a veces otros jugadores lo tenían antes que yo. Por eso es que llevo siempre el numero 10", señala.

En el club andan encantados con la profesionalidad de Thomas. Él responde con trabajo a la comodidad que le ofrece Málaga, que de alguna manera le recuerda a su tierra. "Málaga es muy bonita, me gusta mucho vivir aquí. Es la mejor ciudad y el mejor equipo en los que he estado desde que juego en Europa. Buena temperatura, la gente es simpática y agradable. Tiene de todo, es un poco como Estados Unidos, con muchos sitios de comida rápida y supermercados. Está muy bien", enumera Thomas, tan cordial en el trato como serio en sus gestos y palabras. Durante la conversación amaga con alguna risa que no termina de soltar. Se reconoce fan de los Baltimore Ravens, de la NFL: "Es mi equipo favorito. También sigo la NCAA, pero los jugadores cambian tanto que apenas puedo seguir a un solo equipo, se mueven demasiado rápido y se van a la NBA antes de tiempo. Intento ver cada partido de los Ravens después de los partidos del Unicaja y, si no, veo los resúmenes on line".

Conoce bien a Caleb Green. Le dispensa buenas palabras. "Tenemos buena relación. Hemos jugado juntos y uno contra el otro en Bélgica e Italia. Nos conocemos, tenemos mucho respeto el uno por el otro y los dos intentamos hacer todo lo posible para ganar. Cualquiera que esté jugando en este equipo y a este nivel tiene que ser un gran jugador", asegura Thomas, que promete más: "Aún me estoy adaptando a mis compañeros y los sistemas. Cuando lo haces bien durante una serie de partidos, supongo que la gente se sorprende. Después de un tiempo, cuando ven que eres un buen jugador, esperan eso de ti todo el tiempo. Pienso que aún hay más por venir".

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