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Universo Davidovich

  • 'Málaga Hoy' se adentra en el escenario donde se forja el malagueño Alejandro Davidovich, campeón de Wimbledon junior

Universo Davidovich

Universo Davidovich / javier albiñana

A Alejandro Davidovich Fokina (Málaga, 1999) aún le recuerdan los vecinos de Calaflores. Apenas se tenía en pie y ya daba raquetazos en las pistas de la urbanización de La Cala a las órdenes de su padre, un ex boxeador profesional. Era un pequeño diablo rubio que hoy es una de las grandes promesas del tenis español.

Ya hay constancia de sus hazañas en páginas del suplemento de deporte base Campeones, publicado durante varios años por este periódico, cuando apenas tenía 11 años. Llamaba la atención desde muy niño. Con 10 años ya empezó a trabajar con Jorge Aguirre, su mentor hasta hoy, algo más que un entrenador. A sus órdenes entrena en la Academia Just Tennis, que tiene su sede en el Don Carlos Tennis & Sports Club de Marbella. Un complejo con nueve pistas de tenis, siete de tierra batida y dos de pista dura. Desde ellas se huele y se ve el mar. Un escenario privilegiado.

Allí se incuba una camada multinacional, con jugadores de varios países que conforman el grupo de trabajo dirigido por Aguirre y donde la punta de lanza es Alex, un potro salvaje que encabeza un grupo de chavales con el tenis como modo de vida. 25 semanas al año está de viaje, compitiendo por todo el mundo. El resto del año vive entre el Don Carlos y Fuengirola, donde tiene su residencia. Es el universo Davidovich, que abre sus puertas durante un par de horas a Málaga Hoy.

Comienza una semana especial para él. Será jugador invitado con España para ayudar en los entrenamientos al equipo de Copa Davis que desde el próximo viernes y hasta el domingo jugará en Marbella contra Gran Bretaña. Entrenará y convivirá al lado de ya leyendas del tenis nacional como David Ferrer y Feliciano López. Una lección inolvidable.

Se concentra esta semana con el equipo de Copa Davis de España

Y es que en julio pasado todo cambió. Davidovich se convirtió en el primer español en 50 años en ganar en la Catedral del tenis el torneo junior. Conquistar Wimbledon cambia la vida, aunque sea no sea en absolutos. "Soy malagueño y español", decía categórico cuando se le preguntaba en las entrañas del mítico All England Tennis and Lawn Club por su origen. Al oírle hablar se sale de dudas. Deje y alguna expresión malaguita dentro de un discurso fresco y nada prefabricado que se agradece. Habla "dos idiomas y medio". Español e inglés perfectamente y el ruso lo entiende. Sus padres se separaron cuando tenía 10 años y ahora lo practica menos. Lo entiende pero le cuesta más hablarlo.

Llegar a la élite del tenis exige muchas renuncias y sacrificios. El propio Alex admite que tiene un carácter volcánico y difícil, pero es el primero consciente de ello. Sabe que de su madurez mental dependerá su éxito. "El tenis es 75% cabeza y 25% el juego", dice con aplomo. "Creo que sí, que puede estar en esa cifra, pero también cuando se tiene tenis es más fácil decir que lo que me falta es cabeza", sostiene el entrenador, Jorge Aguirre: "Cuando te falta tenis pues falta un poco de todo. Cualquier jugador que entrena siete horas al día y se dedica al tenis tiene una genética bastante buena y entrenadores que saben lo que hacen. Digamos que golpear la derecha, revés y sacar todos lo hacen bien. Luego están los detalles en pista, fuera de pista y cómo entiendes tu vida deportiva, que es lo que va haciendo que marques diferencias en los momentos claves de los partidos. También para estar preparado para rendir los días importantes. Sí que es verdad que entre todos los que son buenos física y técnicamente, la mentalidad marca la diferencia", dice.

Al lado de Jorge Aguirre hay un amplio equipo de colaboradores que moldean en todos los aspectos al joven proyecto malagueño. César Peniza, Sergio Contreras y David Del Río son los otros entrenadores. Adrián Trinidad es el preparador físico y Antonio de Dios el psicólogo, con el que trabaja dos días a la semana. La Clínica Sohail de Fuengriola se ocupa del tratamiento general, readaptación y trabajo funcional.

Viste ropa de la marca Hydrogen, cuyo icono es una calavera que igual es una buena metáfora del carácter irreverente de Davidovich. Sus zapatillas son Mizuno y las raquetas son Head desde este año. Un día normal de trabajo comprende dos sesiones de tenis aliñadas con alguna de físico, fisioterapia y psicólogo. Siete horas al día como media, prácticamente un trabajo. Convive con tres compañeros con los que después se entrena en Just Tennis. Alexis Klegou, que ya ha jugado Copa Davis con Benin, Luis Diego Chávez, que lo hará ahora con Bolivia, y Stephan, otro proyecto belga. Alex tiene novia, que es de Málaga capital. No puede verla demasiado, pero ese trajín de viajes es el que lleva desde que era un niño.

Davidovich da los primeros pasos de la primera temporada en la que es senior. Está en el puesto 488 de la clasificación de la ATP y el reto es ir subiendo. Jugará futures y algún challenge. Sus picos de tenis son altos, pero falta la regularidad. Aguirre detalla cómo ve a su pupilo, que ha crecido un centímetro en los últimos meses y está en 1.82. "Si llego a 1.85 estaría perfecto", bromea el tenista, pura fibra.

Desde 2009 le dirige él, cuando tenía 10 años. "Nos peleamos bastante. Desde Wimbledon yo creo que estamos peleados, somos como un matrimonio", bromea: "Alex es un chico que tiene un gen de número 1 como no he visto, pero como todo número uno... Un Ferrari de 700 caballos, si no lo sabes manejar, en la segunda curva te estampas. Lo complicado es tener el Ferrari, pero ahora hay que aprender a llevarlo. Álex tiene un potencial nato, es el prototipo de jugador de futuro, pero tiene una personalidad que, si no se le lleva en la línea, chirría. Lo mismo esa personalidad a veces le hace ser diferente y jugar puntos que no ves en el circuito o le hace tomar decisiones precipitadas en momentos que no procede. Ahí es cuando su fortaleza se convierte en su debilidad. Encauzar eso es el reto que tengo a nivel personal y profesional con él".

Es casi una década juntos, algo poco frecuente en el tenis. "Jorge es como de la familia", dice Davidóvich. "Diría que la clave ha sido la confianza mutua", extiende Aguirre: "Cuando es más pequeño confía en lo que le ponen, porque con 12 años no puede valorar si un entrenador es tan bueno. Yo soy un poco el que tiene la experiencia y pongo en él una confianza especial. Momentos complicados ha habido muchos, pero lo que más ha podido es la confianza ciega en este proyecto que nos ha hecho ir avanzando a pesar de las dificultades que cualquier proyecto tiene. Hemos ido quemando etapas juntos y esa ha sido la clave. Cuando ves un jugador del potencial de Álex y ves un entorno que no está del todo bien sostenido sabes que en la pista se va a ver. Le ayudé a intentar tener un entorno cada vez más estable, a que supiese que pase lo que pase en el que equipo va a tener un punto de apoyo muy estable. Ganase, perdiese, se equivocase... Que iba a tener algo más que un entrenador. A desarrollarse un poco como joven. Supongo que eso lo habrá ido viendo, valorando y por eso la relación es estrecha".

¿Y cuál es el techo de Alejandro Davidovich? "Aprendí con Álex hace tres años a esperarme lo mejor. No le veía preparado para ganar un par de partidos. Cuando los ganó y de la manera que los ganó hice mi autocrítica. Dije 'Jorgito, hasta aquí, si hay que perder perderemos, pero en este tío confiaré siempre'. Juega mañana contra Rafa y yo le pongo la ficha a Álex, te lo digo 100% y me da igual perderla. Con la edad que tiene y la fortaleza física que tiene está preparado para poder jugar contra cualquier rival del mundo hoy. Para mantenerse en el Top 100 hacen falta cosas, pero a un día puntual en una pista puntual, yo le pondría la ficha a Álex", exhorta Aguirre, psicólogo de carrera aunque ahora delega el trabajo específico mental en otro compañero.

Las expectativas y el boom mediático y una mente de un chico de 18 años ayudan a distraerse. "Cuando ganas Wimbledon después de 50 años y con toda la historia que tiene detrás... Si no estás preparado para asumir eso entrar a una pista a jugar supone un pequeño problema. Estaba pensando un poco en lo que le podía pasar y le ha pasado. Él ha visto lo bonito que es lo que le puede venir, pero también ha sufrido un poco por no haber hecho los deberes. Al final son jóvenes con 18 años, que son rebeldes, es normal. Lo bueno es que creo que ha pasado el momento jodido en una buena etapa, en el final de junior. Tener seis meses jugando sufriendo te viene bien para decir 'Yo así 10 años de carrera no los quiero', porque es duro", relata Jorge Aguirre tras el postWimbledon.

Tenísticamente hay, evidentemente, margen de crecimiento. "Hay dos cosas. A nivel físico es muy potente, tiene una explosividad que marca la diferencia. Cuando parece que está jugando a una intensidad alta de repente te saca una aceleración tanto en las piernas como en el golpeo que es muy brusca. Eso es muy difícil de ver", disecciona Aguirre a su pupilo desde el punto de vista tenístico: "Ves los partidos de tenis y ves un ritmo homogéneo, alto, pero ves a este tío que tiene una marcha más de repente. Tiene una calidad de pelota, eso es difícil de medir porque te sientas y puedes ser capaz de ver que un tenista golpea la bola con una frescura como no lo hace otro, toca la pelota y sin hacer esfuerzo está a un metro de la línea de fondo. Otro tiene que generar más. Tiene capacidad física para jugar a intensidades muy altas y con cambios de ritmo muy agresivos y tiene una capacidad de impactos de pelota de mucho nivel".

"Los ganadores tienen un problema y es que les gusta tanto ganar que odian perder. Y como la palabra derrota te entre un poco en la cabeza ya es distinto. Este es un ganador nato, el odio a perder a veces tapa su hambre por ganar. Cuando llega ese odio su inconsciente le traiciona y busca vías de escape para perder de otra manera. Cuando entienda que su única ilusión es pelear por ganar y competir para intentar ganar y que eso es lo que le va a dar el orgullo de que lo ha intentado y que ha estado en la pista, que nadie lo va a criticar y que nadie le va a reprochar nada. Si este año competimos en el 80% de los torneos de verdad, con el hambre que él tiene, y consigue vencer esa batalla del miedo a perder, ese será el principio de su gran salto", vaticina el técnico sobre lo que se viene en esta temporada: "Esto es un embudo y cada vez es más estrecho, pero él tiene todas las herramientas. Cuando lo entienda de esa manera no le veo techo. Con un jugador como él, que puede jugar en cualquier superficie, a mucha velocidad o a poca, que es habilidoso... ¿Para qué nos vamos a poner techo? Que nos lo pongan los demás".

En el planeta Davidovich hay ambición y potencial. Las herramientas están y en las pistas del complejo Don Carlos el hábitat resulta idóneo para el desarrollo de un talento poco común, de nombres y apellidos foráneos pero de génesis malagueña. Que levantó un título en Wimbledon. Hoy es el aprendiz del equipo español de Copa Davis, mañana...

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