Unicaja | real madrid

La afición respondió, gritó y no dejó de apoyar

  • El Martín Carpena presentó un colorido espectacular y vibró con su equipo durante todo el partido En el tercer cuarto disfrutaron con el juego desplegado por los jugadores verdes

No se recuerda un partido en la grada así en años. Ni contra el Barcelona esta misma temporada, que tenía el récord de aficionados. Ni contra los grandes equipos de Europa. Málaga demandaba un partido así contra uno de los equipos futboleros de la competición y el Martín Carpena reventó de éxtasis desde antes de comenzar el encuentro.

La garra mostrada por el equipo en los dos encuentros de Madrid y el polémico final resuelto a favor de los blancos ayudó a que el ambiente que se creó en la pista fuese mágico. Apenas quedaron entradas por vender, unas decenas. El club pidió a los aficionados que fuesen de color verde al partido y así lo hicieron. El gran mosaico en tonos oscuros, lima y claros fue el inicio de un día que será recordado en la mente de los más habituales.

Se entonó el himno. Con y sin la música de Pablo López. Ha costado que la melodía calase en los aficionados cajistas, pero desde el play off es habitual ver a la banda cantar varias veces la letra del compositor malagueño. Ayer animó todo el Martín Carpena, donde se creó un escenario mágico desde el primer minuto.

Sorprendió de nuevo el Unicaja apagando todas las luces y estrenando el nuevo led. Sin embargo, el protagonista antes de que el balón se pusiese en juego fue Rudy Fernández. No gustaron los gestos del alero balear en el segundo partido en la grada verde y así se lo hicieron notar desde que pisó la cancha en el calentamiento. Más nítidos fueron los pitidos cuando le presentaron, sin poder hablar con la persona de al lado sin que fuese a gritos.

La hora, tardía para los más chicos de la casa, no impidió que el Martín Carpena viviese un lleno histórico. Fueron 10.128 personas las que se acercaron a ver el espectáculo que brindaron ambos equipos. El público animó sin descanso a los jugadores de Plaza, no dejaron un segundo de respiro al Real Madrid, que cada vez que cogía la pelota escuchaba los gritos y silbidos de los allí presentes, hasta el punto de no escuchar en alguna ocasión el sonido del silbato de los árbitros.

El equipo se fue de la pista vitoreado, sabiendo que el sexto hombre había respondido. Cada jugador que iba al banquillo se llevaba una sonora ovación con los aficionados en pie despidiéndolos. Hubo tiempo para los cánticos, para el himno, para hacer la ola, para protestar, para reír.

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