EL sábado se nos quedó el cuerpo helado cuando Rubén Pardo batía con tiro cruzado a Kameni a pocos minutos del final del Málaga-Real Sociedad. Tengo que decir que el empate definitivo fue fruto de relajación del equipo malaguista, por pensar que ese partido ya estaba ganado y por las constantes vitales que mostraba el equipo realista. Eso pareció.
El Málaga salió con su habitual sistema 1-4-2-3-1, en donde además de las ausencias por lesión y sanción, llamaba la atención la nueva oportunidad que le dio Gracia a Amrabat. Éste se mostró como uno de los mejores del partido: fuerte, constante, móvil, asociativo, comedido en las disputas ... Recordó al futbolista que enamoró a La Rosaleda.
El Málaga llevó el mando en todo momento, presionó en todas las zonas del campo y elaboró con solvencia el juego desde atrás, ayudado también por la capacidad de inicio de Kameni.
Rosales se mostró muy activo subiendo y bajando en todo momento la banda. Gran parte del desequilibrio en el medio lo aportaba Juanmi, que aparecía entre líneas para apoyar al medio. Sin embargo, el Málaga falló mucho en el último pase desperdiciando la comodidad con la que llegaba al medio. Gracia así lo saltó.
Me gustaría mencionar a Weligton, uno de los jugadores que mejor sabe sacar partido a sus cualidades. Infranqueable.
La Real Sociedad: nada de nada. Vivió a expensas de los errores del Málaga. Moyes quitó en la segunda mitad quitó a Canales y Granero, dos jugadores totalmente ausentes.
El Málaga encontraba el camino del gol aunque a veces se chocaba en jugadas de centro-remate muy previsibles y mal ejecutados.
Tras el gol, el partido parecía finiquitado, pero el equipo requería trabajo en el medio para frenar alguna acometida realista.
Al final, La Rosaleda se quedó helada por no entender cómo un partido que a priori parecía dominado se escapaba, pero esto es el fútbol: hay que competir hasta el minuto 90 si el equipo quiere cumplir objetivos.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios