No faltó uno, sobraron tres (1-1)

Copa del rey

El Málaga se quedó cerca de culminar la remontada ante Osasuna, aunque el lastre de la ida acabó pasando factura. En la segunda parte dio la continua sensación de obtener el pase.

No faltó uno, sobraron tres (1-1)
No faltó uno, sobraron tres (1-1)
José L. Malo

Pamplona, 17 de diciembre 2013 - 21:45

De pronto, todo el malaguismo cabía en el área de Osasuna. Allí se olía que iba a pasar algo. Se mascaba la remontada, el pase de ronda épico, incluso la leyenda de Kameni haciendo el 1-2 en la prolongación cuando subió a rematar. Por más que en buena parte del final se veía más que factible, no llegó el gol, ese único gol al que se quedó el Málaga de pasar la eliminatoria. Pero el equipo de Schuster no se queda fuera por el que no consiguió anoche, sino por los tres que concedió en la ida. La sensación del encuentro de ayer es la de sudor exprimido para lograr el objetivo; la de la eliminatoria es la rabia por tanto error concedido.

Se le debe conceder al Málaga, eso sí, el honor de su propósito de enmienda, la búsqueda continua de la redención. Incluso a pesar del accidente a los 34 segundos, cuando Weligton despejó en propia puerta un golpeo que de ningún modo conseguiría hacer en su vida si lo intentara a propósito. Podría decirse pues que la eliminatoria venía 3-4. Si de algo sirvió fue para obligar a Osasuna al rol incómodo de echarse atrás a defender (habían preparado la vuelta pensando en lo contrario) y para despejar cualquier amago de excusa o especulación en los blanquiazules. Tardó en aterrizar el Málaga en el choque, pero poco a poco fue dando la sensación de amarrar el encuentro y obligar a Osasuna a pegar la espalda en su muro. Tener la brújula en la mano no fue sinónimo de esperanza; al contrario, más bien de desesperación. La falta de claridad para llegar al gol y la ausencia de un delantero que ofreciera más solvencia para el remate casi resignó a los de Schuster a buscar los saques de esquina y las faltas laterales como único recurso ante el gol. Saber que numerosos encuentros de esta temporada seguirán esa partitura fue un bocado al ánimo.

Sin gol y sin referente, Darder continuó con su osadía de ser capitán general. Eso es bueno y malo a la vez. Bravo por el descaro del chaval, negativo por que tenga que ser un canterano que llegó de rebote ante Schuster el que asuma plenos poderes. Portillo, ya ha sucedido mucho, se atora por el centro y se hace más invisible cuando juega fuera de casa.

El paso de los minutos cumplió su efecto habitual en la Copa. El que defiende la renta va temiendo que mengüe y el que necesita marcar cada vez guarda menos precauciones en su persecución. Así afloró el Málaga, que metió a Osasuna dentro de una botella intentando romperla. Lo logró Eliseu en una ocasión tan tonta como la de Roberto Torres en la ida. Se sacudió otra noche torpe y lenta con un disparo que pareció bastantes cosas a la vez: una genialidad, una cantada de Oier, un recuerdo de Anderlecht. La imaginación todo lo puede cuando se unen un tiro con efecto y una nube de defensores entre el meta y el pie ejecutor.

Cuando llegó el empate Schuster ya había agarrado su doble talismán del pasado sábado; Santa Cruz y Duda se quitaban el chándal. El cambio siguió adelante y permitió ganar unos metros más hacia la meta rojilla. Todo iba bien, porque Osasuna ni se atrevía a contragolpear. La única vez que lo logró se topó con un Kameni inmenso. Una parada de reflejos impropia de quien debutaba en la temporada y sabe que juega sólo en circunstancias muy puntuales. Su mano dio una vida extra que intentó canjear el Málaga merodeando mucho a Riesgo. Volcó los esfuerzos en el pundonor de Jesús Gámez, un todoterreno por su carril, y se atiborró de centros, de ahí la continua sensación de remontada. Duda, Darder y Jesús Gámez, los tres con tiros lejanos, fueron la única factura de ese temor que atenazaba a Osasuna de verse fuera de la Copa.

Murió el partido en varios córners finales, justo lo que se pedía al equipo. Porque lo que ya no se le podía exigir era deshacer el entuerto de la ida, una brutal desconexión de unos 20 minutos en los que Osasuna canjeó su pase a los octavos de final. Un buen resultado en Elche será el pan para estas penas. Pero ahí queda la rabia de ver que el Málaga fue superior en los 180 minutos de eliminatoria y él solito lo tiró todo por la borda.

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