El Unicaja no ha dejado de ganar hasta el pasado viernes, cuando el CSKA impuso la lógica en el abismo de presupuestos entre ambos conjuntos; 48 horas después el Joventut aprovechó la fatiga para también llevarse su porción del pastel. Sin embargo, una derrota que no deja de castigar desde el inicio de la temporada es no haber llenado el Martín Carpena. Ni los triunfos ni el buen juego han terminado de dar el tirón esperado en las taquillas. Esta noche llega a la Costa del Sol el todopoderoso campeón de la Euroliga, pese al actual mal momento de resultados. Pocos reclamos como éste para conseguir un ambiente infernal que ayude a los jugadores a conseguir el triunfo en la pista y a la entidad en los despachos. Es otra oportunidad para convencer a Bertomeu de que Málaga no se puede salir de la élite del baloncesto.

Y no sólo el rival aglutina ingredientes para ir a verlo al Carpena. El propio equipo necesita romper su dinámica de las últimas dos derrotas para volver a enfilar la senda triunfadora del inicio de la competición. Las bajas y jugadores tocados han hecho que en los últimos encuentros Joan Plaza no haya contado con sus mejores efectivos y que incluso haya tenido que dar más minutos de lo habitual a los canteranos, que en encuentros de este calado agradecen sobremanera el impulso que facilita el pabellón en sus mejores días.

Tras una afluencia de espectadores que ha ido aminorando a cada partido jugado, en el último precedente en casa, contra el Gipuzkoa, se volvió a subir a los 7.000 espectadores (7.162, exactamente). Por ahora, en la Euroliga la media se sitúa en torno a los 5.600. Poco todavía.