Deportes

Ya no es tan imposible

  • El Málaga reedita su histórica deuda de vencer en el Santiago Bernabéu animado por el 3-2 de la ida en La Rosaleda y el enrarecido ambiente que impera en el madridismo

Aterriza como puede el Málaga en el reino de Chamartín. Allí donde Florentino Pérez al fin vuelve a sentarse en el trono para solicitar unidad ante tanto revuelo. Mourinho orina en ese trono, Casillas pasa de portero a gol por la escuadra del entrenador, los jugadores atraviesan la línea trazada en el suelo por el luso y se abrazan al posmourinhismo; hasta el alumno ejemplar Pepe lo hace. La mente de los pocos que aún conservan la mente sin camisa de fuerzas mira a la Copa del Rey, la única forma de acabar el año con una sonrisa. El once se llena de suplentes y la suplencia es para muchos de los temidos. Los de Pellegrini llegan sin hacer ruido a un Bernabéu en llamas en los últimos coletazos de Mou y que sólo puede retrasar el alirón liguero del Barcelona. Sin duda, el caldo de cultivo es propicio para soñar con los tres puntos. Entonces azota el recuerdo de que nunca ningún Málaga hizo esa proeza en el Bernabéu. Ni en los días de suerte, de mejor puntería o de peores biorritmos locales. Ni con todo ello a la vez. Así que imaginar cuál es el mejor escenario posible para el triunfo sólo podrá escribirse cuando alguna vez suceda. Por ahora, sigue sin haber receta.

El precedente de la ida, no obstante, ayuda a imaginarla. También por entonces Mourinho creó una guerra civil. Fue en La Rosaleda, donde el técnico se decidió a hacer suplente a Casillas por primera vez. Apenas 24 horas había llegado el mazazo de la sanción de la UEFA, si bien se vio un Málaga revitalizado, ambicioso y demoledor. 3-2, el dique de Caballero en la primera mitad y un tifón liberado tras el descanso. Volver a convertir a Santa Cruz en Santa Claus, que Isco recuerde por qué le dieron el Golden Boy aquella noche y el regreso de los torbellinos de Joaquín son condiciones indispensables. Las oposiciones a Toulalan que se prepara Iturra cada partido tendrán que ser el contrapunto defensivo. Pero el Real Madrid, ya se sabe, cuando baja al terreno de juego sólo tiene un rival. Y contra él canaliza toda su rabia.

No obstante, ya han pasado esos tiempos en los que los blanquiazules jugaban contra el Madrid atenazados por el yugo de la historia. La victoria de la ida, el silencio eclesiástico que supuso la falta de Cazorla el año pasado y el 0-2 que obligó a Mourinho a un triple cambio al descanso para remontarlo son precedentes todavía bastante frescos. No es mera esperanza estadística, es que Manuel Pellegrini ha conseguido cambiar la mentalidad del equipo a la hora de afrontar estos encuentros. Ya no es necesario acudir con el cartel de víctima al Bernabéu, por más que este año nadie haya sido capaz de pescar un triunfo allí.

Habría más motivo para imaginar la ganancia de pescadores en el revuelto río del madridismo si las cañas malaguistas anduvieran funcionando mejor. No es el caso. Falta gasolina, ya se sabe. Con la Europa League casi garantizada (ojo, sólo casi) la mente se deja llevar por la incertidumbre del futuro pesimista, un imán que suele provocar suma atracción en el futbolista y se disfraza de astenia primaveral. De modos, conquistar Chamartín puede ser un contrapunto perfecto para combatirla. Quizá la última oportunidad de ver lo más parecido a la escuadra que enamoró en Champions. Aunque a la vuelta de la esquina está un derbi con el Sevilla en el que hay más en juego. Se saben las rotaciones obligadas de Pellegrini, se intuyen las voluntarias. La carambola sin Jesús Gámez ni Weligton lleva a Lugano del ostracismo al once. Para un jugador como él escenarios como el Bernabéu suponen una exigente ITV: o le sacará brillo a los galones que le trajeron al Málaga o le acercará al baúl de los recuerdos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios