El último malagueño en París
ciclismo lTour de Francia
El rondeño Jesús Rosado es el predecesor de Luis Ángel Maté en la experiencia de correr el Tour
La constatación de la presencia de Luis Ángel Maté en el Tour de Francia ha obligado a desempolvar los libros para hacer acopio de los malagueños que han corrido alguna vez el Tour de Francia. El marbellí será el sexto malagueño. Antes, los hermanos de Humilladero Dámaso y Pedro Torres, el coíno Sebastián Pozo y los rondeños Jesús Rosado y Mario Lara, que participaron como corredores del Kelme en 1990. Lara fue eliminado tras llegar fuera de control por apenas 25 segundos en una contrarreloj larguísima ganada por el mexicano Raúl Alcalá. Sí llegó hasta París Rosado, el último malagueño que sabe lo que es dar la reconfortante vuelta de honor por los Campos Elíseos. En la imagen posa con una foto de Miguel Indurain, que ganaría los cinco Tours siguientes, y con la medalla que se le otorga a cada corredor que alcanza la meta en París. Fue la 77ª edición del Tour.
A sus 45 años, Jesús Rosado posee una tienda de bicicletas en Ronda, así que ha seguido ligado al ciclismo. Corrió cuatro temporadas como profesional en el Kelme y se retiró de la alta competición en 1993, con sólo 26 años. "Mi Tour fue el de 1990, sí. Fue el segundo consecutivo que ganó Greg LeMond. Era mi primer año de profesional y yo iba para hacer de gregario de los colombianos Fabio Parra y Martín Farfán, escaladores de mucho prestigio", rememora con precisión Rosado: "Íbamos varios neoprofesionales. Tras trabajar mucho durante dos tercios, pudimos lucirnos un poco. Yo estuve dos o tres etapas escapado durante un buen tiempo".
"Es una experiencia única, diferente", prosigue Rosado: "Además iba con Mario Lara, con el que me había criado desde pequeño, habíamos llegado casi a la vez. De hecho, nos llamaban Zipi y Zape porque estábamos siempre juntos. Él fue eliminado en una contrarreloj porque Raúl Alcalá se salió y sacó una media desorbitada. Ya había pasado el ecuador, lástima que él no pudiera llegar. La verdad es que a la salida la idea era que me retirara ya avanzada la prueba. Lo más normal en el primer Tour, tan joven, es no acabar. Pero pude hacerlo".
Los puristas del ciclismo, el aficionado entendido, valora quizá más otras pruebas, clásicas de distinto pelaje. Pero el escaparate del Tour no tiene parangón, no hay amplificador tan enorme como la Grande Boucle. "La atención mediática es desproporcionada. Y la competitividad es extrema. Las etapas llanas son de una tensión increíble. Hay caídas, unos nervios mayor que en cualquier otra prueba, hay una pelea intensa por la colocación... El nivel es el máximo. Es lo mejor de lo mejor de cada equipo, todos van al máximo", rememora el ex ciclista rondeño, que después correría otras vueltas nacionales e internacionales de renombre, pero no regresó al Tour.
Rosado vivió un Tour bisagra en la historia del ciclismo español, aquel en el que Miguel Indurain se postuló como un futuro ganador. Aún compareció Perico Delgado como líder del Banesto. El navarro le hizo un trabajo enorme y aún tuvo tiempo para ganar en Luz Ardiden y dar exhibiciones. "Aquel año aún estaba la vieja guardia, con LeMond de ganador. Fue el año en que Chiapucci pegó un salto espectacular. Cogió una escapada el primer día con 10 minutos y ya sólo le quitaron el amarillo en la última contrarreloj. Y sí, ya a Indurain ahí se le veía que era algo incontenible", asevera.
Cuando a Rosado se le cuestiona por el puerto más duro que subió en ese Tour, responde a dos bandas. "El Tourmalet era tremendo, impresionante. Pero donde peor lo pasé fue Alpe d'Huez. La velocidad con que se llegaba allí hacía que fueras fundido. Subíamos en la parte trasera y lo más emocionante es que el público te anima exactamente igual. A más de media hora, peleando por llegar dentro de control, pero te gritaban, te llamaban por tu nombre. Me decían 'Allez, Rosadom, allez Rosado'. Yo no me lo creía, era un absoluto desconocido. Pero la gente iba con la lista de los dorsales y a cada uno nos llamaba por su nombre. Lo que arrastra, la organización, los reconocimientos médicos, el protocolo de entrada... Acostumbrado a otras pruebas, el Tour era otro mundo".
Por todo ello, Rosado aconseja a Maté sobre la experiencia que vivirá el sábado en Lieja. "Simplemente le diría que lo disfrute, que la experiencia es única. Cualquier cosa que haga la va a recordar toda su vida. Es lo máximo del ciclismo mundial, es lo máximo. No le voy a decir lo que me decían a mí (risas). Que cada etapa que esté que la disfrute. De mitad para adelante es otro Tour. Dura casi 10 días la tensión inicial, después es más resistencia, no hay tantos nervios", remacha Rosado. Él fue el último malagueño en París. Maté aspira a sucederle.
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