El diario de Próspero

Señales de vida desde una escena confinada

  • El volumen ‘Teatro para una crisis’, publicado por la Consejería de Cultura, reúne obras breves de 83 dramaturgos andaluces escritas durante la clausura del año pasado: una cartografía reveladora

La dramaturga gaditana Desirée Ortega.

La dramaturga gaditana Desirée Ortega. / Joaquín Pino

Por aquello de hacer de la necesidad virtud, los recientes confinamientos decretados a cuenta de la pandemia han suscitado inesperadas propuestas culturas concebidas más como bálsamo urgente que como rescoldos con los que conformarse. En la primavera del año pasado, cuando todo el mundo permanecía en casa dada la clausura impuesta, y con los teatros cerrados a cal y canto hasta más ver, el Centro de Investigación y Recursos de la Artes Escénicas de Andalucía lanzó una convocatoria en la que invitaba a dramaturgos andaluces a escribir en semejante coyuntura piezas teatrales breves, de un máximo de quinientas palabras, con una sola premisa: la acción debía transcurrir en el interior de una casa. Los autores tenían licencia además para ilustrar sus textos como estimasen conveniente y añadir algunas líneas relativas a la dirección, bien de su puño y letra, bien de la mano de algún director cómplice. El CIRAE puso en marcha el proyecto con el objetivo inicial de alojar las obras en su página web, aunque sus responsables vieron pronto que el material que iban recibiendo bien merecía formar parte de un libro que sirviera de testimonio digno y duradero a la propuesta. La red de autores implicados fue creciendo hasta alcanzar la nada desdeñable cifra de ochenta y tres, un mapa que abarcaba las ocho provincias andaluzas con carácter intergeneracional hasta abrazar un crisol de tendencias, lenguajes y querencias bien distintas. Si se trataba de que el teatro andaluz diera señales de vida cuando todo el mundo lo daba por muerto (objetivo merecedor de ser tenido en cuenta también cuando no hay pandemias), el proyecto, bautizado como Teatro para una crisis, dio así buena cuenta de esta escena soterrada, reducida a lo escrito pero semillero al cabo de espectáculos por venir y, en todo caso, harto reveladora de la calidad mestiza de este mismo mapa.

El escritor, director y profesor Alfonso Zurro, emblema del teatro andaluz. El escritor, director y profesor Alfonso Zurro, emblema del teatro andaluz.

El escritor, director y profesor Alfonso Zurro, emblema del teatro andaluz. / Juan Carlos Vázquez

Si alguien se pregunta si hay tanta gente escribiendo teatro (y teatro de calidad) en Andalucía, la respuesta es que sí. De hecho, la nómina real incluye muchos más nombres. Se puede decir aquello de que no están todos los que son, pero la muestra, por su ambición y extensión, alcanza ciertamente una representatividad inédita. El libro llegó algunos meses después, con edición (hermosa y colorida) a cargo de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y con el mismo título, Teatro para una crisis. La presentación tendrá lugar este viernes 12 a las 12:00 de la mano del CIRAE pero con carácter virtual, a través de un encuentro que podrá seguirse en la página web del mismo centro y en el que los presentes podrán disfrutar la lectura dramatizada de tres de las obras publicadas: Con la gracia de Dios de Juan Mairena, El nunca acabar de Carlota Berzal y El desacato de Mercedes León.

La publicación tendrá su presentación virtual este viernes con la lectura dramatizada de tres de las obras incluidas

En Teatro para una crisis conviven nombres veteranos y harto representativos del teatro andaluz como Alfonso Zurro, Juan García Larrondo, Miguel Palacios, Carlos Álvarez-Ossorio, la citada Mercedes León y José Moreno Arenas, con otros autores de generaciones posteriores que ya han cosechado notables éxitos en la escena, como Pablo Díaz Morilla, Borja de Diego, Carlos Zamarriego y Paco Gámez. Donde más trabajo queda por hacer, tal y como se percibe en la nómina completa, es en la visibilidad y proyección de las autoras y dramaturgas, que aportan veintinueve de los ochenta y tres textos recopilados; no obstante, el volumen incluye piezas de escritoras como Desirée Ortega, Carmen Pombero, Carlota Berzal, Cristina Colmena, Nati Villar, Aurora Mateos, Isabel Martín Salinas, Carolina Ramos y Luisa Medina, sólo por citar a algunas de las veintinueve participantes. A la hora de establecer una posible cartografía del teatro andaluz a partir de estos mimbres, la primera conclusión a la que cabe llegar es que si hace algunos años era posible identificar una posible dramaturgia andaluza a tenor de ciertos rasgos comunes (la herencia lorquiana, la condición periférica, la búsqueda de una identidad particular, la preeminencia de lo colectivo como signo de lo popular), el teatro andaluz es hoy una entidad múltiple y diversa, repleta de las más dispares influencias, con las más variopintas intenciones y expresado en un abanico inabarcable de registros. Cabe entender así hoy el teatro andaluz como una realidad compleja capaz de absorberlo todo, a la que nada le es ajeno. Y seguramente se encierra aquí su mayor valor. Convendrá no perder de vista esta perspectiva cuando la actividad escénica recupere su normalidad. Si tal es posible.

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