Nacido como un barrio obrero y humilde, Palma-Palmilla vivió momentos de decadencia que le han conferido un estigma muy difícil de quitar. La vulnerabilidad de su población, castigada por el paro, la falta de formación y de expectativas, ha motivado el trabajo de instituciones y entidades sociales y la construcción, desde sus propias bases, de planes comunitarios que intentan reparar la segregación de este distrito con respecto a la ciudad. Entre bloques altos de 13 plantas y casas mata habitan más de 30.000 personas y un 10% de ellas son extranjeras. Los vecinos piden más limpieza, mayor control policial y centros de empleo que den oportunidades al barrio.
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