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"Pompeya fue un revulsivo en muchos aspectos"

El arqueólogo y divulgador Rubén Montoya. El arqueólogo y divulgador Rubén Montoya.

El arqueólogo y divulgador Rubén Montoya. / Crítica

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

LO QUE CUENTAN LAS COSAS. Rubén Montoya es profesor asociado y doctor en Arqueología Romana por la Universidad de Leicester. En la actualidad, desarrolla un proyecto de investigación sobre Pompeya y otros yacimientos arqueológicos del área vesubiana en el Real Instituto Neerlandés de Roma. Su último título, Pompeya. Una ciudad romana en 100 objetos (Crítica), intenta acercarnos a la cotidianidad de la población sepultada. Comparte su fascinación por el mundo antiguo también desde su cuenta de X (antes Twitter), @rubsmontotya.

–Pompeya cautiva, dice, independientemente de las veces que uno vaya. ¿A qué lo achaca?

–Tiene un encanto que fascina a cualquiera, no importa las veces que vayas: siempre vas a descubrir algo nuevo porque la ciudad envuelve, al turista y a quien sea. Cada detalle de cada pintura, observarlas desde distintos puntos de vista. Y como tenemos la suerte de que hablamos de un contexto bastante bien conservado,en cada visita puedes hacer una lectura y vivir una experiencia completamente nueva.

–¿Cuánto nos queda por excavar?

–Pues yo diría que de 62,64 hectáreas, nos quedan unas 23 sin excavar en la zona intramuros. Luego quedaría toda la parte exterior, porque sabemos que ciudad y territorio estaban muy relacionados.

–Es decir, el espacio que hacía funcionar a la ciudad.

–Claro, por ejemplo, con el gárum sabemos de la existencia de una taberna pero se supone que las piletas más grandes, donde se producía, estarían localizadas fuera de las murallas. Además de que muchas de las grandes villas estarían también fuera, como es el caso de La Villa de los Misterios.

–Pompeya en 100 objetos. Precisamente, comenta que una de las cosas que más le extrañaba en las primeras visitas era que no hubiera utensilios y demás en las fincas.

–Obviamente, había que catalogarlos y estudiarlos. Pero esa primera impresión poco a poco se va completando, y ya encuentras objetos también en el mismo sitio, en vitrinas. Esa ausencia se ha ido paliando un poco. Para mí, como arqueólogo e historiador, los objetos son los que más nos cuentan de las personas que interactuaron con ellos, y por eso decidí hacerlos protagonistas del libro.

–Desde luego, se ve claramente nuestro parentesco. Si hasta les ponían medallitas a los niños.

–Detalles así nos dicen que tenemos una gran herencia cultural de épocas anteriores, de todas las culturas que han pasado, y todavía mantenemos ciertas costumbres.

"Los objetos son los que más nos cuentan de las personas que interactuaron con ellos"

–Pompeya se “descubrió” a mediados del XVIII. Es inevitable pensar que ahí estuvo el origen del boom neoclásico.

–Yo creo que su descubrimiento supuso un revulsivo en muchos ámbitos: nos permitió asentar las bases de la arqueología clásica como disciplina; fue meca del grand tour y despertó el afán por el mundo clásico; todas las producciones de grabados y libros que se realizaron del sitio eran diseños de pinturas, esculturas y objetos que se iban encontrando, y tendrían un impacto impresionante en las artes decorativas: el rojo pompeyano, las palomas volando, las molduras... La moda imita también esa fascinación por lo antiguo incluso en las vajillas. En definitiva, su descubrimiento cautivó a la sociedad de tal forma que transcendió el ámbito especializado y se filtró en guías de viajes, estilos decorativos, etc.

–Pero también hemos ido dando por hechas cosas que después se han ajustado: desde la fecha de la erupción hasta la distribución de la 'domus' clásica.

–Algo que también dice mucho de nosotros como sociedad, algo común en la historia de la humanidad: el conocimiento que tenemos hoy día no es el mismo que teníamos el siglo pasado por la asunción de ciertos paradigmas y la interpretación de lo que se da.

–Uno de los objetos que más llama la atención es la diosa a la que se acogía la ciudad, la Venus Pompeyana. Vestida con toga, como una matrona.

–El tema de las diosas es como el de las Vírgenes de los pueblos: la misma en esencia, pero con variaciones locales y cultos específicos. En el caso de la Venus de Pompeya, probablemente hablemos de una figura anterior a época romana, con unos atributos que nos remiten a una diosa asociada al mundo del mar.

–Por lo menos, era una Venus. Lo que sin duda uno no se espera encontrar en Pompeya es una figurilla hindú.

–Sí, se encontró en la llamada vía de la Abundancia. Parece que guardada en un armario en el patio trasero de una casa, había una estatuilla india. La funcionalidad tampoco está muy clara, lo más seguro es que fuera simplemente un elemento decorativo, aunque también habría podido servir de soporte de una mesa, por ejemplo. Nos habla de los increíbles vínculos comerciales que el mundo romano tenía hace 2000 años y era un símbolo de poder y riqueza para quien quiera que la tuviera.

–¿Había algo que distinguiera a los habitantes de Pompeya de otros del imperio?

–Pues, primero, diría que no tenemos que aplicar todo lo que sabemos de Pompeya al resto del territorio romano. Sólo comparándola con otra localidad cercana, como fue Herculano, vemos que Pompeya era más cosmopolita, algo que ves del tirón en la decoración de las casas. Cuando Roma construye su primer teatro en piedra, Pompeya ya tenía dos.

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