Doble fondo

roberto Pareja

Mucha guasa y pocas confianzas

LA confianza es un grado y aunque Mariano Rajoy hizo ayer buena gala de ella, de la seguridad que tiene alguien en sí mismo, con ánimo aliento y vigor para obrar, tenía, muy propio, la misma cara que un pavo en Nochebuena.

Se da la paradoja de que en esa fecha, si llegara el caso y los españoles tuvieran que volver a resolver la incapacidad de los prebostes políticos para ponerse de acuerdo, el pavo se transformaría en un gallito, con esa extraña tendencia a premiarlo según va avanzando este tortuoso interregno.

Pero más que pavo, Rajoy es perro viejo, y ayer salió airoso del trance de su viaje a ninguna parte con su tono más burlón, hundiendo en la miseria al gran dilema. "Si yo soy malo, usted es pésimo", le replicó socarrón a Pedro Sánchez a la vista de los números del PSOE en las dos últimas elecciones generales, con la matrícula del PP cada vez más alejada. La tercera acepción de confianza de la RAE remite a la presunción y vana opinión de sí mismo. Con sus escasos 85 diputados, el líder socialista desgranó todos sus argumentos para enrocarse en el no a Rajoy, parafraseando al candidato a la investidura con las lindezas que le dedicó cuando lo intentó él, en marzo, del brazo de Albert Rivera, que vale para un roto como para un descosido, aunque su maridaje con el segundo (Rajoy) resulta mucho más natural. Atrincherado éste en su bucle de o yo o el caos, embriagado por la euforia de la recuperación económica y el empleo, por ese rayo que no cesa de la confianza de los españoles, el líder de la oposición se volcó en explicar a la opinión pública su negativa a propiciar su investidura por la "desconfianza" que genera por la "corrupción", sus "mentiras" y el "uso y abuso" de las instituciones.

Ante Sánchez se alza la amenaza fantasma de la división del partido ante la gran decisión ahora que el reloj para una fatídica tercera vulta de tuerca electoral se ha puesto en marcha. Y con esa retranca marca de la casa, el campeón le anunció, en confianza, que si se monta el belén en Navidad, se reservará un lugar en la historia de España.

Como Azaña, pero por razones mucho menos prosaicas, que ayer fue evocado tanto por los dos púgiles como por Xavier Domènech. Aquí también entró en danza la guasa de Rajoy. "Citar a Azaña para defender el derecho de autodeterminación me lo tiene que explicar con claridad". Será porque el presidente republicano se puso frente a Lluís Companys cuando declaró el Estado catalán en 1934.

Confianza también es familiaridad en el trato. Rajoy la rozó con Iglesias, que soltó alguna flor (le definió como "irónico" e "interesante") entre la lluvia de bombas sobre su gestión. "Usted es estupendo, me gustaría ser como usted", le replicó el líder del PP, al que el del puño en alto reconoció su sentido del humor entre discusiones sobre la propiedad de la gente.

El artículo 99 de la Constitución dice que el candidato a la investidura debe buscar la confianza de la Cámara. No la tiene ni la espera. Rajoy tiene a mucha gente detrás, 7,9 millones de votos, pero, en confianza, el pavo sigue estando muy solo y lo mismo hasta su versátil socio, que no se fía de él, se lo come en Nochebuena.

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