UNA vez más se demuestra esa regla empírica de la política: para que un partido de la oposición gane, es necesario que el Gobierno se desgaste antes. En el caso catalán, que se hunda.

A excepción de lo que le sucedió a UCD en 1982, no se había visto nada similar: 22 parlamentarios menos, con el peor resultado de la historia del PSC. Artur Mas, el próximo presidente catalán, no ha corrido ningún tipo de riesgo durante la campaña electoral: no ha pisado la calle ni los mercados ni los colegios. ¿Para qué? El desgaste del tripartito le ha entregado la victoria. Ello se debe a un factor puramente catalán, y es que Montilla no ha sido capaz de liderar un Gobierno que se presentaba como una partida de tres donde cada uno iba a lo suyo. El segundo factor, general, lo mismo le vale también a Zapatero que a Griñán, y a Rajoy que a Javier Arenas. La crisis económica devora a los gobernantes. Tradicionalmente, el PSOE aporta unos cientos miles de votos más en Cataluña en unas elecciones generales que en las autonómicas, pero el peor resultado del PSC en la reciente historia autonómica catalana indica algo más que un fracaso doméstico. Un porcentaje de apoyo menor al 19% (en 1980 fue del 22,3%) es una debacle. No pasó ni en 1995, un año clave en Cataluña para entender qué ocurrió en 1996: la victoria del PP a nivel nacional. Los populares han obtenido en esta ocasión un resultado mejor que entonces, 18 escaños, uno más que en aquella ocasión, aunque con un porcentaje menor. Con toda la precaución que deben tomarse las siempre las peculiares elecciones catalanas, esto anticipa un cambio a nivel español y una consolidación de que la marea del PP puede aupar a Arenas. La siguiente cata demoscópica con elementos reales serán las elecciones municipales del 22 de mayo próximo. Es posible que Javier Arenas tenga hoy mejor cara que José Antonio Griñán, y Rajoy, que Zapatero. Aunque no tanto: el PSOE ya le ha ofrecido estabilidad a CiU, y esto tiene su contrapartida en Madrid.