Feria de Málaga

Genialidad de Talavante

GANADERÍA: Se lidiaron seis toros de la ganadería de Jandilla muy bien presentados. El segundo y el quinto, los peores de la tarde. Primero, tercero y cuarto fueron aplaudidos en su arrastre. TOREROS: Javier Conde, de verde billar y azabache. Dos pinchazos, pinchazo hondo, tres descabellos y un aviso (pitos). Media estocada caída (pitos). Sebastián Castella, de malva y oro. Pinchazo, estocada contraria y un aviso (saludos). Bajonazo y un aviso (saludos) Alejandro Talavante, de púrpura y oro. Estocada contraria y un aviso (oreja). Estocada baja y un aviso (oreja y fuerte petición de la segunda). Incidencias: Sexta de abono. Media plaza. Tarde agradable. José Antonio Trujillo, de la cuadrilla de Javier Conde, saludó tras parear al cuarto de la tarde.

Ya iba tocando. Se necesitaba algo así para prendiera la llama que encendiera por fin los tendidos de La Malagueta. Ardió la mecha gracias a un grande. Alejandro Talavante fue el arquero que encendió el pebetero. Y de qué manera. El extremeño venia a Málaga después de realizar faenas muy importantes en otras ferias y de conseguir varios triunfos. El momento por el que atraviesa hacía que sobre él cayeran gran parte de las esperanzas de la tarde y no falló. Ya en su primero apuntó maneras con el capote que lanceó de con mucha plasticidad. En su faena dio muletazos muy largos con la mano muy baja. Mostró muchísimo temple por naturales, donde dejó grandes retales de calidad. Una estocada caída, aviso y oreja para el de Badajoz.

En su segundo el despliegue fue para descubrirse ante él. El toro no demostró tener fijeza ya con la capa. Con la muleta se lo llevó a los medios para alejarlo de las querencias. Algo con lo que tuvo que luchar a lo largo de toda la faena. Pero esa fue no sólo su principal lucha si no también que de ahí surgió su mayor grandeza, que fue conseguir lo que consiguió con ese toro. Para colmo el de Jandilla se llamaba Enemigo. Y ya decía Vito Corleone: 'Mantén cerca a tus amigos pero más cerca a tus enemigos' . Y eso es lo que hizo Talavante. Mostró tal valor y evidenció tal muestrario de sapiencia, dominio, técnica, poder y valor ante su antagonista, que le valió para provocar las ovaciones de un público cada vez más entregado. Y con razón. Fue una rotunda genialidad. Mató con una estocada algo caída, pero la mayoría hablo por sí sola y cayó la primera oreja. Hubo fuerte petición de la segunda. Los gritos de 'torero, torero' al abandonar La Malagueta eran más que descriptivos de lo vivido en el ruedo.

Ayer la firmeza llevó el nombre de Sebastián Castella que estuvo muy por encima de su lote, que fue el peor de la tarde. La clave del francés fue su técnica que hizo poder sacarle a los toros mucho más de lo que tenían. Tuvo que saludar las dos veces.

La actuación de Javier Conde fue una lucha de mareas enfrentadas. El problema es que las dos mareas eran él mismo. La eterna lucha entre el querer y poder sumió al malagueño en un océano de dudas que le hizo naufragar ante sus dos toros. El primero de sus enemigos era un toro probón al que había aguantarle las miradas y su envites y Conde no se los aguantó. De ahí que no pudiera sacarle provecho.

El segundo de su lote y cuarto de la tarde se caracterizó por lo enrrazado. Algo que reclamaba la prolongación del muletazo para darle más recorrido y mantener y alargar así la inercia del de Jandilla. Algo que tampoco consiguió. Sus dos comparecencias se saldaron con pitos. A pesar de esto, ojalá se prolongue hoy el regusto de ayer al salir de La Malagueta.

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