Feria de Málaga

Málaga danza al son de drones y fuegos en el arranque de la Feria

Uno de los momentos del espectáculo de drones con el que ha arrancado la Feria de Málaga.

Uno de los momentos del espectáculo de drones con el que ha arrancado la Feria de Málaga. / Pepe Gómez (Málaga)

Como en una suerte de cuento de Monterroso: cuando los primeros visitantes llegaron a la playa de La Malagueta, los últimos bañistas todavía estaban allí. Ni las evidencias meteorológicas más agoreras, nublado y bochorno incluidos, ni la supresión de la música en directo y el traslado del pregón al sábado evitaron una afluencia masiva como sólo las hemerotecas recuerdan. 

De tal manera, a pie de costa aguardaban cientos de personas, desde infantes que no levantaban apenas tres palmos del suelo y hasta matrimonios maduros dispuestos a vivir una segunda juventud. No faltaron, por supuesto, los reglamentarios veleros y demás embarcaciones de poca eslora que se animaron a dar la bienvenida a la Feria sobre las aguas de la bahía. 

Aunque a efectos empíricos podría decirse que el grupo mayor, y por puras razones biológicas el más ruidoso, fue el intermedio; por lo que no fue difícil identificar a familias enteras acampadas al estilo picnic, a chavales señalando su posición entre la multitud usando las linternas de dos móviles, a adolescentes de hormonas revolucionadas demasiado sociables con sus amigas… Todos, eso sí, acudieron con ganas de vibrar y disfrutar lo máximo posible después de un largo tiempo de acongojantes penurias.

Y así marchaban las cosas cuando sobre el espacio aéreo del pantalán de Levante comenzaron los primeros signos de actividad: 12 decenas de aparatos con luces estroboscópicas y flashes de comedida intermitencia -y otros tantos en la playa de Huelin- surcaban ahora los cielos malaguitas confiriéndoles un cariz de lo más psicodélico. Fueron visibles desde entonces construcciones más o menos feriadas de la guisa de un algodón de azúcar, una montaña rusa, un barco vikingo y otros pertinentes clichés; que se hicieron acompañar de frases personalizadas como “Hola Málaga” o “Fiestas 2022" desatando la euforia del personal. 

En tierra firme, la nueva fórmula generó impresiones nada tibias desde los primeros segundos de espectáculo que fluctuaban entre el “y tanto pa’ esto”, ya que la cosa empezó un poco al tran tran; y el “ mira qué chulo”, acaso proferido por algún miembro del sector más impresionable. Con todo, hubo margen para salvar a los indecisos de unos y otros gracias al efectismo que siempre supone un golpe de mano, y música, en el momento adecuado. 

A continuación, pues, llegaría el turno de la parte más tradicional del ritual en que más de 600 kilos de pólvora estallaron puntualmente por los aires formando las geometrías habituales. Incluyendo sus añadidos. Del primer cohetazo en adelante, los perros de toda la manzana se desgañitaron, algunas parejas se acaramelaron -ya saben que con el calor los chicos se enamoran-, al tiempo que una porción nada desdeñable de asistentes desenfundaba sus smartphones para inmortalizar algo que no volvería a ver en vídeo jamás; pero sí sus seguidores de Instagram. 

Aunque el summun fiestero llegaría en el momento en que los altavoces expelían la BSO de Grease con Newton John y Travolta a las voces en You’re The One That I Want. A las que se unieron, además de otras dos canciones del mismo filme, propuestas menos canónicas como This is me, Príncipe Alí, La vida es bella, Dragonheart o Let it go para el disfrute irredento de la masa, que incluso se animaba a hacer algunos pasos de baile. Al cabo, de eso mismo se trataba.

La danza de drones y fuegos, en cualquier caso, no sólo lograba disfrazar de normalidad lo que ya es extraordinario para todos. Había resultado ser un acto de prestidigitación, un sueño plácido que animaba a imaginar que nada de lo vivido en estos dos últimos años había ocurrido. El color y las figuras en los cielos lograban así retornar la ilusión a toda Málaga, una ciudad que ansía volver a hacer lo que nunca debió dejar de lado. 

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