Alcoholímetros en la Feria de Málaga para brindar sin miedo al volante

La seguridad vial se cuela en las casetas del Real con varios dispositivos

Cierran una cuarta caseta en la Feria de Málaga por querer cobrar entrada

Uno de los alcoholímetros instalados en el Real. / Carlos Guerrero

"Si bebes, no conduzcas". La frase, que casi todo español conoce, se remonta a una campaña publicitaria lanzada por la Dirección General de Tráfico en 1985. Para aquel mensaje, la DGT contó con la voz y la imagen de Stevie Wonder, que adaptó al español el estribillo de su canción Don’t Drive Drunk y lo convirtió en un lema inolvidable. Este eslogan vuelve a resonar en la Feria de Málaga, aunque esta vez no desde un anuncio, sino desde unas máquinas instaladas en el Real de Cortijo de Torres. Son los nuevos alcoholímetros automáticos, que se pueden encontrar en varios puntos del recinto.

Por un euro, un soplido y pocos segundos de espera, dictan sentencia sobre si las llaves del coche deben quedarse guardadas en el bolsillo o si la persona que ha bebido puede regresar a casa sin miedo a llevarse algún susto o una multa. Estas máquinas han llegado para recordar que, además de bailar, comer y brindar, también hay que conducir con cabeza. Los alcoholímetros se han convertido en la atracción más inesperada de estas fiestas, dándole un toque de responsabilidad a tanta diversión.

El sistema de funcionamiento es muy sencillo: se introduce un euro, se facilita una boquilla desechable y se sopla en ella. En tan solo unos pocos segundos, la máquina dicta la sentencia. Si aparece un color verde y el marcador se queda por debajo de 0,25 gramos por litro, entonces se puede uno relajar: puede ir al volante del coche sin ningún problema. Si, en cambio, el numerito se tiñe de rojo, no queda otra que utilizar el transporte público o llamar a un taxi o VTC, que, en la semana de Feria, siempre acaban siendo la última atracción antes de llegar a casa.

Allí, con el flamenco y el reguetón de fondo como banda sonora, estos pequeños dispositivos que pasan desapercibidos se han convertido en protagonistas inesperados de la fiesta al ser la novedad del año. En el Real, un espacio donde el alcohol se sirve a toda velocidad y donde cada minuto se hace un brindis, la cifra que aparece en pantalla puede ser la diferencia entre un "vámonos con el coche" y un "mejor nos vamos en un taxi".

Algunos curiosos se acercan como si fueran a jugar a una tómbola. Insertan la boquilla con solemnidad y, segundos después, esperan el resultado con la misma tensión que un estudiante ante las notas de selectividad. Alguno dice que, si sale verde, puede seguir la fiesta. Si sale rojo, hay que replantearse cómo seguir o abandonar la fiesta.

La iniciativa, más allá de lo anecdótico, tiene un objetivo claro: evitar accidentes y concienciar de que la fiesta se disfruta más cuando acaba bien. Este verano se cumplen cuarenta años de la mítica frase de Stevie Wonder que la DGT convirtió en lema inmortal de la seguridad vial. El mensaje sigue igual de vigente, porque el alcohol continúa estando detrás de muchos siniestros mortales en las carreteras.

La Feria, con sus miles de visitantes, es un escenario donde la tentación de beber es grande y la prudencia, a veces, escasea. Y es precisamente en este contexto donde los alcoholímetros cobran protagonismo. "Por un euro puedes saber si llegas a casa con multa o sin ella", bromea entre risas un hombre que pasa cerca de la máquina, dirigiéndose a sus amigos.

Entre vasos de vino dulce, copas y cañas, los visitantes se enfrentan a la prueba de la verdad. Unos respiran aliviados y siguen con la fiesta; otros deciden aparcar las llaves en el bolsillo y llamar a un VTC. Todos los que se someten al control de alcoholemia, en cualquier caso, son conscientes de que la seguridad vial también tiene especial importancia en las ferias, con la misma seriedad que en los controles en las carreteras.

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