Una caseta en la Feria de Málaga puede ofrecer al día mil platos de paella y 400 litros de cerveza

Del Moët al rebujito, pasando por el tinto de verano: la diversidad de bebidas que triunfa en el Real

Precios de la Feria de Málaga 2025: desde una tapa con caña a 2,90 hasta un campero por 19,50 euros

Una mesa de comensales en la caseta Los Mimbreles.
Una mesa de comensales en la caseta Los Mimbreles. / Carlos Guerrero

En la Feria de Málaga la alegría de los feriantes se mide también en litros, en jarras y vasos que se levantan bajo los farolillos y, por otro lado, en platos que llegan a las mesas y que se reciben casi con ilusión. El Real, desde primeras horas de la tarde, se convierte en un banquete festivo: litros de cerveza que corren de los grifos, otros tantos de rebujito en vasos con hielo, platos de tortillas y paellas que se sirven como si vinieran de una fuente infinita. Cada caseta esconde su propio secreto, pero todas coinciden en que la fiesta no es la misma sin un buen brindis ni sin comer un buen plato, porque tantas horas de fiesta necesitan combustible. Una caseta puede ofrecer hasta mil platos de paella y 400 litros de cerveza a diario.

El responsable de la Caseta Monkey, Alberto Ramírez, ha explicado en declaraciones a este periódico que cada día vacían dos barriles de cerveza y otros dos de tinto, cada uno de 50 litros. A ello se suma un preparado que "está triunfando este año": la paloma, un granizado a base de tequila y lima del que ya han salido unos 20 litros. En combinados, la jerarquía se cumple sin sorpresas: primero el ron, luego la ginebra y en tercer lugar el vodka. Y, para quienes buscan algo más sofisticado, el Moët Ice y su versión rosé se han convertido en los reyes indiscutibles del brindis. "Este año hemos optado por sota, caballo y rey, dándole al público lo que más demanda", ha sentenciado.

En la Caseta Arte, las cuentas son igualmente abultadas. "No sé cuántas, pero muchas", señala una de las camareras entre risas. Su compañero conoce las cantidades con algo más de exactitud. El rebujito se mide en grande: dos barriles de 50 litros diarios. Por la tarde salen entre 25 y 30 botellas de vino, que al caer la noche dan paso a entre 40 y 60 botellas de bebidas varias. La cerveza, por supuesto, no se queda atrás: seis barriles diarios. Por otro lado, en la cocina, cada jornada arranca con una paellera que rinde unos 250 platos, servidos como reclamo.

El Tiro Pichón prefiere centrarse en los clásicos que nunca fallan. El vino, reconocen, es lo que menos se vende. Pero, a cambio, el vino dulce típico de estas fechas alcanza unas grandes cifras: alrededor de 50 botellas al día. El rebujito arrasa con unas 300 jarras diarias, mientras que el agua, los refrescos y la cerveza completan la oferta líquida. En la cocina, el protagonismo absoluto lo tiene también la paella: nada menos que 1.000 raciones al día, servidas desde seis paelleras gigantes que no paran de girar cucharones.

Plato de tomate con atún acompañado de vino.
Plato de tomate con atún acompañado de vino. / Carlos Guerrero

En Los Mimbrales, Jessica Ramos conoce con precisión el arsenal que sostiene la barra: ocho barriles de cerveza, dos cajas de botellas de dos litros de tinto de verano cada una y unas 40 o 50 botellas de alcohol fuerte. Pero la verdadera fiesta se libra en la cocina de María Ángeles, que maneja una carta de 70 platos y preparan cada jornada 60 tortillas de patatas a mediodía, a las que se suman más por la tarde. Los calamares y el revuelto de la casa superan el centenar de raciones, aunque el plato estrella es el tomate cortado con atún: más de 200 porciones que vuelan entre mesas. "Es lo que más nos piden, siempre cae bien con el calor", ha confesado la cocinera.

El Real no entiende de pausas. Con las primeras cañas frías, rebujitos y tinto de verano, se alarga hasta bien entrada la madrugada, cuando los últimos acordes de flamenco de alguna caseta se mezclan con el reguetón de otra. Durante más de 12 horas seguidas, las casetas son lugares de paso para miles de malagueños y visitantes que encadenan brindis, platos compartidos y bailes improvisados de una a otra. El sol abrasa las primeras horas, mientras que los farolillos encienden las calles cuando cae la noche. En este escenario, el tiempo parece desdibujarse hasta parecer un único día de fiesta continua.

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