Punto de vista

Sigo siendo aquel

Raphael en la gala de inauguración del 26 Festival de Málaga.

Raphael en la gala de inauguración del 26 Festival de Málaga. / Javier Albiñana

Para encontrar las verdades, nada como recurrir al refranero español y los dichos que nos legó la sabiduría popular. Por ejemplo, aquel que apunta escuetamente a lo de “no comer por haber comido”. Eso me recordó nuestro universal Raphael, dueño y señor del primer fin de semana del festival malagueño, cuando aclaró que se encontraba de periodo de descanso, pero que ante una invitación como la recibida por Juan Antonio Vigar para recibir el Premio Ciudad del Paraíso estaba más que justificado salir de ese limbo. Las normas están para incumplirlas. Y si de recibir un aplauso se trata, qué Rafael se va a negar. No sería el mismo. Nos lo habrían cambiado. Ya estaba el de Linares receloso de que el primer premio del mundo cinematográfico hubiese tenido que llegar, muy tardío, nada menos que desde Latinoamérica, por parte de la organización de los Platino.  

Si la Biznaga honorífica malagueña da un empujón para que se vea cumplido su sueño de que su hijo Jacobo ruede una película con su incombustible progenitor, démosla por bien empleada. Qué lejos están las películas en las que fue dirigido por Mario Camus o Vicente Escrivá. Sin embargo, si Raphael tuviese que recomendar un título de su filmografía a la hinchada infantil sería ‘El golfo’. No le falta razón. Álex de la Iglesia lo reinventó como actor. Creo que Málaga lo ha vuelto a poner en el punto de mira. Y no va de farol. 

No está de más recordar, ahora que tan de moda están los biopics, el interés que suscitó su figura tras la emisión del documental que emitió el canal #0 hace un par de años. Fue un éxito rotundo. Un renacimiento en toda regla.

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