Ainhoa Rodríguez | Directora de cine

“No puede haber sólo una forma de hacer cine, esa lógica es todo lo contrario del arte”

  • Tras deslumbrar en festivales como los de Moscú y Rotterdam, la realizadora hizo lo propio ayer en el de Málaga con ‘Destello bravío’, una mirada al mundo rural preñada de realismo mágico

La directora Ainhoa Rodríguez, este domingo, antes de la entrevista.

La directora Ainhoa Rodríguez, este domingo, antes de la entrevista. / Álvaro Cabrera (Málaga)

Vino al mundo la directora y docente Ainhoa Rodríguez en 1982 en Madrid, aunque su familia no tardó en trasladarse a Extremadura, donde se crió como una precoz enamorada del cine. Para el rodaje de su ópera prima, Destello bravío, volvió a este territorio con la intención de contar una historia ambientada en el mundo rural, protagonizada por un puñado de vecinas y actrices no profesionales, que bebe tanto del documental como del realismo mágico y de otras muchas fuentes. El resultado es una película harto singular, de una extraña y deslumbrante poética, que conquistó al público en los festivales de Moscú y Roterdam entre otros escaparates internacionales y este domingo hizo lo propio en el de Málaga, donde figura ya por derecho como seria candidata a la Biznaga de Oro. Destello bravío llegará a las salas comerciales el próximo 18 de junio.

-No es díficil encontrar en Destello bravío referencias al cine de Saura o de Buñuel. ¿Era su intención tomar cierta tradición para llevarla a un lugar bien distinto?

-Ante todo, soy cinéfila desde pequeña. De niña veía el cine como los sueños de otros y soñaba con contar los míos. Siempre he sentido el cine como una necesidad, porque de alguna forma estamos hechos de cine, es lo que digerimos todo el rato. Por supuesto que me fascina el cine de Saura y Buñuel, como el de Fellini, podría estar horas hablando de referentes porque son o todos o ninguno. Y no sólo cineastas, también fotógrafos, diseñadores, muchos creadores distintos. Sin embargo, esta película ha sido muy especial desde el principio dada la materia prima que tenía delante. El regalo que me han hecho estas mujeres con las que he trabajado y su pueblo es oro molido para cualquier autora. Eso es lo que más me ha estimulado, su generosidad: han puesto en mis manos su vida, su carácter, su alegría, su tristeza, sus luchas cotidianas, y hemos trabajado con eso. Hay que tener en cuenta que yo soy extremeña y que me apetecía, a lo mejor por una cuestión de orgullo de origen, hacer una película con lo extremeño. La ironía que está tan presente en la película, esa retranca que a veces se convierte en humor negro, es algo puramente extremeño.

-¿Barajó en algún momento hacer un documental al uso?

-No, no valgo para eso. No puedo evitar meter mano. De todas formas, desde Nanuk, el esquimal hemos visto documentales tan intervenidos, tan tocados, que a menudo las fronteras entre eso y la ficción no están claras. Pero no, no me he puesto ningún corsé, bastante ansiedad he sufrido al asumir la autoproducción. He querido ser libre, disponer sin reparos de todas las herramientas que estuvieran a mi alcance, ya fuesen de la ficción, de los documentales o del realismo mágico. Después, lo he mezclado todo en el equilibrio que he considerado más oportuno. Así ha sido.

-¿Habría podido hacer esta película tal y como la ha hecho con la entrada de otros productores?

-No. En absoluto. Es verdad que Luis Miñarro vio una primera versión del montaje, se enamoró del proyecto y entró en la postproducción para asumir parte del proceso, pero, más allá de eso, pedir la participación de un productor habría sido como exigir un acto de fe, que confiara a ciegas en lo que yo quería hacer. Me he ido a un pueblo a vivir sin saber cuándo iba a volver, en un proceso completamente abierto en el que he ido haciendo las cosas a mi modo, los castings, los ensayos, las localizaciones, las puestas en escena, todo ha sido una retroalimentación continua que le habría volado la cabeza a cualquier productor. Por otro lado, hablaré claro: si yo soy la autora de esta película, como es el caso, me implico hasta morir en lo que haga falta para sacarla adelante, de manera que todo lo económico se ha ido invirtiendo en lo artístico, con mi equipo detrás de mí todo el tiempo. Es una apuesta personal hasta lo biológico.

-¿Diría que ha inventado una nueva manera de rodar?

-Creo que hay una tendencia general a encorsetarnos, a tenernos controlados, lo que tiene que ver con la lógica del consumo. Parece que sólo puede haber un método para hacer las cosas, que si alguien se sale del tiesto va a haber quien se ponga nervioso. Pero esta lógica es todo lo contrario del arte. Hay pintores que invierten años en acabar un cuadro y otros que pintan un cuadro al día. Pues bien, de la misma forma no puede haber un solo proceso para hacer una película. No creo que haya un método nuevo, es que a cada película que haga le daré el método que considere conveniente.

-¿Qué espacio le queda a la autoría con las plataformas?

-No sé. Yo reivindico la autoría a muerte y sé que eso no siempre cae bien. Me preocupa que por culpa de la pandemia se haya asumido como natural que se vean las películas en ordenadores y móviles. Destello bravío es una película sensorial hecha para ser vista en salas de cine, en libertad, para que el espectador pueda entrar en el juego y terminar la película a su manera. Se ha popularizado el uso online del cine con la excusa de que no tenemos tiempo, pero es que nuestra responsabilidad es reivindicar el tiempo para ir al cine. Hay que ir al misterio de la sala, que es un templo. Basta ya de links, por favor, hay que ir al cine.

"Hacer cine significa, en cualquier caso, que adoptas una postura política y que asumes una ideología ”

-¿Le inquieta la respuesta del público una vez que la película llegue a las salas, o lo dejamos en una mera curiosidad?

-Todo lo que está pasando con la película, la buena acogida acogida nacional e internacional que está teniendo, es ya un regalo enorme. Más allá de esto, no he hecho esta película para contentar a nadie, pero sí creo que puede haber un público cansado de ver siempre la misma película y con ganas de probar cosas distintas. Lo que yo quiero es que el público entre en el proceso, a su manera, en plena libertad, con la implicación que quiera, con alegría y con valentía.

-¿Cómo ha sido el trabajo con un elenco no profesional a la hora de construir los personajes?

-Ellas me lo han dado todo. Me han puesto la arcilla delante, sólo había que moldearla. Dicho esto, ha sido un trabajo muy exigente que ha demandado mucha energía. Tenía que estar con cada una de ellas lo necesario hasta que aflorara el ser humano, por encima de las inseguridades. Luego, eso sí, estas mujeres no dudan en tomarte las medidas y ponerte a prueba. Yo acepté esto y pasé por sus pruebas hasta que me gané su confianza. A partir de aquí fue todo mucho más sencillo.

-Reivindica usted otras maneras de hacer cine, pero también reivindica Destello bravío otras maneras de estar en el mundo más allá de las fórmulas de éxito. ¿Es el suyo un cine político?

-Sí, claro. Hacer cine implica posicionarte políticamente y asumir una ideología. No hay que creer nunca a los que dicen que su cine no tiene nada que ver con la política. Si haces una película comercial, con acento supuestamente neutro, con rostros normativos e ideas banales, todo eso es política.

-Ya sabemos qué cineasta es usted ahora, pero ¿qué cineasta le gustaría ser en el futuro?

-La que soy ahora. Lo que sí me gustaría es tenerlo más fácil a la hora de desarrollar un proyecto personal, para poder construir mi propia metodología. Me gustaría contar un con un apoyo, con una infraestructura de producción que entienda y comparta lo que quiero hacer, porque la producción también es al final un trabajo creativo. Quiero seguir explorando los caminos que me interesan. Tengo varias ideas para otro largometraje. Me gusta jugar, lo inclasificable, eliminar todos los clichés. No tengo prejuicios, por supuesto, ni quiero tenerlos era lo que faltaba. Hacer cine es volver a ser niña. No quiero dormirme, quiero estar atenta y no perder la pasión. Hacer cine es también duro, es difícil, pero merece la pena. No por lo que recibo ahora sino por lo que entraña en sí, por lo que vivo en un rodaje o en la sala de montaje.

-La película tiene una conexión malagueña con Paloma Peñarrubia y Alejandro Lévar, que han compuesto la música. ¿Cómo fue el trabajo con ellos?

-No entiendo el cine sólo como una cuestión de imagen. Por eso el sonido y la música tenían una función esencial a la hora de pivotar entre el naturalismo, el realismo, la invención de la realidad, el absurdo y la psicodelia. Por eso hay en la música elementos de raíz como la jota extremeña y otros elementos distintos como los que han aportado Paloma y Alejandro con sus composiciones. Ha sido fantástico trabajar con ellos, a pesar de que lo tuvimos que hacer todo a distancia por la pandemia.

-Cuando el cine ya no sea un juego, ¿lo dejará?

-Es que entonces eso no sería hacer cine, sino otra cosa. Si tuviera que hacer una película sin libertad para tomar mis propias decisiones, ese trabajo se parecería más al que se hace en una fábrica. De momento, lo que vendría bien en España es un mayor apoyo al cine de autor, porque es el que nos está dando prestigio internacional. Hace falta una mayor voluntad política dirigida al autor.

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