Festival de Cine Sevilla

Bollaín, el hombre que 'inventó' el primer plano

  • Un documental de Raúl Arteaga repasa hoy la trayectoria de este cineasta provocador y lúcido.

Como tantos otros, Juan Sebastián Bollaín (Madrid, 1945) empezó a hacer películas en la adolescencia, después de que le regalaran una cámara, pero aquel chaval no había tenido con la familia la costumbre de ir al cine y en sus primeras grabaciones debió recurrir a la intuición para narrar sus propias historias. "Yo inventé el travelling, la panorámica, el primer plano. Todos los elementos del lenguaje audiovisual los inventé", cuenta el director, que en la época de aquellos tempranos rodajes descubrió con asombro, en un pase de El evangelio según San Mateo, que Pasolini utilizaba planos idénticos a los que había ideado. Todos los hombres que fue y aún es Bollaín, aquel muchacho autodidacta y visionario, el cronista oportuno y lúcido de su tiempo en el que se convertiría más tarde, el "loco rebelde, una especie de Raoul Walsh a la española", como lo recuerda Antonio Cuadri, protagonizan Juan Sebastián Bollaín: la eficacia de la utopía, un documental sobre el cineasta que se proyecta hoy a las 22:00 en el Nervión Plaza, dentro de la programación del SEFF, que también recupera durante estos días, en varias sesiones, sus cortos y el largometraje Las dos orillas.

Juan Sebastián Bollaín: la importancia de la utopía, segundo largometraje de Raúl Arteaga tras The contemplation of noise, recorre la producción de un creador tan libre que, como reconoce en el filme, "actuaba por encargo, pero siempre llevaba los encargos al límite". En piezas como La Alameda (1978), Sevilla tuvo que ser o La ciudad es el recuerdo (ambas de 1979), utilizaba el cine como un medio de denuncia y cargaba contra la especulación inmobiliaria y la hipocresía de los políticos mientras se interrogaba sobre un modelo de ciudad más habitable. "Es interesante cómo en estos trabajos se aprecia su formación como arquitecto y urbanista, cómo su cine mezcla todos estos intereses", comenta Arteaga, que admite haber tenido reparos a la hora de rescatar algunas de las potentes y provocadoras imágenes del cine de Bollaín, en el que un hombre defeca como un modo de protesta contra los planes urbanísticos o Sevilla alberga una Semana de la pornografía en la que se proyectan escenas de sexo en plena calle Betis. "Cuando estaba montando el documental, me decía: ¿Qué hago con esto? No sabía cómo tratarlo", apunta Arteaga sobre su trabajo.

La cinta, que debe su título a una frase de André Breton, "la utopía es más eficaz que el pragmatismo", que ya asomaba por una de las películas de Bollaín, documenta también los problemas que encontró el creador en su salto al largometraje con Las dos orillas (1986). "Me considero un guionista aceptable de cortos y mediometrajes, pero un largo es como un caballo que se te desboca", dijo sobre aquel proyecto, a los que seguirían Dime una mentira (1992), por la que José Luis Guarner expresó su admiración antes de morir, y Belmonte (1995), un fracaso de taquilla y a juzgar por las palabras del director tampoco el trabajo del que se siente más orgulloso: "Yo quería hacer una película maravillosa, y, no: sólo he hecho una película con algunas escenas maravillosas", confiesa con humildad en el documental.

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