El mundo de los cátaros (s. XII-XIII)

POR EL PAÍS DE LOS CÁTAROS X

La ciudad comienza a girar en torno a tres edificios fundamentales: la catedral, el ayuntamiento y la lonja

Por el país de los Cátaros (IX): Albi (II)

Ábside de la catedral de Albi.
Ábside de la catedral de Albi. / Luis Machuca
Juan López Cohard

12 de febrero 2023 - 07:03

Por alguna razón los señores feudales del Languedoc fueron remisos a perseguir a aquellos de sus vasallos que profesaron la herejía cátara, y por alguna razón éstos fueron acogidos fraternalmente por sus conciudadanos católicos, dándose una perfecta convivencia entre ellos con la exclusiva enemistad del clero católico. Pero antes de entrar en las causas por las que se produce la cruzada albigense y analizar el por qué del asentamiento prominente de la herejía en el Languedoc debemos situarnos, aunque sea someramente, en el contexto general de la sociedad medieval de la época y examinar los cambios que se habían venido produciendo después del primer milenio.

La Edad Media se caracterizó por ser una sociedad agrícola en la que los nobles y la Iglesia eran dueños y señores de las tierras y de los siervos que las trabajaban. El sistema se mantenía gracias a que estos señores feudales recibían del rey las tierras a cambio de aceptar su vasallaje y de comprometerse a poner a disposición del monarca medios y hombres en caso de necesidad, bien para su defensa, bien para nuevas conquistas. El sistema de vasallaje se escalonaba gradualmente en la nobleza. De ahí la importancia que tuvo el juramento en todo el Medioevo.

El sistema funcionó hasta cumplido el primer milenio. A partir de ahí son varios factores que alterarán el orden establecido y que producirán una substancial revolución económica, política y social. Por un lado, en el siglo XI comienza un importante comercio entre las distintas ciudades. Ello da lugar a un considerable crecimiento de la población y, por ende, de la economía urbana. Es el nacimiento del mercantilismo, cuyo nombre proviene de la figura que nace en esa época denominada mercator: gente del campo o pequeños artesanos que se dedican a comerciar y llevar sus productos a los mercados de las ciudades.

Estos mercaderes terminaron asociándose en gremios para conseguir mayores beneficios y tener más seguridad en su actividad, especialmente en los transportes. Organizaron los mercados o “las ferias”, en los que las ciudades habrían de abastecerse, creció el número de comercios y se potenció la producción de bienes y servicios, así como la propia agricultura. En definitiva que se propició un florecimiento de la economía favorecido también, en gran medida, por el comercio con Oriente. En ello tuvieron mucho que ver los caminos abiertos por las cruzadas.

En las nuevas ciudades se concentraron los mercaderes, que se establecieron en los arrabales o los novos burgus y, por ello, terminaron denominándose burgueses. La consecuencia fue que el poder económico terminó desplazándose hacia ésta nueva clase en detrimento de la nobleza, con lo que el rey, interesado en quitarles poder a sus peligrosos señores feudales, se alió con ellos y les dio su protección. De esta forma comenzó la decadencia del feudalismo y se plantó la semilla del capitalismo. Todo ello originó una transformación substancial en todos los ámbitos de la sociedad. En el siglo XI, se producen los primeros escritos en lenguas vernáculas que comienzan a través de los versos de los trovadores. Florece la vida cortesana, en la que se concentraron juglares y trovadores y que tuvo especial relevancia precisamente en el Languedoc. También se produjo un cambio en la forma de modelar el espacio urbano.

El cambio de la forma de gobierno de la ciudad, donde la burguesía entró a formar parte de ella, requirió de lugares de reunión y de sedes de los gobiernos municipales. La ciudad comienza a girar en torno a tres edificios fundamentales: la catedral, el ayuntamiento y la lonja. Se dejan grandes espacios o plazas para albergar a las multitudes que acuden a la ciudad a vender sus productos o para abastecerse y, debido esa gran afluencia de gente, aparecen los hospitales. No obstante la traza urbana, aunque el castillo-fortaleza pasó a quedar aislado, sigue siendo como la de la ciudad románica. Pero, sin duda, donde se produjo el cambio más espectacular fue en la arquitectura. El paso del románico al gótico fue gradual. Con el gótico, las ojivas se elevan y los arcos que sostienen las bóvedas no se contrarrestan con gruesos muros como ocurría en las construcciones románicas, sino que descargan en las pilastras y estas son sujetadas por fuera con arcos arbotantes. Este nuevo sistema permite elevar la altura y hacer grandes ventanales para que la luz entre en los edificios.

Todos estos cambios permitieron un fenómeno decisivo en el mundo de la cultura y el conocimiento. Encerrado éste, durante toda la Alta Edad Media, en los conventos y abadías, se liberalizó y pasó a los templos del saber: fue el nacimiento de las universidades. Y, gracias al uso extendido del latín, pudieron intercambiarse conocimientos de todas las partes del mundo conocido.

La iglesia aprovechó todos estos cambios para barrer hacia adentro. Por un lado, el Papa Gregorio VII, a finales del siglo XI, intentó imponer una teocracia, aunque sin éxito, pero con la llegada de Inocencio III al papado todo cambió. Supo aprovechar las guerras que enfrentaban a las distintas casas reinantes para instaurar la teocracia. Esto tuvo sus consecuencias en el mapa político europeo y una influencia determinante en la cruzada cátara que fue una secuela del poder de la Iglesia en esa época.

El plano internacional estuvo marcado por las cruzadas para conquistar los Santos Lugares y las luchas por el poder terrenal entre el papado y las casas reinantes europeas. La primera cruzada fue promovida por el Papa Urbano II, en 1096, cuando los turcos selyúcidas se hicieron con dichos lugares y se corrió el rumor por todo Occidente de que éstos los habían profanado, capturando y torturando a los peregrinos. Ante esos rumores se alzaron voces para movilizar a un gran ejército y reconquistarlos. En realidad, aparte del motivo religioso, estaba el interés del Imperio Bizantino acosado por los turcos en su frontera oriental, la presión de las ciudades-repúblicas italianas, cuyo comercio con Oriente era fundamental y la, no menos seductora, oportunidad que la conquista ofrecía a los nobles segundones y al pueblo, bastante hambriento por cierto, de obtener un buen botín y tierras donde crear su propio feudo. Fue en la llamada Cruzada de los Príncipes, o primera cruzada, con un ejército más organizado, reunido en Bizancio, cuando llegaron a su destino repartiéndose las tierras feudalmente, creando el Condado de Odessa, el Condado de Trípoli, el Principado de Antioquia y el Reino de Jerusalén que se quedó en manos de Godofredo de Bouillón.

Eso en lo que se refiere a las cruzadas en Tierra Santa que fueron muchas y mal acabadas. No así las que convocó el papa Inocencio III que fueron tres: La que hemos citado, la de España que terminó con la victoria de Las Navas de Tolosa y la Albigense que terminó un siglo después con un repugnante olor a chamusquina. La supremacía de la Iglesia que consiguió Inocencio III duró más bien poco. Hacia mitad del siglo XIII, con el papa Bonifacio VIII, se acabó el ideal de la teocracia. Las casas reales europeas, (los Anjou, dinastía angevina francesa, los güelfos de Baviera y los gibelinos de Suavia), que luchaban por la corona imperial en Alemania e Italia junto a la dinastía de Aragón, se enzarzaron por el poder en territorios reclamados por el papado. Fue el rey francés Felipe IV el Hermoso el que más se enfrentó al Papa, por entonces Bonifacio VIII. El francés llegó a acusar a Bonifacio VIII de simonía y, tras su muerte, se permitió elegir papas franceses. El primero de ellos, Clemente V, estableció en 1309 la sede papal en Aviñón donde estuvo durante siete papados, hasta 1377. Y entre sus litigios con la Iglesia también se atrevió a disolver la Orden del Temple y condenar a sus caballeros a morir quemados en la hoguera por herejes. Curiosamente los templarios entraron después en la leyenda relacionados con el movimiento cátaro.

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