El pueblo de Málaga que tuvo de sobrenombre 'El Entredicho' y que impone los límites con Córdoba y Granada

Entre tres provincias y tres culturas: la esencia de Villanueva de Tapia

Del monolito del Trifinio a la Iglesia de San Pedro Apóstol: símbolos de un pueblo con carácter

Rutas, naturaleza y gastronomía en un enclave malagueño con sabor propio

Una vista aérea de Villanueva de Tapia.
Una vista aérea de Villanueva de Tapia. / malaga.es

En el norte de la provincia de Málaga, en pleno corazón de la comarca de Nororma, se encuentra Villanueva de Tapia, un municipio que destaca por su situación estratégica entre Málaga, Córdoba y Granada. Su ubicación fronteriza marcó durante siglos su identidad y llegó a darle un curioso sobrenombre: 'El Entredicho'. Este apelativo surgió a raíz de los continuos litigios entre las localidades de Archidona (Málaga) e Iznájar (Córdoba), que aspiraban a que la franja de terreno quedara bajo sus respectivas jurisdicciones. Documentos del siglo XVI recogen ya esta denominación, reflejo de un pasado conflictivo que desembocó en la incorporación del término al Patrimonio Real en 1602 y, posteriormente, en su venta a Pedro de Tapia, del Supremo Consejo de Castilla, bajo cuyo mecenazgo se formó el núcleo urbano actual.

La Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol, situada en la plaza de España, es uno de los principales símbolos de Villanueva de Tapia. Construida entre 1618 y 1624, conserva un valioso archivo histórico con documentos de empadronamiento, matrimonios y censos desde 1626. Su interior alberga piezas de gran valor artístico, como una Inmaculada del siglo XVII y las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno y de la Virgen de los Dolores, ambas del XVIII. A lo largo de los siglos, el templo ha sufrido varias remodelaciones: ampliación en 1778, reedificación de la fachada en 1897, instalación del reloj en 1948 y revestimiento de ladrillos en la década de 1970.

La Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol de Villanueva de Tapia.
La Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol de Villanueva de Tapia. / malaga.es

Otro vestigio singular es la Fuente de los Allalantes, levantada a principios del siglo XVIII para abastecer de agua a los vecinos. Su placa conmemorativa recuerda que fue la primera fuente construida en la villa. También el Lavadero de San Antonio, donde antaño se reunían las mujeres para lavar la ropa, ha recuperado protagonismo como Centro de Interpretación del Patrimonio Inmaterial de la Tradición Oral. Pasear por las calles del municipio permite descubrir construcciones con historia, como la antigua posada de Santa Bárbara o la Casa de la Cantina.

Un punto de unión entre Málaga, Córdoba y Granada

La condición fronteriza de Villanueva de Tapia se simboliza hoy en el monolito del Trifinio, obra del artista local Julián Hinojosa. Se trata de una escultura de tres caras de hormigón, cada una orientada hacia una de las provincias limítrofes, Málaga, Granada y Córdoba. Este elemento resume la esencia del municipio como cruce de caminos y espacio de encuentro entre territorios.

El Monolito Trifinio que señaliza los límites de la localidad con las provincias de Málaga, Córdoba y Granada.
El Monolito Trifinio que señaliza los límites de la localidad con las provincias de Málaga, Córdoba y Granada.

Naturaleza y rutas en torno al olivar y la sierra

Villanueva de Tapia forma parte de la Gran Senda de Málaga y ofrece diversas posibilidades para el turismo activo. La Ruta del Olivar conecta el municipio con Villanueva de Algaidas, Cuevas Bajas y Cuevas de San Marcos a través de un recorrido suave, ideal para senderismo, bicicleta o paseos a caballo. El paisaje está dominado por extensos olivares que definen la comarca nororiental. Al sur se alza la Sierra del Pedroso, una formación alomada que alcanza los 1.024 metros de altitud. En su ascenso los olivos dan paso a quejigos, alcornoques y encinas, hábitat de fauna autóctona como zorros o jabalíes.

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Gastronomía con sello propio

La cocina de Villanueva de Tapia refleja su entorno rural. Entre sus platos destacan el guisillo de la Virgen, un guiso de boquerones con azafrán, limón y perejil; la porra de chivo, las migas y el ajoblanco con habas. Los embutidos de matanza y los dulces típicos —bollos de aceite, piñonates, roscos de pichi y de vino, mantecados y pestiños— completan una oferta culinaria arraigada en la tradición.

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